Cultura

El cine del barrio

Fiel a su cita anual, el cine español se acerca al extrarradio de los barrios periféricos para tomarle el pulso a la otra realidad social (que se suele decir), y no vale ya justificar que se trata de una realidad que no suele aparecer en la pantalla porque no hay temporada en que no se estrenen varios títulos del mismo corte.

Inevitable cruce estándar de documentalismo de superficie y escritura dramática apretada y con tuerca, o lo que es lo mismo, calco de la fórmula blanda fijada por Fernando León y sus epígonos desde los días de Barrio, puesta al día a su vez de la tradición del desarraigo de Carlos Saura (Deprisa, deprisa) o Eloy de la Iglesia (El pico), El truco del manco, primer largometraje del hasta ahora realizador de videoclips Santiago A. Zannou, visita las duras calles del barrio obrero y multicultural, su topografía de pasadizos de hormigón, paradas de autobús y otros no-lugares, para contar la historia de superación y amistad de dos supervivientes del apocalipsis y la marginalidad urbanas: El Cuajo, un joven gitano que padece una distrofia muscular y que se dedica al trapicheo (interpretado por El Langui, líder del grupo rapero La Excepción), y Adolfo, un mulato que aspira a dejar las adicciones para ser productor musical (Ovono Candela).

Ambos pasean las aceras, los descansillos y las trastiendas con sus respectivas cruces a cuestas, buscando una salida del arroyo con el sueño de un estudio de grabación que los ponga en el buen camino y canalice su talento desaprovechado. Sin embargo, el guión de Zannou no se lo pone fácil, apuntando siempre hacia la tragedia trazada con escuadra y cartabón, por más que el aparente naturalismo del paisaje, las interpretaciones y la autenticidad callejera de los diálogos, a veces varios puntos por encima de volumen, puedan hacer pensar que estamos ante el retrato crudo de la vida misma.

A pesar de algunos fogonazos, o de la intensidad y el esfuerzo que El Langui (candidato a Goya) le pone al asunto, la cinta sucumbe empero a las estrecheces de su estructura cerrada y demasiado escrita y a un tipismo de lo marginal que a veces raya en lo evidente. Todo sea por buscar una salida airosa y positiva y darle un quiebro al probable desastre de la realidad por la vía de la fraternidad entre colegas.

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