OBITUARIO
El poeta que fue profeta en su pueblo
Eduardo Morales-Caso | Compositor
Eduardo Morales-Caso nació en La Habana, pero su abuelo materno era asturiano y “el peso de lo español siempre fue muy importante en casa”. Había estudiado en Cuba con dos grandes maestros, Carlos Fariñas y Harold Gramatges, hasta convertirse en profesor en el Instituto Superior de Arte de La Habana. Llegó a Madrid en 1996 para hacer estudios de posgrado con Antón García Abril y en Madrid estableció su residencia hasta este mismo año en que se ha trasladado a Gijón, “principalmente por el calor. Los veranos de Madrid eran cada vez más calurosos y el clima asturiano me sienta mucho mejor. Además Gijón tiene mar y eso es maravilloso, el mar lo ilumina todo”. Además de con Fariñas, que era guitarrista, en Cuba, Eduardo también estudió con Joaquín Clerch, uno de los grandes del instrumento de nuestro tiempo, y acaso por eso la música para guitarra constituye una parte importante de su catálogo. Acaba de publicar un doble álbum con una antología de este sector de su producción.
“No soy guitarrista, pero escribí mi primera obra para guitarra en 1999. Quería celebrar veinticinco años de escritura para la guitarra y hacerlo de la mano de los intérpretes con los que yo aprendí a escribir para el instrumento. Son once, todos magníficos guitarristas, y a todos los considero amigos. Han asumido mi obra con un rigor impresionante y un compromiso técnico interpretativo que hace que mi obra suene de una manera elevada gracia a ellos, a su gran técnica y a su extraordinaria sensibilidad artística”. Ellos son los once ángeles del título. “En la numerología el once es un número angelical, un número importante, de fuerza, de poder, de espiritualidad, de conexión del hombre con el universo”. Dejemos pues aquí sus nombres: María Esther Guzmán, Pedro Rodrigo Roldán, Gabriel Estarellas, René Mora, Luis Malca Contreras, Iliana Matos, Adrián Montero Moya, Juan José Rivero Yepes, José Antonio García Fuertes, Darío Blanco y Adam Levin.
La ordenación de las obras en el disco no sigue criterios cronológicos. “No. Busqué referencias de relaciones armónicas, centros tonales y también el principio del contraste.” Acaso por eso la primera obra guitarrística del compositor, El jardín de Lindaraja (1999) y la última, Zaida’s Lament (2023), están seguidas al comienzo del segundo disco de la antología. “Con El jardín de Lindaraja gané en 2001 el Premio Andrés Segovia en La Herradura, en Granada. Yo quería rendir homenaje a la música española y es por eso una obra de inspiración alhambrista. Y Zaida’s Lament tiene también una inspiración andalusí. Son lenguajes muy distantes, porque mi música ha evolucionado, pero hay conexiones a nivel motívico y temático”.
No le resulta fácil a Eduardo identificar las influencias de su música, pues considera que ha conseguido un estilo muy personal. “Mi obra para guitarra, por ejemplo, se diferencia muchísimo de la que se hacía antes, por la elaboración de las texturas, el tratamiento del color, del timbre, los rasgueados tan particulares, las relaciones interválicas... Busco sobre todo el lirismo y el contraste. Yo pongo la guitarra a cantar como si fuera un violín, como si fuera un violonchelo. Creo que soy un compositor que pocas veces aburro, porque doy mucha importancia al contraste. No sé si eso es una virtud o un defecto, pero establezco realmente muchos materiales contrastantes dentro del discurso para que este sea mucho más atractivo". Eduardo piensa que las vanguardias de los 60 y los 70 “fueron una moda impresionante y una novedad extraordinaria, pero se ha quedado en eso y lo más interesante en la actualidad es que hay una convivencia, hay una confluencia de dimensiones estéticas diversas, eso es lo que enriquece realmente este siglo XXI. Como estudiante tuve que trabajar todas estas estéticas y todas estas tendencias de los 60 y los 70, pero lo hice como ejercicios, luego uno elige. Y yo lo hice en libertad: mi música es atonal, contemporánea, de este siglo, pero tiene unas características muy específicas, un lenguaje muy lírico, muy melódico, con entonaciones muy precisas y muy características que definen mi expresión estética. No es una música efectista, no trabajo la gestualidad, ni la aleatoriedad; a mí siempre me gusta que mi música sea reconocida como es, con las notas reales que son, independientemente de la interpretación de cada ejecutante”.
La antología se ha publicado en el sello Nibius, heredero de Verso, donde editó Morales-Caso su primer álbum en España, y las tomas elegidas son muy especiales, ya que son tomas hechas por los propios intérpretes, “a veces en los estrenos, a veces en sus casas; me las han cedido generosamente. Por ejemplo, en la de María Esther Guzmán suenan unos pajaritos de fondo, me encanta eso. Tengo que citar sin más remedio a Luis del Toro Modolell, el ingeniero de sonido que ha hecho la masterización, un trabajo impresionante por el que le estoy muy agradecido”.
ELEVEN ANGELS
Eduardo Morales-Caso (1969)
Nibius (2 CD)
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