Cultura

Las canciones del porvenir

  • Ha transcurrido un cuarto de siglo desde su edición original, pero 'La canción de Juan Perro' resiste al paso del tiempo y se muestra aún tan vibrante como entonces

Un buen día, allá comienzos de 1987, las calles de las principales ciudades españolas amanecieron empapeladas con unos carteles sin leyenda. Era una misteriosa foto en blanco y negro que mostraba a cinco tipos mal encarados. Ni una pista más. Por lo general, uno pasaba junto a aquellos grandes pósters y seguía camino sin caer en la cuenta. Pero si paraba, a poco que estuviera al tanto de lo que sonaba en la radio de la época, entonces reparaba. Tal era el grado de penetración que Radio Futura, un grupo independiente felizmente asimilado por el ámbito mainstream, había logrado en el mercado de la música popular española. Un caso singular con improbables paralelismos contemporáneos.

En efecto, ése del centro era Santiago Auserón. A su derecha se ubicaban su hermano Luis y el ya desaparecido Enrique Sierra; a su izquierda, dos nuevas incorporaciones cuyos nombres no tardaríamos en conocer: el teclista Pedro Navarrete y el baterista Carlos Torero. Aquella foto sin leyenda no sólo certificaba el notable grado de popularidad alcanzado por la banda tras sus dos últimos discos -el segundo cronológicamente, La ley del desierto / La Ley del mar (1984), y el tercero, De un país en llamas (1985)-, una circunstancia explotada con acierto y originalidad en la campaña de promoción, sino que también servía como carta de presentación de la nueva formación y hasta como avance de la declaración de intenciones que nos aguardaba: ésta es la nueva Radio Futura.

Con el aperitivo de la calurosa 37 grados en forma de sencillo, La canción de Juan Perro convirtió en canciones -gran parte de ellas, memorables- algunas de las ideas que el paso del tiempo sedimentó como sana y fructífera obsesión en la cabeza y obra de Santiago Auserón -junto a sus discos en solitario, su ensayo El ritmo perdido (Península, 2013), en torno a la invisibilizada huella de la negritud en la música española, es la mejor prueba de ello-.

Convencidos ya durante la grabación de De un país en llamas de la necesidad de "convertir a Radio Futura en un grupo que pudiera ofrecer algún color de nuestra tradición", los Auserón y Sierra -el grupo, más allá de las idas y venidas- se esforzaban con ahínco teórico y trabajo de campo en la fuga desde territorios comunes hacia terrenos que, sin renunciar a su tiempo, resultaran reconocibles por su acento propio. No había ruptura con esos dos mayúsculos discos previos antes citados, sino exploración, expansión y conquista.

Y funcionó. Comercialmente, al comienzo, lo hizo en términos similares a sus entregas previas -el despegue de cifras aguardaría a la publicación de Escueladecalor. El directo de Radio Futura (1989)-, aunque luego los años terminarían por convertirlo en el disco más popular de la banda. Pero, además, como detonante artístico provocó un seísmo equiparable: no fue, ni mucho menos, un disco pionero del rock latino -una indocumentada boutade repetida estos días con la ligereza habitual-, aunque sí la perfecta aplicación de muchos de los presupuestos éticos y estéticos de la nueva ola en la construcción de un rock hispano capaz de casar con profundidad literaria métrica castellana y ritmos negros -principalmente, norteamericanos y jamaicanos; lo de Cuba, ya sabe, vino luego-.

El 25 aniversario de aquella gesta -" La intuición de que se podía trenzar un rock de sonido global con mimbres propios", apunta con tino Diego A. Manrique en un texto introductorio- bien merecía ser celebrado, y en Sony Music España, propietaria hoy de los derechos de aquel disco para RCA, no sólo parecen convencidos de ello, sino también del potencial comercial de la operación. Sobre todo si se hace con el mimo, el mismo aplicado en su día al Cantecito de Kiko Veneno, que revela esta edición especial, compuesta por tres discos -tanto en versión CD como vinilo- y libreto ad hoc.

El primero de ellos es La canción de Juan Perro casi como lo conocimos en su día. Al álbum original grabado en Nueva York durante cinco semanas -con el británico Jo Dworniak convertido ya en productor de cabecera y colaboraciones del fallecido percusionista cubano Daniel Ponce y los metales de The Uptown Horns- se añade como propina la versión extendida y rapeada de La negra flor, Paseo con la negra flor, cara B del maxi homónimo del 87 y aún mayor éxito con la lectura en vivo de Escueladecalor.

Sobre la vigencia de su corpus, ése que encarnaban y encarnan canciones como En un baile de perros, A cara o cruz, la mencionada 37 grados o la fantástica adaptación de Edgar Allan Poe en Annabel Lee, quizás no quepa decir nada mejor que lo obvio: quienes las grabaron, y quienes entonces las escuchamos entusiastas, hemos envejecido; ellas no. Ahí siguen, lozanas y zalameras, tan tersas y vibrantes un cuarto de siglo después.Es más, como escribía Jesús Ordovás en 1989, en el prólogo a un libro-álbum dedicado al grupo publicado por Ediciones Cúbicas, "el éxito de Radio Futura se debe a haber sabido crear unas canciones que, además de lograr un impacto inmediato en la gente, van cobrando más sentido y fuerza con el paso del tiempo". Y el tiempo, desde luego, le ha dado la razón.

El segundo disco es un auténtico regalo para completistas, pues rescata las tantas veces citadas maquetas preparatorias del álbum, grabadas ya junto a Dworniak en Madrid en un pequeño estudio propiedad de RCA. Con un orden diferente al que finalmente figuraría en La canción de Juan Perro, son las mismas canciones esbozadas por el grupo tocando al unísono, "con muy pocos retoques", como explica Santiago Auserón en una entrevista genérica difundida por Sony Music España, al igual que otra a su hermano Luis, con motivo del lanzamiento. Aquellos bocetos funcionan hoy en un doble plano: por un lado, documentan la concienzuda elaboración del trabajo -todas las líneas maestras están ahí-; por otro, ponen en su justo valor los brillantes arreglos de metal de las versiones definitivas, firmados por Jim Biondolillo, y el soporte rítmico de Ponce.

Valor documental aporta también el tercer disco, un directo grabado en Alcalá de Henares en 1988, justo tras la reincorporación de Enrique Sierra tras otro de sus ingresos hospitalarios a consecuencia de la enfermedad renal que, finalmente, provocaría su fallecimiento el pasado año -a él va dedicada esta edición especial-. Grabado unos meses antes de Escueladecalor, muestra al mismo grupo imparable, lanzando con puntería un repertorio que también rescata canciones de La ley del desierto / La ley del mar -Escuela de calor y Semilla negra- y De un país en llamas -En el chino y No tocarte-. Una guinda que sumar, pero con bastante mejor sonido, al pastel de directos que circulan por internet.

Por su parte, el cuidado libreto recopila dos piezas ya conocidas, el célebre manifiesto Por qué lo hemos hecho, firmado por Santiago Auserón en el 87, y la preciosa adaptación al cómic que Max hizo de El canto del gallo.

En resumen, y más allá del valor sentimental para quienes asistimos a su edición original, estamos ante el rescate ampliado de uno de los discos más significativos de la historia del rock en español, una apabullante colección de canciones ajenas al calendario.

Radio Futura. Reedición. Sony Music . 3CD / 3LP

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