Los dinosaurios de Spielberg no se extinguen
'Jurassic World. El renacer' | Crítica

La ficha
*** 'Jurassic World. El renacer'. Acción, EE UU, 2025, 134 min. Dirección: Gareth Edwards. Guion: David Koepp. Música: Alexandre Desplat. Fotografía: John Mathieson. Intérpretes: Scarlett Johansson, Mahershaa Ali, Jonathan Bailey, Rupert Friend, Manuel García-Rulfo.
Para la historia del cine Parque Jurásico fue en 1993 un hito histórico por motivos técnicos, al fundir con una perfección nunca vista lo analógico y lo digital, los dinosaurios robóticos y la animación por ordenador; por motivos económicos, al convertirse en la película más taquillera de la historia del cine hasta entonces; y por motivos artísticos, siendo la mejor película de monstruos prehistóricos desde el King Kong de 1933.
Para quienes fuimos niños en los años 50 fue el regreso de las películas de monstruos más o menos prehistóricos que nos fascinaron: El monstruo de los tiempos remotos (1953, Lourie y Harryhausen), Godzilla (1954, Honda), Surgió del fondo del mar (1955, Gordon y Harryhausen), El rey de los monstruos (1955, Oda), Los hijos del volcán (1956, Honda), La bestia de otro planeta (1957, Juran y Harryhausen), El mundo perdido (1960, Allen) o Gorgo (1961, Lourie); además de la visualización más perfecta de El mundo perdido que el gran Conan Doyle publicó en 1912, el cine adaptó ya en 1925 con efectos de Willis O’Brien y muchos leímos al volver a editarse al calor del éxito de la versión de Irvin Allen de 1960 (aunque al inspirarse en ella Michael Crichton, el autor de la novela que Spielberg compró antes de que se editara en 1990, trasladó la acción de una meseta salvaguardada del tiempo a un parque de atracciones, tema que en versión robótica ya había tratado en 1973 en Almas de metal).
Desde aquel ya lejano 1993 hasta hoy los dinosaurios spielbergianos se han exprimido en las secuelas de 1997 (El mundo perdido, Spielberg) 2001 (Parque jurásico III, Johnston), 2015 (Jurassic World, Trevorrow), 2018 (Jurassic World: el reino caído, Bayona) y 2022 (Jurassic World: Dominion, Trevorrow). Todas entretenidas y espectaculares, por supuesto. Algunas muy taquilleras. Pero ninguna superior a la primera. Tampoco lo es esta, escrita por David Koepp, guionista de confianza de Spielberg que escribió con Crichton el guión de la obra maestra del 93 y de El mundo perdido, cuyo título reconoce la deuda con Conan Doyle, única secuela que dirigió Spielberg, además de los guiones de La guerra de los mundos, Indiana Jones y el reino de la Calavera e Indiana Jones y el dial del destino. La dirige el británico Garret Edwards que llega al universo jurásico avalado por Monsters (2010), Godzilla (2014), Rogue One: Una historia de Star Wars (2016) y The Creator (2023). Un profesional eficaz y disciplinado, pero poco creativo.
No aburre, faltaría más. Es hasta exageradamente espectacular en la multiplicación, variedad y evolución de los bichos
Por desgracia el guión es repetitivo en su mezcla de quienes intencionalmente -a causa de supuestas investigaciones científicas que ocultan sucios intereses farmacéuticos- o accidentalmente -a causa de otro, y ya van unos cuantos en varias entregas, accidente- quedan a merced de los dinosaurios. El lote está formado -ninguna sorpresa- por una audaz mercenaria, un canalla que oculta sus verdaderas intenciones, un aventurero que pone su barco al servicio de la causa, un científico sabio y despistado, y las inevitables víctimas (con pasado de divorcio traumático, marca de la factoría Spielberg presente en casi todas sus películas cuyo origen por fin desvelaron Atrápame si puedes y sobre todo Los Fabelman) que acaban accidentalmente unidos a la expedición.
No aburre, faltaría más. Es hasta exageradamente espectacular en la multiplicación, variedad y evolución de los bichos: a menos guión, más dinosaurios, como se demuestra en que conforme la serie ha avanzado haciéndose más rutinaria se ha multiplicado la presencia de dinosaurios, que era sorprendente e inteligentemente discreta en la primera y magistral entrega: poco más de 15 minutos de los 127 que dura. Tiene apuntes divertidos, otros de lograda tensión, muchos de espectáculo que se justifica a sí mismo por la exhibición técnica y algún detalle que roza lo gore (ya no basta el aliento de un bicho empañando el cristal de la puerta de una cocina para poner los pelos de punta, secuencia cumbre aquí homenajeada al igual que Tiburón en su cincuentenario). Scarlett Johansson se gana el sueldo, Mahershala Ali compone un convincente retrato de aventurero y Rupert Friend el de un malo que mueve los hilos hasta que las marionetas se le escapan. Los demás, simplemente, están allí.
La extenuante banda sonora de Alexandre Desplat, tan funcional, tan hábil, tan profesional y tan camaleónico como siempre, es espectacular (aunque acierta más cuanto más intimista se pone y se deja de trompetazos y aporreos de percusión), pero queda en evidencia cada vez que cita el tema de John Williams. Como la propia película si se la compara con la del 93. Eso sí, es un perfecto artefacto de verano diseñado para consumirse con aire acondicionado, refresco y palomitas o, mejor, con pipas en el cine de verano de una playa. Y un más perfecto -vistos los primeros datos de taquilla- generador de ingresos. 32 años después los dinosaurios de Spielberg no se extinguen.
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