Diafragma 2.8
Paco Guerrero
De facilidades
Ha llegado a Madrid un chavea de 18 años más maduro que yo cuando cumpla 45 y que en casa tiene vinilos de Sabina y Calamaro. Este mocetón de hoyuelo en la barbilla se ha ganado el corazón de los madridistas más cerriles porque dicen que no se le conoce fiesta con enanos ni viste como un pandillero del GTA. Para muchos es la némesis de Lamine Yamal, y uno ya barrunta turra durante los próximos diez años de mi afición querida. Que mira qué cabeza más amueblada de uno, que si no es ejemplo para los niños el otro. Apague la tele y eduque usted a su hijo, vago.
El caso es que ha aterrizado en Chamartín un pipiolín de DNI reciente pero con mente de padre de familia. Es argentino y zurdito, que es sinónimo de trascendencia en mi Bernabéu, y raro sería que no le diese cuatro o cinco alegrías al abonado de tribuna. Hay un asunto, y es que se ha traído el joven futbolista a la capital de las Españas la onomástica sin complejos y cutre de Sudamérica, esa que muestra orgullosa a Vladimires Lenin, Daenerys o Jesucristos Hitler. Su nombre es Franco y su apellido, Mastantuono. Claro, el nombre es más fácil de pronunciar que el apellido; y claro, mi Bernabéu, que es cachondón, lo recibió el martes, con media sonrisa de pillo, gritando su nombre como lo hacen los vendedores del zoco de Luxor para llamar la atención de los españoles.
A algunos les escuece, a otros les hace cierta gracia y a muchos ni una cosa ni la otra porque todavía están pendientes de los críos en la orilla, no se los vaya a educar Lamine Yamal. La cuestión ahora es cómo referirse al futbolista argentino en un país en el que te despistas y te han hecho cinco memes y dos IA. Me da que el chaval va a tener que pasar por el filtro de la Ley de Memoria Democrática y habrá algún periodista iluminado que le preguntará a la Alegría que trae penurias educativas qué le parecen estos cánticos socarrones. Para no hablar de lo realmente importante, se reabrirá entonces el debate sobre el franquismo cuando están a punto de cumplirse “50 años de la llegada de la democracia” (¿dónde está el escape room sobre Franco?).
Tuve un profesor de inglés nativo que me dijo: “Vosotros, los españoles, sois los únicos de Europa que seguís llamando Adolfo a vuestros hijos”. Me hice un ovillito, temeroso de que a todos los Adolfos que conozco les diese por cometer un genocidio.
También te puede interesar
Diafragma 2.8
Paco Guerrero
De facilidades
Manual de disidencia
Ignacio Martínez
Un empacho de Juanma
Las dos orillas
José Joaquín León
La edad de la Constitución
La esquina
José Aguilar
Los hombres del presidente