Un rugido toma la Gran Vía
El musical 'El Rey León' se instala en el Lope de Vega de Madrid con previsión de permanecer en cartelera al menos tres años · Una puesta en escena magnífica y una historia universal, principales reclamos de la obra
Hay historias locales que son universales. La de El Rey León va más allá: es la recreación, en la sabana africana a través de una música y unos personajes-animales inolvidables, del relato bíblico del hijo pródigo, una historia de rechazo y reencuentro con los orígenes reinterpretada a lo largo de los siglos por los diferentes pueblos de la Humanidad. Lo cuenta, minutos antes del preestreno de la obra en el Lope de Vega de Madrid, Julie Taymor (Newton, Massachusetts, 1952), responsable de la versión teatral de esta historia que Disney llevó al cine en 1994.
El montaje que acaba de aterrizar en la Gran Vía madrileña de manos de la productora Stage Entertaiment, compañía que está detrás de la resurrección del género en nuestro país con títulos como Mamma Mía! o Los Miserables, es la primera adaptación al castellano de este musical (la versión es de Jordi Galcerán) que, desde su estreno en 1997 en Broadway, lleva exhibiéndose por 13 países diferentes y ha sido vista por más de 50 millones de espectadores. Una experiencia que los aficionados andaluces al género tienen a tiro de AVE, pues las dimensiones del montaje hacen imposible una gira por España.
No en vano en Madrid se trabaja con cifras tan exorbitantes como en el resto del mundo: 53 actores, 21 músicos, un equipo de 16 personas para el vestuario, seis para maquillaje, más de 200 trajes por función, 17.000 horas de diseño, 200 esculturas, figuras animadas y máscaras... Cifras que, con todo, no dejarían de ser fríos números si no fuera porque la obra tiene, como escribió un crítico neoyorquino, "los mejores primeros quince minutos de la historia de Broadway".
Y, verdaramente, es desde el principio cuando el espectador asiste a un experiencia teatral inédita en España gracias a los diseños de los personajes y la escenografía creados por Julie Taymor, elementos que convierten estas dos horas y media de teatro en una experiencia sensorial única. ¿Las claves? Por un lado, la música compuesta por Hans Zimmer y los temas de Elton John y Tim Rice, son todo un clásico de las bandas sonoras gracias a himnos como The circle of life (aquí El ciclo vital) y Hakuna Matata. En el musical se incorpora además un coro de siete cantantes surafricanos y una orquesta con un directo apabullante.
La parte visual es, sin duda, la decisiva para viajar hasta un deslumbrante paraíso que por momentos desborda el escenario: leonas llenas de lirismo, jirafas infinitas, hienas desalmadas, antílopes que danzan, pájaros que sobrevuelan la platea... "En El Rey León -cuenta Taymor con un entusiasmo contagioso- el actor no esconde las cuerdas que crean el movimiento. Los actores que dan vida a los animales son visibles bajo sus trajes y máscaras, porque llega un momento en que el público ve más allá y se siente en África y ve un sol donde sólo hay trozos de tela y unas maderas. La magia del teatro es que es el espectador completa la historia".
Finalmente, el elenco, conseguido tras meses de audiciones y cinco mil candidatos, da sentido a este brillante y optimista ejemplo de teatro musical. El mexicano Carlos Rivera como Simba, el panameño David Comrie en el papel de Mufasa, su padre, y la brasileña Daniela Pobega como Nala encabezan el reparto. Sin embargo los que logran la gran ovación son la surafricana Brenda Mholngo como el mono-chamán Rafiki, el Simba niño (David García) y el malvado Scar, que borda Sergi Albert. En el apartado cómico destacan Esteban Oliver como el pájaro Zazú (precioso su papel de fiel bufón) y Albert Gracia como el facoque Pumba. Y cosas de la adaptación al público local, Timón, el simpático suricato del filme, es aquí un andaluz saleroso (David Ávila) con un acento a ratos irritante (pese a que la platea ríe y ríe, claro). Bromas locales aparte, lo cierto es que es difícil no emocionarse con una historia que habla de la propia existencia: cada ser ocupa un lugar necesario en el ciclo de la vida.
Los responsables de la producción, que ha invertido unos 10 millones de euros, pretenden mantener este título en la carterlera al menos durante tres años. Hasta el momento ya se han vendido unas 100.000 localidades y es, ahora mismo, un gran reclamo -otro más- para visitar Madrid... y escuchar desde allí el rugido de África.
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