In memoriam

Fernando Silva

La importancia de llamarse Ernesto

Sus mandatos acumularon una suma amplia de logros que ayudaron al progreso de la ciudad A Ernesto Delgado, gran alcalde y buen amigo

Ernesto Delgado.

Ernesto Delgado. / José Luis Roca

"Ernesto, Ernesto". Así era conocido y llamado. Todavía me encuentro a muchas personas que lo recuerdan. Sí, sumó popularidad investida de cariño, fomentada por logros y por su cercanía en su tiempo de alcalde. Esa capacidad de generar empatía venía de antes, claro, y se tradujo en años de estancia en la Alcaldía, una época finiquitada por una moción de censura que llegó por excesos de confianza, bien regada por diferencias internas. En fin, como si fuera un cambio de tiempos, se pasó de la inocencia democrática de los primeros años, repletos de ilusión y de mucha gestión, al cambio, a la pérdida del poder, al triunfo del populismo.

Ernesto Delgado Lobato, como otros concejales de aquellos años, tanto del PSOE como de la entonces Alianza Popular, tenía procedencia ceutí, pero mucha vivencia campogibraltareña. En sus mandatos se levantaron colegios públicos, centros de salud, se honró al pueblo gallego de Neda, se hizo cultura por barrios, se construyó la ronda intermedia, se levantó el pabellón de deportes, y una suma amplia de logros que ayudaron al progreso de la ciudad. 

Tuvo la habilidad y la honestidad de compartir protagonismos, porque hoy seguimos sabiendo que no era solo cosa suya sino la de un equipo que tenía muchos nombres propios que hoy todavía dan testimonio de aquellos días, tales como Juan Antonio Palacios, Juan Antonio Valle, Nicolás Tobaruela... Que me perdonen los que no menciono porque son muchos.

Entonces, como hoy, el que suscribe ejercía como periodista. Eran otros momentos, sí, en los que teníamos la oportunidad de escudriñar, de disponer de tiempo para acudir a casi todas las ruedas, investigar. Ernesto nunca perdía la sonrisa, el buen trato. No lo pasó bien cuando vinieron mal dadas, aunque sé de su paciencia y tenacidad, puesta a prueba en la última campaña como cabecera de lista por el PSOE, en la que optó por jugársela frente a las miserias internas y de quienes practicaban corruptelas, por no ponerle nombres más feos.

Luego llegaron, ya fuera de la Alcaldía, los días aquellos en los que quienes decían que le querían mucho porque era alcalde ya no sabían abrazarle, ni tan siquiera saludarle. Aún así, intentó volver por dónde había andado, pensando que donde hubo podía seguir sirviendo para volver a estar sentado en los sillones de concejales, quien sabe si decidiendo aunque fuera con la fuerza justa para influir. Nada.

Envejeció bien y se le notaba reconciliado con todo. Al menos esa es mi impresión. Nuestros encuentros, fugaces y siempre institucionales, me sirvieron para confirmar a quien respeté y admiré, con sus muchos aciertos y algunos errores, como un buen alcalde, socialista y democrático.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios