Hace pocos días podía leerse el siguiente titular en un periódico de tirada nacional: "Arranca el gran desafío del basket femenino: "Nuestra identidad es tener cojones". El cuerpo de la noticia lo constituía una entrevista a dos jugadoras de la selección española de baloncesto justo antes de su debut en el Mundial de baloncesto. Parece lógico que el periodista escogiese como encabezamiento de su reportaje la frase más impactante y es indudable que el lector queda sorprendido al enterarse de que lo distintivo de las chicas del equipo español respecto al resto de selecciones sea, precisamente, el hecho de "tener cojones". Más allá de la incongruencia biológica, es desconcertante que practicantes del baloncesto que de habitual suelen expresarse de forma más ilustrada que sus homónimos del balompié, cedan a la tentación de recurrir a su mismo lenguaje zafio y primitivo al objeto, quizá, de alcanzar así la misma notoriedad mediática de los futbolistas. De igual forma resulta de lo más extraño que en el tiempo en que la igualdad entre géneros se está haciendo realidad, algunas mujeres desaprovechen la magnífica oportunidad que tienen de aportar sutileza y sensibilidad (ambas cualidades innatas a la elocuencia femenina) para ennoblecer el tosco lenguaje deportivo, optando, en cambio, por traicionarse a sí mismas adhiriéndose a los chabacanos y manidos tópicos lingüísticos de los hombres.

La valentía, el ardor y el coraje que -se supone- querían señalar las entusiastas baloncestistas españolas quedarían perfectamente englobadas en expresiones como: "tener arrestos", "tener redaños" o incluso "tener agallas" haciendo, por tanto, innecesario el recurrir a un rasgo tan inequívocamente machista como convertir a los testículos en el sanctasanctórum del valor que viene a ser, en el fondo, lo que subyace en la expresión "tener cojones" o en sus análogas: "tener un par de cojones" (enfatizando la hombría con la pareja), "tener los cojones en su sitio" (resaltando la imperturbabilidad ante la adversidad), "tener los cojones como un toro" (asociando la bravura con el tamaño) o "echarle cojones" que es un reconocido signo de valor ante una situación difícil, mientras que, por el contrario, "ponerse los cojones de corbata" lo sería de desasosiego ante el mismo trance. Aprovechando la riqueza polisémica del castellano, puede decirse que cuanto más se presiona a quienes escriben o acostumbran a hablar en público para que, aún a riesgo de resultar ridículos, empleen el "lenguaje inclusivo", "¡tiene cojones!" (expresión que indica la contrariedad que se siente ante un hecho imprevisible) que las chicas de baloncesto se ufanen de su "virilidad" o que la misma Ministra de Justicia utilice el vocablo "maricón" no como un intolerable insulto homófobo sino como una manera "afectuosa" de referirse a su compañero en la cartera de Interior.

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