Esta escueta frase ("Go ahead, make my day") la pronuncia el inspector Callahan (Clint Eastwood) en "Impacto súbito" (secuela de "Harry el sucio"), dirigiéndose irónicamente al atracador que tiene encañonado con su imponente "Magnum 44". Mediante el cruce de miradas y el inserto de un rifle en el suelo, el espectador comprende que lo que el inspector le está diciendo elípticamente al malhechor es algo parecido a: "Anda, haz el intento de alcanzar el arma y dame así la excusa necesaria para que yo pueda volarte la tapa de los sesos".

Ante esta escena el público tiene dos opciones, o se identifica con el policía y piensa: "Qué sangre fría, qué huevos tienes, Harry", o se solidariza con el delincuente y hace la siguiente reflexión: "Recapacita, Harry, no presiones al chaval, comprende que probablemente procede de una familia desestructurada, que habrá crecido en la calle rodeado de ignorancia y miseria y que, para él, delinquir no es una libre elección de su voluntad sino una enfermedad social".

Me temo que aún estoy por conocer al espectador que, en la soledad de su butaca, se vea reflejado en la segunda alternativa. La película nos presenta a un superpolicía que tiene su propio código ético, que actúa por libre, al que le importan un bledo los derechos constitucionales y en cuyo vocabulario no se contempla el vocablo "presunto", esto es, alguien que se acerca mucho a la definición de fascista.

La trampa reside en el sentido del humor con que se trata al personaje y, sobre todo, en el hecho de que siempre toma las decisiones correctas: es implacable con los "malos" a la vez que generoso y comprensivo con los "buenos". Harry Callahan es el prototipo de la "justicia inmediata", aquella que a todos "nos pide el cuerpo" tras presenciar cualquier fechoría.

Lo malo es que, en el caso de ejercerla, cometeríamos un sinnúmero de errores ya que carecemos de la utópica claridad de juicio del inspector. Es el estado de derecho el que a través del monopolio de la violencia garantiza la correcta aplicación de las leyes amparando por igual a víctima e infractor.

El brutal aumento de la delincuencia, el hecho de que muchos delitos queden impunes y la imposición de penas ridículas que animan a la reincidencia, son algunas de las razones que hacen a los ciudadanos añorar a personajes como Harry e incluso que, hartos ya de sufrir vejaciones, tengan la tentación de imitar el "anda, alégrame el día" del resolutivo comisario.

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