Alto y claro
José Antonio Carrizosa
Vox, un estado de ánimo
Hace un tiempo escribí algo sobre un juego de mesa muy conocido, el Monopoly. Curiosamente el único prohibido en la antigua URSS por razones obvias, aunque creo que fue una decisión errónea porque de él se pueden sacar muchas y muy valiosas conclusiones sobre la economía y la vida.
Nosotros, los humanos, hemos decidido que el mayor valor en la sociedad sea el dinero, con todo lo que conlleva. Y con esta decisión en mente, entiendo que el juego del Monopoly es la mejor manera de explicar lo absurdo e inhumano de esta elección, porque estamos llegando a los niveles ridículos del juego... y cada vez a más velocidad.
En el citado pasatiempo, y no creo que nadie lo ignore, quien comienza a acumular las más preciadas propiedades acaba ganando, pero en este caso, la victoria es por aniquilación total, sin rehenes, sin prisioneros, sin piedad. Y cuando digo que acaba ganando, es que es imposible que no lo haga, juegue lo mal que juegue, tome las decisiones que tome. El dinero hace su trabajo, inexorable, sin cansancio posible, va destruyendo a los demás hasta la eliminación de los contrarios.
Y en un mundo como el actual, en que la riqueza va acumulándose en manos de unos pocos individuos o de unas pocas inhumanas corporaciones, los de abajo no tendremos ni un lugar en los andenes de ninguna de las estaciones del tablero. No ya en una casita en la calle más modesta, sino que es posible que hasta tengamos que pagar por estar confinados en la cárcel por voluntad del ganador de turno.
Una vez que se rompe el equilibrio de lo que se acumula y alguien obtiene una ventaja, por leve que sea, la lógica del dinero y de la acumulación de capitales funciona a pleno rendimiento, impidiendo que los que tienen menos puedan levantar la cabeza y haciendo que los que han tenido la suerte en un momento, la eternicen para ellos y para todas sus generaciones.
Lo increíble del tema sería que esos desafortunados –a los que no les sale nunca su número en el dado– además alabaran a quienes les esclavizan, sería algo rayano en la ridiculez y absolutamente imposible que se produjera. Mucho menos si lo extrapoláramos a la vida real, porque iría contra la más elemental lógica evolutiva.
Pero y si...¡oh, espera, espera!
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