'La imagen de Gibraltar y su Campo'

Algo más que un libro

  • Este jueves, a las 19:30, se presenta en la sede de la Mancomunidad de Municipios del Campo de Gibraltar 'La imagen de Gibraltar y su Campo', obra del profesor Juan Carlos Pardo, prologada por el autor de este artículo, Alberto González Troyano. Se trata de un trabajo excepcional producto de una intensa labor y de años de búsqueda 

Una de las páginas interiores de la obra de Pardo.

Una de las páginas interiores de la obra de Pardo. / E. S.

Esta obra sobre La imagen de Gibraltar y su Campo tiene un autor, Juan Carlos Pardo González. En sus páginas están reunidos muchos años de búsqueda, investigación y escritura.

Es una obra suya, en efecto, realizada con su esfuerzo y capacidad, pero está a punto de dejar de ser solo suya, si se piensa que su largo y generoso empeño ha sido la ocasión, la mano experta, para llevar a cabo una labor que el Campo de Gibraltar, como colectividad, reclamaba tener desde que la historia decidió dar un nuevo destino a este rincón geográfico del sur de España. La fuerza de unos hechos, acaecidos hace tres siglos, impuso a los habitantes de estas tierras nuevas delimitaciones y funciones, incluso otras dependencias y formas de vivir. Se arbitraron fórmulas políticas, económicas, militares, que acercaron unas poblaciones y separaron a otras.

Pero este poder institucional impuesto desde el exterior de la nueva comarca solo ha creado una proximidad más o menos administrativa y forzada entre los campogibraltareños. Ha faltado otra voluntad: promover y articular desde dentro unos sentimientos y valores que originasen un mínimo afecto de pertenencia compartida por todos sus habitantes. Crear esas nuevas vinculaciones hubiera podido tener algo de artificial, pero todas las uniones se inician a partir de fragmentos dispersos. Antes de que cobrase cuerpo la posibilidad de una comarca singular y diferenciada, este rincón de la geografía española y andaluza ya contaba con unas características propias de paisajes, tradiciones, memorias, tipos de trabajo, labores, estilos de convivencia, monumentos y objetos etnográficos y artísticos. Pero casi todas las piezas de ese material, tangibles o no, pervivían aisladas, dispersas, fragmentadas, conectadas, como mucho, a su población más cercana. Y debe reconocerse, a este respecto, el esfuerzo reciente que se ha hecho para desvelar e interpretar un buen número de huellas y testimonios. Basta recorrer la colección de la revista Almoraima, y otras publicaciones personales, llevadas a cabo con ayuda del Instituto de Estudios Campogibraltareños, para comprobar cuánto se ha avanzado en esos terrenos de investigación.

Pero la cuestión más palpitante consistía en facilitar una lectura, una imagen, capaz de conjuntar todos esos elementos dentro de una sola razón topográfica.

Para que los habitantes del Campo de Gibraltar se sintiesen así vinculados unos con otros, por algo más que por medidas administrativas y vías de comunicación, había que dotarles de una conciencia diferenciada. De modo que supieran que contaban con un patrimonio común y con los rasgos de una entidad cultural propia. Este es un trabajo que exige esfuerzo e invención. Labor dificultada, además, por los territorios colindantes que perciben tras esas jugadas pérdidas de poder. Y es aquí, donde conviene recurrir de nuevo, como se indicaba antes, a la obra de Juan Carlos Pardo. Porque en ella hay un espléndido ejemplo de conexión topográfica interna, en un intento de insertar objetos y lugares en una nueva red de relaciones.

Las imágenes, las piezas artísticas y los objetos que representan, dejan en su libro de ser elementos aislados para ser vistos y explicados como partes de ese conjunto que constituye Gibraltar y su Campo, o el Campo de Gibraltar. Esa articulación a la hora de mirar y valorar presta otro sentido y otro valor, además del que tenían de forma individualizada. Cada imagen suelta, cada lienzo, cada grabado tenían su clasificación, en función de su técnica, de su temática, de su procedencia, pero no es lo mismo su papel visto en soledad que situado en un recorrido común y vinculado a un entorno que los enriquece con otra historia y otros compañeros de viaje.

Por descontado, que existen otros muchos méritos en la obra publicada. Ha sabido investigar, encontrar, recopilar, analizar e interpretar todo ese inmenso material. El erudito y el estudioso se han dado la mano para compaginar con equilibrio ambas funciones a lo largo de tantas horas de trabajo. Pero, con todo, si bien es muy valioso reunir cientos de imágenes pululando antes sueltas, perdidas y olvidadas, también era necesario saber, además, enfocarlas en el sentido que estos momentos reclamaban. De ahí el irónico comentario inicial: anunciando que es una obra que dejará pronto de ser solo de Juan Carlos Pardo y la asumirá la comarca entera como portadora de sus mejores emblemas unitarios.

Hasta cierto punto, ese es el oscuro deseo del buen investigador: perderse en el anonimato porque se ha dado en la clave que toda una colectividad buscaba y aguardaba. Y, en efecto, puede que los campogibraltareños se apropien de las fuentes de imágenes recogidas en esas páginas porque verán en ellas la mejor forma para reconocerse a sí mismos y comprender sus conflictos y su pasado. Es decir, para cobrar conciencia de su singularidad.

Pero aún hay algo más. Gibraltar, la ciudad, ha desempeñado un ambiguo papel económico y social en su relación con el entorno de la comarca. Sin embargo, la presencia de la imagen de la roca del Peñón resulta ineludible para reconocer el Campo que la rodea. Convertido en un tótem simbólico plantea un inquietante papel con el que una larguísima serie de artistas, de todas las procedencias y sensibilidades, han tratado de dialogar, a través del dibujo, de la acuarela, el grabado, el lienzo. ¿Como imagen qué función cabe asignarle al Peñón? Es punto de convergencia de todas las miradas, desde todos los horizontes. Es, pues, una roca convertida en un monumento que gracias al arte pierde su carácter dominante y adquiere otro significado.

Pero qué significado. Para responder a esas cuestiones ha escrito su obra Juan Carlos Pardo, dejando a la vez puertas abiertas para adentrarse, con ansias de investigación, por los viejos caminos todavía poco transitados de la comarca.

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