Cultura

Las poetas de la tribu

  • La necesidad de la escritura o confirmación orgullosa de la voz femenina conviven en las nuevas obras de Martha Asunción Alonso y Laura Casielles

"-La gran diferencia -aleteabas-, la diferencia/ entre el papel y el muro,/ es la misma que existe entre DECIR/ y HACER". Esta grieta la fuerza uno de los poemas de Skinny Cap, el quinto poemario de Martha Asunción Alonso (Madrid, 1986), publicado por la editorial sevillana Libros de la Herida. "La diferencia -sacándonos los ojos-, la gran diferencia entre el papel/ y el muro,/ es la misma que existe entre DECIR/ y AMAR", continúa Alonso, y fija así las referencias de este libro: decir y hacer, decir y amar, saltando del lado de la escritura -no sólo la poética: también la del grafiti- al lado de la vida, tropezándose nunca.

Martha Asunción Alonso propone en Skinny Cap un doble ejercicio de memoria: uno instalado en la infancia, para construir la identidad y ser uno mismo en el lugar al que se pertenece, y otro de memoria más reciente, la de quien se busca en un sitio extraño, pero que sabe que le terminará perteneciendo. "Me vuelvo a la pared donde soy pobre/ para volver/ ayer/ a ser feliz", cierra el primer bloque, Decir, el que transcurre en el barrio lejos del centro admirando las firmas, frente al que le sigue, Hacer, el de quien recorre otros espacios y deja ya su tag en ellos; el libro se cierra con un Anuario del grafiti en Madrid, que la autora plantea como otra educación sentimental, como un altavoz de quienes se sirven de otro lenguaje.

Skinny Cap es una obra llena de imágenes -más allá de lo evidente, con las que apoyan los poemas y conforman el anexo gráfico- sobre la libertad y los aprendizajes propios, sobre la afirmación de una misma incluso en entornos de apariencia hostil. "Tampoco en la intemperie, hijos míos,/ hay flechas de itinerario/ alternativo", advierte en el poema sobre el grafitero Muelle, porque al fin y al cabo "no fue la firma, sino la juventud/ aquello que quisiste/ registrar". Alonso hace milagros: un libro que va tanteándose, que se descubre a sí poco a poco, pero con pulso firme.

En la misma colección, de forma coincidente, Libros de la Herida ha editado Las señales que hacemos en los mapas, libro tercero de Laura Casielles (Pola de Siero, Asturias, 1986), con el que Skinny Cap dialoga en no pocos puntos. Alonso y Casielles se encuentran en la conciencia de la escritura en la escritura misma -"Escribiré estos nombres en mi diario", apunta Casielles- y la necesidad de la escritura en la vida misma -leemos más tarde: "La ciudad requiere el relato"-, o en la afirmación del sujeto femenino y la confirmación orgullosa de la voz femenina -regresando a Skinny Cap, el dibujo de la complicidad de las niñas, en los primeros poemas, o la acción de la mujer en un mundo de hombres-, aquí en versos como aquellos que retratan a "Fátima Kintawi (...)/ desde hace trece años y cinco/ niños, funda la ciudad a cada hora,/ con su quedarse en casa", o los que homenajean a las "mujeres que escriben/ donde las mujeres no hablan" o que "llevan/ el fardo prieto de veinte siglos sobre los hombros".

Sin embargo, pese a los nexos, Las señales que hacemos en los mapas recorre -faltaría- su propio camino. Trenzado a modo de un peculiar cuaderno de vida -más que de viajes- por Marruecos, en el que el título establece la geografía y el subtítulo apela a las coordenadas más emocionales, Laura Casielles trabaja con lo esencial, que en la mayoría de ocasiones coincide con aquello desapercibido: la autora se empeña en observar y escribirlo, porque "la realidad exige/ atención y energía". Muestra dos caras la escritura de Casielles: la primera impresión, la de la delicadeza, la de la pura música que empuja el poema; y la segunda, la rotundidad de sus palabras, sabias y conscientes de que "fuera de contexto,/ cualquier cosa puede ser una metáfora".

No se trata de que Las señales que hacemos en los mapas cuente una historia: se trata de que cuenta la historia. Y en esa historia, en esos años tras años, en esos que nos antecedieron aunque "no hay nombre antiguo ni lejano que tenga la culpa de nuestros pasos", se sitúa la voz que guía este poema. A diferencia de la búsqueda de Skinny Cap, a los poemas de Casielles los guía una certeza, la de la despedida del hogar al que ha llamado hogar, y por eso sienten "nostalgia, conciencia de exilio:// dícese de la tristeza/ del tiempo que sigue". Un poemario de gozosos rumbos inciertos, de nómadas por vocación -bellísimo el texto anejo al libro, a veces aforismo, casi siempre poema en prosa-, de voces sin voz. En resumen, nos forma lo que conocemos: los lugares, las personas, los poemas, "las líneas de mi mano/ también sirven de mapa en esta tierra".

"Un poeta debe ser más útil que cualquier otro ciudadano de su tribu". Este parecer del Conde de Lautréamont lo adoptan y lo adaptan a nuestro tiempo los poemarios de Martha Asunción Alonso y Laura Casielles, los dos con una edición cuidadísima que incluye plantillas y postales para los lectores, y que crece con sendas páginas web en las que el libro no se detiene. Una se mancha las manos de pintura, otra graba sus huellas en el camino: ambas salen victoriosas del reto de escribir sobre hoy con palabras de hoy.

Martha Asunción Alonso. Libros de la Herida. 96 páginas. 12 euros Las señales que hacemos en los mapas

Laura Casielles. Libros de la Herida. 96 páginas. 12 euros

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