¡El oficio!, la palabra santa del toreo

Doctores, maestros y catedráticos de nuevo cuño deberían ser los primeros en no calificarse como tales

Joselito con su cuadrilla en la que aparece en el centro a Ignacio Sanchez Mejías.
Joselito con su cuadrilla en la que aparece en el centro a Ignacio Sanchez Mejías.
Crescencio Torés Algeciras

01 de diciembre 2013 - 05:00

No es bueno relegar las palabras cuando estas significan tanto ni sustituirlas por otras que enmascaran la realidad. En esta etapa moderna de la profesión de torero hemos ido leyendo y oyendo con suficiencia como ha proliferado la de ¡Doctor! y ¡Maestro!, incluso, asómbrense la de ¿Catedrático? aplicadas con ligereza por algunos profesionales de la comunicación taurina. Tampoco es 'carrera' como la autodefinen, falseando su sentido etimológico. El 'oficio' es la apropiada que vemos ha quedado relegada como si fuese de segunda categoría para expresar la actividad o el trabajo que se realiza ante los toros.

Es notorio en los jóvenes aspirantes a toreros sin la experiencia debida, sin haber tenido práctica de los fundamentos del toreo, se lanzan en una carrera desesperada a tomar la alternativa, último escalón para ejercer una profesión cargada de riesgos. Una mermada falta de información-formación por las escuelas taurinas que proliferan, donde prime más, posiblemente, una larga nómina de matriculados que una seria selección para que después no se siga incrementando el extensísimo escalafón de matadores de alternativa, 164 al día de hoy y 159 novilleros que después de una cortísima etapa vuelven a desandar el camino y engrosar la dignísima de subalternos. Llega la frustración personal y familiar. Algeciras ha dado grandísimos lidiadores antes y ahora.

¡El oficio! le da sentido al toreo. En la actualidad es casi imposible, salvo para contadísimos jóvenes tocados por la fortuna de su apellido o por la gracia de Dios que, es cicatero en este 'don'. Recuerdo ahora a propósito de esto del oficio una de las charlas que mantuve con Miguelín ya retirado, y en la que el gran torero de Algeciras insistía en que "había que volver al oficio". De cómo los aprendices habían perdido esa virtud que se adquiere viendo a los maestros. Miguelín, cargaba una y otra vez el acento en nuestra charla en la palabra santa del toreo el… ¡Oficio! Unívoca sentencia de un gran profesional.

Un día, por motivos de mi trabajo que me llevaba a estar algunas veces en la lonja del pescado, cuando esta era la locomotora que tiraba de casi toda la industria de Algeciras, hoy, injustamente olvidada y desaparecida, me detuve al ver a un trabajador, ya maduro, arrodillado, como llevaba en la boca, sujeta en los labios una serie de puntillas que iba clavando con solo dos golpes certeros para así armar una caja de madera corriente para después contener el pescado. La rapidez y la efectividad de cómo clavaba las puntillas sin fallar una me hizo preguntarle que: 'algún martillazo le habría tenido que costar tanta habilidad y alguna uña negra'. Una sonrisa fue parte de su respuesta y me dijo "en efecto pero; que con el ¡oficio! de años que aprendió de su padre y practicándolo podría hacerlo hasta con los ojos vendados". Me acordé de la charla con Miguelín. El secreto era pues el ¡oficio!.... Siempre el ¡oficio!... Santa palabra.

Pues el ¡oficio! ha sido secular en el toreo. Adorna esta página una añeja fotografía de Joselito con su cuadrilla en la que vemos en el centro de pie a Ignacio Sánchez Mejías, cuando era banderillero en la cuadrilla de su cuñado. También lo fue con 'Corchaito', con 'Joselito de Bilbao' y con 'Machaquito'. Para abundar más citemos a los más grandes del toreo del siglo de oro y comprenderemos porque la mayor parte del éxito se reduce al ¡oficio! Después, inteligencia, forma física, valor y, solo para unos pocos, la gracia y la estética que juntas darán como resultado eso del 'arte'. Repasemos: Joaquín Rodríguez 'Costillares', inventor de la verónica y el vuela-pies, fue banderillero del chiclanero José Cándido, uno de los grandes de la primera época, después su hijo, Jerónimo José Cándido fue banderillero de su cuñado, Pedro Romero y éste a su vez banderillero de su padre, Francisco Romero. Manuel Domínguez 'Desperdicios' que en 1857 cómo el actual Padilla, toreando en el Puerto, el toro 'Barrabas 'de Concha y Sierra, le arrancó el ojo derecho y cuando andando se fue a la enfermería con el globo ocular en la mano dijo "estos son desperdicios", lo fue de Juan León. Joselito Redondo 'El Chiclanero' estuvo a las órdenes de Francisco Montes 'Paquiro'. Francisco Arjona Reyes 'Currito' fue banderillero de su padre, Francisco Arjona Herrera 'Cuchares'. Antonio Carmona 'El Gordito' fue banderillero con sus hermanos Los Panaderos. Nuestro paisano 'Cara-Ancha' fue de banderillero con 'El Gordito'. Don Fernando 'El Gallo', padre de Rafael y de Joselito fue banderillero con el Gordito y con otro algecireño gitano, José Lara 'Chicorro' y con Bocanegra. El gran Rafael Molina ¡'Lagartijo'! Durante 13 años estuvo de banderillero con 'Pepete' y con Cayetano Sanz que después le daría la alternativa. Salvador Sánchez 'Frascuelo' otro de los más grandes, fue banderillero con Don Fernando el Gallo. Y nada menos que, Salvador Guerra Bejarano 'El Guerra' fue banderillero durante ocho años con Fernando el Gallo y con Lagartijo. Estos 'aprendices' o 'medios espadas' que así se llamaban entonces cuando el matador los veía preparados, siempre en una plaza y corrida importante, les autorizaba al final a matar un toro como colofón al duro aprendizaje. Esta relación es mucho más larga y se daba también en las dinastías taurinas: los Bienvenidas, Dominguines, Ordoñez, Martín Vázquez, Pepe Luis Vázquez, etc. Alcanza su máximo esplendor profesional al final del XIX, el siglo lidiador por excelencia. La excepción que también las hay con algún nombre, viene a confirmar la regla. ¡Oficio! aprendido duramente con la brega al lado de un torero consagrado. Son otros tiempos; ya lo sé pero el toreo es y será básicamente siempre el mismo. Pues entonces pongamos al menos en cuarentena, a los 'Doctores, Maestros y Catedráticos' de nuevo cuño que deberían ser ellos los primeros en no calificarse como tales hasta llevar por lo menos ocho años de alternativa y pagado la mitad de su cortijo.

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