Las bodas de oro de Woody Allen

En 1966 vio la luz 'What's Up, Tiger Lily?', primera irrupción del neoyorquino en el cine como director Con 'Irrational Man' son ya 45 largometrajes tras la cámara

'What's Up, Tiger Lily?'.                Es la primera película dirigida por Woody Allen. La dobló, cambió el montaje, la banda sonora y creó una compleja trama centrada en una receta de ensalada de huevo.
'What's Up, Tiger Lily?'. Es la primera película dirigida por Woody Allen. La dobló, cambió el montaje, la banda sonora y creó una compleja trama centrada en una receta de ensalada de huevo.
J. Enrique Ávila Granada

24 de marzo 2016 - 05:00

Woody Allen es esa persona que si hubieras conocido cuando tenía 15 años la hubieras imaginado en el futuro como jardinero. El cineasta neoyorquino, al que a veces parece que le han escrito escenas los niños pequeños, es un maestro del cine capaz de mantenerse 50 años seguidos tras la cámara. A película por año.

Le aconsejaron ir al psiquiatra, lo probó y le gustó tanto que decidió ir toda su vida. Hay muchos 'Woodys Allens', pero para entender al cineasta hay que saber cómo desembocó en el medio, que se convirtió en el lugar idóneo para juntar todas sus dotes: el comediante, el autor de escritos informales para el New Yorker y el clarinetista, algo a lo que le hubiera gustado dedicarse más que al cine.

Para comprenderlo es imprescindible viajar en el tiempo a su infancia en Brooklyn, donde tuvo su primera experiencia cinematográfica con Blancanieves a la edad de 3 años. Era un barrio donde la vida era diferente después del crack del 29, donde las familias vivían juntas. Un espacio lleno de cines a los que acudía religiosamente una o dos veces por semana y a diario en verano. Sin referencias paternales en cuanto al mundo del espectáculo, su padre fue un pluriempleado anónimo y su madre trabajó en una floristería. A lo largo de su vida le acompañaría todo lo relacionado con su religión judía, plasmada en múltiples filmes, además del psicoanálisis que le recomendó uno de sus profesores que le dijo que no valía para estudiar en la New York University.

Una vez en el medio empezó a gestar su humor sofisticado en detrimento del slaptick de las películas del Gordo y el Flaco. Allen se decantó por Buster Keaton, se enamoró de Chaplin por cómo retrataba la vida y luego se reía de ella. Y sobre todo por Groucho Marx, con quien mantuvo una gran amistad y a quien rindió homenajes velados en cintas como Annie Hall, con la frase "nunca sería socio de un club que aceptase a miembros como yo". Su aprendizaje en la comedia seguiría con el maestro Lubistch o Sturges y luego se fascinaría por la dirección de Billy Wilder. En sus devaneos por la obsesión con la muerte daría con un socio -Ingmar Bergman- cuando asistió a la proyección de Un verano con Mónica. De hecho tuvo una aparición notable en el documental Descubriendo a Bergman no hace mucho tiempo. Un estilo de cine europeo que le enamoró al igual que los Fellini y Renoir. De toda ese amalgama surgiría una combinación entre la fantasía de lo americano y los relatos más cotidianos del viejo continente, donde sus películas siempre han sido bastante más exitosas que en su país natal.

What's Up Tiger Lily? (1966) es probable que no sea muy conocida entre los más cinéfilos, pero se trata de la primera incursión en el cine como director del maestro neoyorkino. Codirigida con Senkichi Taniguchi, llegó un año después de haber escrito su primer largometraje para cine, ¿Qué tal, Pussycat?, en la que también participó como actor.

What's Up, Tiger Lily? surgió de una película japonesa, Kokusai himitsu keisatsu: Kagi no kagi, dirigida por su compañera Senkichi Taniguchi, en la que el protagonista pretende conseguir a toda costa la mejor ensalada de huevo del mundo: las típicas historias del Woody Allen de los inicios. El año de su debut conoció a dos personas que serían clave en su carrera, Jack Rollins y Charles Joffé, los productores de todos sus filmes hasta que dejaron el planeta. De hecho, su largometraje de 2016 será el primero en el que ninguno de los dos colabore.

Después le seguiría The World: Color It Happy (1967), un telefilm en el que también participó como actor el mismo año que figuró en Casino Royale, una parodia sobre James Bond en la que compartió elenco con los míticos Orson Welles y Ursula Andress. Es el triángulo de inicio del neoyorkino, proyectos de discretos resultados hasta que llegó el comienzo de verdad con Toma el dinero y corre, donde da rienda suelta a su pirotécnia fácil de chistes sencillos; era el comediante metido a cineasta obteniendo cierto éxito. En esta línea continuó con Bananas,La última noche de Boris Grushenko o El dormilón hasta llegar a Annie Hall, el punto de inflexión del genio. La película ganó el Oscar en 1978, un premio que no fue a recoger, unos dicen que porque tenía ensayo con su banda de jazz, otros porque simplemente no le apetecía ir. Y aunque luego se haya llevado 14 nominaciones en sus guiones y ganó de nuevo la estatuilla por Midnight in París, tampoco fue a recogerla.

Una época en la que ya no triunfa en Estados Unidos, sólo sobrevive, mientras que es venerado en Europa, donde lleva años realizando bellas postales de cada ciudad. Una de ellas es la londinense Match Point, dentro de la trilogía que completan Scoop y el Sueño de Casandra, cintas de menos calado en el público. De ahí un salto a la Ciudad Condal con la famosa Vicky Cristina Barcelona, donde se consolidaba ese binomio Allen-Johansson que llevó a la actriz a afirmar que está el primero en la lista de sus directores. Fue un rodaje que no estuvo exento de problemas: su coche no podía pasar por puentes por sus fobias e hipocondrías, aspecto este bien relatado en cintas como Hanna y sus hermanas y que forman parte de su marca personal. Mucha gente acabó quemada con su actitud en el rodaje porque abandonaba el set cuando le venía en gana y dejaba al mando al ayudante de dirección y al director de fotografía, a veces los dos únicos imprescindibles en la filmación de un largometraje. Con críticas desiguales, dejó el gran legado del Oscar de Pe.

Después turno para París y Roma. Allen ha hecho a través de su cine ciudades icónicas, Nueva York por descontado. Urbes en las que las oficinas de turismo han tenido hecho el trabajo por un tiempo largo. Al maestro le encanta España y es venerado en Gijón, donde le esculpieron una estatua. Es un país donde se siente cómodo desde su primera visita, cuando acudió al Festival de Jazz de San Sebastián. Después se fue al restaurante de Arzak y le pidió un huevo duro con su habitual frugalidad, aunque el cocinero le preparó una delicatessen de huevos con chistorra y dátiles, un plato que repitió hasta tres veces. Estuvo en Granada en 2008 para actuar en el Palacio de Congresos. Aquí tuvo menos fortuna y tras una excursión gastronómica tuvo que quedarse indispuesto en el hotel Nazaríes mientas su esposa hacía la inexcusable visita a la Alhambra, que se quedó sin la firma del cineasta en su libro de honor, aunque conociendo su moderación, es posible que no hubiese sido más que un autógrafo.

Dicen que la vida de las personas es el reflejo del interior de cada uno y en este episodio tampoco se escapa Allen de lo que podía ser un autoguión en el que es protagonista, otra vez, de sus típicas historias. Asuntos con acusaciones de posibles abusos a una de sus hijas, polémicas en la prensa y quizás la incomprensión de haberse complicado tantísimo su vida en este campo. La primera gran mujer de su biografía Diane Keaton, para pasar después a los brazos de Mia Farrow y acabar con la hija adoptiva de esta última, la surcoreana Soon-Yi Previn a la que le saca 35 años

Con 80 años sigue enfrascado en mil proyectos y el nuevo sistema de producción televisiva ha llegado hasta sus manos, con una serie producida por Amazon en la que contará con Miley Cyrus y Elaine May que tratará con un componente metanarrativo, pues contará la historia de un novelista (probablemente interpretado por Allen) que acepta el encargo de escribir una serie para TV. Antes, a finales de este año, podremos ver su nuevo largo protagonizado por Jesse Eisenberg, Kristen Stewart, Blake Lively y Steve Carell. Así que Allen gozará de la 'eternidad' en el celuloide cuando deje este mundo, amado por unos y odiado por los amantes de la pirotecnia cinematográfica y los efectos especiales que lo tachan de hacer lo mismo siempre; nada más lejos de la realidad. Nada tiene que ver Bananas con Poderosa Afrodita, nada tiene que ver Un final made in Hollywood con Septiembre ni esta con La Maldición del Escorpión de Jade. Todas tienen sus respectivas dosis de humor, pero es un cineasta poliédrico dentro de su espectro, con resultados desiguales pero tan respetable como los clásicos.

Una cinta un tanto olvidada -pero que vale su peso en oro- es Zelig, una magistral película que fue muy bien recibida por la crítica -algunos la consideran el mejor trabajo de Allen- y no tanto por el público, aunque luego se convirtió en un filme de culto para los seguidores del neoyorquino. La mezcla de ficción y documental para contar la historia de un personaje real en su irrealidad entronca con el Allen más influenciado por el existencialismo. Leonard Zelig se mimetiza con las personas que se le acercan, cambia su apariencia adaptándose al medio en el que se desenvuelve, un personaje que le va como anillo al dedo a Woody, que hizo una de las interpretaciones más celebradas de su carrera como actor, por la que ganó el David de Donatello italiano y fue candidato a los Globos de Oro.

Poco a poco se ha ido apartando de la interpretación, dando oportunidades a otros sabiendo cuál es su rol. Una de sus últimas interpretaciones fue en Aprendiz de Gigoló, lo que fue recibido con sorpresa en primera instancia y con una decepción comprensible tras su visionado.

Los más acérrimos siempre están pronosticando cuando será la última aparición del neoyorkino, algo tan impredecible como la vida misma. Aislado del mundo continuará hasta no se sabe cuándo un hombre de 1,65 de altura que sigue escribiendo sus guiones con una máquina de escribir de las de antes, tecleando al dictado de su imaginación. Ahí empezó todo y, cerrando el círculo, es posible que ahí siga un hombre que no tiene días de descanso.

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