¡Oh, Fabio!
Luis Sánchez-Moliní
Objetivo Opus Dei
En la parte del mundo occidental y también en aquella en vías de desarrollo se están organizando los movimientos de la humanidad en dos sentidos: se construyen hoteles para la colonización contemporánea, la que provoca el turismo; y al mismo tiempo se alzan centros de internamiento de extranjeros para aquellos que cruzan una frontera por necesidad, por tener acceso a una vida digna o por burlar a la muerte. Rozar la dignidad. No viajan por capricho, como hace el turista.
Si analizamos la situación en términos generales, si escrutamos sus movimientos, sus deseos y sus ilusiones, no resulta difícil ni comprometido afirmar que el turista que llega al sitio que le espera con los brazos abiertos para que turistee solo puede hacer una cosa: gastar dinero.Un turista sin dinero, ¿sería un turista? ¿Cómo podría pagar un turista su comida, su alojamiento, sus viajes, sus caprichos y sus tonterías? Un turista sin dinero no puede ser un turista, es otra cosa.
Un turista es una persona inútil, prescindible. Podría decirse que no es humano ya que se sitúa fuera de la realidad que le acoge, y vive en una especie de película mala en la que él es el triste protagonista, una película que él mismo no soportaría. Nunca podría llegar a verla. La película del turista es de usar y tirar, como la mayoría de sus deseos. Ni el turista ni su película sirven para nada a la comunidad. ¿Tiene algo de bueno un turista? ¿Qué aporta?
Podría decirse que de toda la población de este planeta, menos de un 15% de pesonas viajan, solo unos pocos millones pueden permitírselo. Aun así, las que vivimos a este lado del mundo pensamos que viajar es un derecho, que nos merecemos llegar a un lugar regado por la sequía del monopolio turístico y expoliado. Pensamos que por tener un poquito de dinero, casi todo nos pertenece.
En las zonas abarrotadas de turismo los paisanos hablan, escúchalos. Dicen que vaya paliza, que qué agobio, que no pueden más, que no llegan a final de mes, que están cansados, que no saben dónde ir, que les molesta el ruido y que todo es más caro. Que no hay término medio. Turista, escucha.
Para que el turismo llegara a ser una actividad digna, esta no debería molestar. Si el turista solo tiene un derecho, el de gastar dinero, también debería tener esa obligación: la de pasar percibido, la de dejar el sitio que no es suyo libre, la de no merecer más que las vecinas del pueblo o la ciudad. Qué bien se vive aquí, dirán sin reparo desde una silla o una tumbona, mientras la vecina le provee de refrescos, aperitivos, filetes, cigarros.
Todo lo que recibe el turista, todo lo que las instituciones ponen a disposición de esta masa de gente aturdida por el consumo, todas esas inversiones, son lo que le quitan a su gente. Pasa en todos sitios y tiene que ver con el estrujamiento de la gente trabajadora. Una sociedad sin turismo no permitiría nunca un genocidio.
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