NOTAS AL MARGEN
David Fernández
Un milagro por Navidad: salvemos al país
Cuando me senté delante del ordenador para escribir mi artículo número 100, tuve claro el contenido. Creo que el silencio no es una opción. Quería alzar mi voz a favor de los palestinos que están sufriendo, no solo los ataques de Israel de forma indiscriminada –más de 5.4000 muertos, entre ellos más de 17.000 niños–, sino también el bloqueo desde hace casi tres meses de la ayuda humanitaria. El asedio total impuesto por Israel desde el 2 de marzo tiene consecuencias graves para los gazatíes. Según la ONU, el 100% de la población puede morir de hambre.
A pesar de esta situación, Médicos sin Fronteras (MSF) sigue trabajando de forma incansable por salvar vidas, atendiendo a los heridos casi sin medios para ello. Pascale Coissard, coordinadora de emergencias de MSF en Gaza, informaba en los primeros días de junio de que “decenas de palestinos morían y cientos más resultaban heridos mientras esperaban comida en los nuevos centros de distribución de alimentos en Gaza. Faltan alimentos, agua potable y medicamentos, lo que está sembrando la desesperación de más de 2 millones de personas”.
En el Hospital de Nasser, donde se está atendiendo a estos heridos, los propios médicos han tenido que donar su sangre. Los bancos de sangre están sin reservas.
Por otro lado, Christopher Lockyear, secretario general de MSF, advierte de lo ineficaz de los nuevos sistemas de distribución de alimentos. La recientemente creada Fundación Humanitaria de Gaza, gestionada por el ejército israelí y una empresa de seguridad privada de EEUU para dicha distribución, sustituye a las organizaciones humanitarias en esta labor. Los alimentos no se distribuyen donde más se necesitan, sino que se dirigen únicamente a las zonas donde las fuerzas israelíes deciden amontonar a la población. “Esta iniciativa parece una cínica estratagema para fingir el cumplimiento del Derecho Internacional Humanitario. Las autoridades israelíes han permitido la entrada en Gaza de un goteo de camiones de ayuda para nada mas pasar el paso fronterizo, obstruirlos impidiendo que la ayuda vital llegue a las personas que más lo necesitan”, cuenta.
En medio de todo este horror en el campo de refugiados de Khan Younis, al sur de la franja de Gaza, una escuela de música para niños funciona entre las tiendas de campaña. Neys, las flautas árabes, y las guitarras amortiguan el sonido de las bombas, las sirenas y los llantos, pero, sobre todo, lo que amortiguan es el dolor.
También te puede interesar
NOTAS AL MARGEN
David Fernández
Un milagro por Navidad: salvemos al país
Diafragma 2.8
Paco Guerrero
De facilidades
Manual de disidencia
Ignacio Martínez
Un empacho de Juanma
Las dos orillas
José Joaquín León
La edad de la Constitución