Yo sé que todos tenemos conocidos de esos que se venden al mejor postor por un puñado de higos secos y que lo mismo los hemos visto unas veces en las elecciones con la tarjeta del PP en el pecho y, a las elecciones siguientes, luciendo con gallardía y sin ningún tipo de pudor la del PSOE, y viceversa.

O igual le hacían ojitos en una época de su vida a Izquierda Unida a las puertas de los colegios electorales y te los encuentras ahora ondeando la bandera de VOX, por poner algunos ejemplos de la actualidad política, porque de lo que se trata es de seguir sacando tajada de las amistades del momento sin importar los principios y, en la mayoría de los casos, sin conocer la ideología de tal o cual partido y, muchísimo menos, participando de sus programas electorales y su filosofía a la hora de resolver los problemas de los demás.

Y es que no se trata de tener pedigrí político, tampoco es eso, ni pretender que las personas sean inamovibles en sus postulados, faltaría más, pero en estos más de cuarenta años de elecciones democráticas hemos visto saltar a muchos como ranitas de pozo alrededor de los políticos de turno.

Cuando llegaban las campañas electorales y se producían las tradicionales pegadas de carteles con sus respectivos candidatos, muchos de estos acompañantes se mancharon las manos con colas de mil colores, sin importarles otra cosa que colocar a sus hijos y conocidos en los ayuntamientos y diputaciones o, simplemente, para recibir subvenciones para sus asociaciones de vecinos, en cuyos minifundios ejercían de virreyes.

Bien es cierto que estos trotamundos de segunda fila de la política son una minoría y que, por fortuna, son una especie que va a menos pero, puedo asegurarles sin miedo a equivocarme, que no son una especie en extinción. Porque babosos, palmeros y estómagos agradecidos han existido y existirán siempre, es algo intrínseco a la naturaleza humana, porque ninguna corte a lo largo de la historia estuvo falta de consejeros, bufones y traidores.

Estoy seguro que a todos se nos viene a la mente algún ejemplo de estos seguidores de políticos que defienden su condición de tránsfuga múltiple y que lo mismo cantó La Internacional un día que el Cara al Sol al siguiente y mientras echaban espumarajos por la boca al hablar de sus opositores.

Así es la condición del individuo que no tiene más principio que la plata y que lo mismo está hoy enalteciendo las virtudes de su defendido que mañana escupiendo sobre la bandera que ondeó con anterioridad. Porque poco puede esperarse del que pisotea sus creencias sin pudor con tal de seguir sacando tajada a cambio de un puñado de monedas.

Suerte que muchos políticos, cada vez más vocacionales, se sacuden como pueden la presencia de estos casposos.

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