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El poeta de la luz

  • La editorial Ediciones en Huida acaba de publicar una antología de la poesía de Juan Manuel Flores Talavera, el letrista de los tres primeros discos de Lole y Manuel

Es parte de nuestra vida. Juan Manuel Flores Talavera (Alcalá de Guadaíra, 1943-Sevilla, 1996) escribió los tres primeros discos de Lole y Manuel: los más sorprendentes, renovadores, fundamentales. Fue una explosión de alegría y animismo en el flamenco de los setenta. Cuando Gerena, Menese o Morente cantaban por la libertad, encontramos estos versos que ya nacían libres porque cantaban al pájaro, a la mañana, al sol, a la mariposa, a la luna, al hombre, al entendimiento, a tu mirada. Al río, al aire, a la montaña, a la luz.

En la poesía de Flores, como en la leyenda de los Nibelungos o en los cuentos tradicionales, los amantes conocen el lenguaje de los pájaros. En la poesía de Flores el amor es la serpiente blanca, es la kundalini, el satori. Un amor universal que va más allá, y más acá, de la relación de pareja: amor a lo humano y también a los animales, porque los animales son, asimismo, personas, buenas personas: la mariposilla, el gorrión. Pero también las nubes, el árbol, el río, el agua, el cielo. La poesía de Flores es canto al hombre y la mujer y a los hombres. Canto de fraternidad y canto a toda la creación. Canta el agua, cantan las cosas. En el fondo de la poesía de Flores late una profunda comunidad con la naturaleza, incluyendo la naturaleza de los hombres y las mujeres, de resonancias orientales. Por ello, su obra caló en tanta gente, en tantas personas ajenos a lo jondo, en toda España. Porque los años de la transición fueron también los de la reconciliación, del amor al hermano y a las cosas. Porque las cosas, en la poesía de Juan Manuel Flores, son también personas y las personas, cosas, en el mejor sentido de la palabra: en la profunda unión espiritual del todo. En Flores, como en las mejores tradiciones iniciáticas, lo espiritual es profundamente carnal. Los tres primeros discos de Lole y Manuel, con la voz de Lole Montoya, las letras de Juan Manuel Flores, la música y los arreglos de Manuel Molina y la producción del visionario Ricardo Pachón, asombraron al mundo de lo jondo. Renovaron su lírica y su estética. Dieron un impulso de frescura y naturalidad al anquilosado mundo del flamenco de su tiempo. Nada fue igual desde entonces en la poesía jonda. En la lírica de Flores no cabe la tragedia y el drama tiene sus pasos bien contados. La primera entrega discográfica del cuarteto, Nuevo día fue, quizá, el primer best seller del flamenco, ya que temas como Un cuento para mi niño o Todo es de color, además del que da nombre al disco, forman parte de la memoria sentimental de los españoles. Los productores de la serie de televisión Cuéntame incluyeron el tema Romero verde, de Lole y Manuel, en su banda sonora. No fueron exactamente los primeros en utilizar la guitarra, la batería, el bajo y los teclados en el flamenco, ya que Sabicas hizo su Rock encounter con Joe Beck en 1970. Pero sí los que lo hicieron con más naturalidad. Lole y Manuel, sin dejar de ser profundamente flamencos, en sus voces, en su instrumentación, en sus letras, fueron también parte de ese movimiento espiritual que se llamó rock andaluz y, yendo un poco más lejos, del hippy hispano de la época, de las nuevas tendencias, musicales y sociológicas, que sacudían, mediados los setenta, España. Por ello conectaron tan bien con esa generación, a la que pertenecían Lole, Manuel, Juan Manuel y Ricardo, que estaba ansiosa de mensajes de paz, amor, libertad, y a la que el legado más trágico de lo jondo le resultaba de difícil digestión. Una generación espiritual, bohemia y libertaria. Todo ello quiere decir que la música de Lole y Manuel y la poesía de Juan Manuel Flores, amén de naturalista, ecologista, pacifista y animista, era profundamente política. De hecho, no hay naturalismo, ecologismo, pacifismo y animismo que no sean políticos, en el sentido más amplio y original del término. Nuevo día es una bulería y también una declaración de principios: publicada en 1975, significaba, nada menos, que el pueblo español no se conformaría con una brizna menos de la libertad que se había ganado a pulso. El futuro, efectivamente, era de color.

En la voz de Lole y Manuel, y de Remedios Amaya, para la que escribió su primer disco, Flores ha llegado verdaderamente a ser un poeta popular, reconocible. Flores es parte del paisaje sevillano y flamenco, incluso para cientos de personas que no conocen su nombre. Ha logrado, pues, el propósito de Manuel Machaco de ser un poeta del pueblo. Flores es un poeta popular de calidad. Sutil, no hace ninguna concesión a la galería populista pero su léxico y su mensaje son directos, cualquier ser humano, en cualquier época y lugar, puede identificarse con él, porque cualquier ser humano anhela la paz, la libertad, el amor que su verso derrama a raudales.

Esta obra nace del empeño de una genovesa asentada en Sevilla, Marianna Maierù, que firma el prólogo y la selección de la antología. El origen del libro es la tesina que Maierù leyó este año en la Universitá Di Genova. Maierú desentrañó en su trabajo, del que este prólogo es un resumen, la peripecia vital y literaria de este poeta vocacional. Una aventura por un intrincado laberinto de discos, familiares, papeles, calles, bares, amigos y noches. La obra de Flores estaba prácticamente inédita. Una lío que la investigadora destejió hasta llegar al origen de la lírica de Flores. Maierù, bailaora y filóloga, encontró en la poesía de este vecino del Tardón un estímulo vital y la populosa familia de los Flores la acogió como una más del clan.

Hay un disco de Lole y Manuel grabado en directo en el Teatro Monumental de Madrid, en 1995, titulado Una voz y una guitarra. En él podemos escuchar la voz íntima, reticente, rota y febril pero serena de un poeta llamado Juan Manuel Flores. Dice Flores que "cuando yo me muera, Giralda, vendré a acariciar tu cuerpo vestido de primavera". Flores murió en 1996. Poco más se puede añadir, puesto que, como vemos, el mismo poeta escribió su epitafio: el poeta es hoy lo que seremos todos. Es sus hijos, entre los que se encuentra el joven poeta Juan Manuel Flores Batista. Y es el musgo y el polen que nace en la primavera en torno a la torre de Sevilla. Él lo sabía, que era parte de todo y que el Todo es de color.

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