Diafragma 2.8
Paco Guerrero
De facilidades
Un lacónico cartelito en la Universidad de Granada –“No se atiende a padres”– ha reavivado el debate sobre protección vitalicia e irracional de polluelos. El texto es claro como para tener que añadir esta perogrullada: “Todo el alumnado matriculado en prácticas es mayor de edad”. Pero habrá quien desconozca que nadie es representante legal de otro salvo apoderamiento expreso y que desvelar datos personales a terceros podría ser delictivo.
Sinceramente, no sé qué provoca más vergüenza ajena; si que un padre desprecie la madurez de sus vástagos acudiendo como el 7º de Caballería a salvarle de los indios o que un alumno en prácticas, –alguien que ya está, pues se trata de Ciencias de la Educación, participando como docente en un colegio–, admita que necesita a sus progenitores para que le saquen las castañas del fuego. De ser así, cuando dentro de un par de años sea maestro, es posible que necesite a papá o a mamá para que realicen las correspondientes tutorías con los padres de sus alumnos. O igual estos últimos recurren también a los suyos y son los abuelos de los niños quienes solventan las incidencias con los padres del profesor, y así ad infinitum. Una disparatada espiral de sandez, inmadurez e infantilismo.
Puestos a hacer mofa de la situación, imaginemos un delirante Desembarco de Normandía, que podrían firmar los Monty Phyton, en el que los padres acompañaran a los niños a playa Omaha cargando con la mochila, el casco y el arma y las madres aparecieran a media mañana para llevarles el bocadillo y un batido de chocolate. No me llamen exagerado. Esos soldados tenían los mismos veinte años que los universitarios protagonistas del cartelito en cuestión. Ambos tenían derecho a voto. ¿Los padres ultraprotectores también les meten la papeleta en el sobre?
Educar no es proteger siempre. Es enseñar a vivir, a enfrentarse al mundo, a defenderse cuando sea necesario y a atacar si fuera imprescindible. Crecer en edad, saber y gobierno es frase clásica. Pero si en edad se crece por el mero paso del tiempo, el saber exige esfuerzo y el gobierno educación en el más amplio sentido del término. A madurar se aprende con el ejemplo y consejo de nuestros mayores o por imposición de los avatares de la vida y esto, de ocurrir, genera enormes sufrimientos.
En la cordobesa taberna El Pisto cuelga un azulejo que dice: “Sólo se fía a los mayores de 90 años acompañados de su padre”. Van a tener que quitarlo.
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