Maldita la gracia (que tiene la vida)

Una imagen de la última comedia existencial del cineasta sueco Roy Andersson.
Una imagen de la última comedia existencial del cineasta sueco Roy Andersson.
Manuel J. Lombardo

30 de mayo 2015 - 05:00

Comedia, Suecia-Noruega-Alemania, 2014, 101 min. Dirección y guión: Roy Andersson. Fotografía: István Borbás, Gergely Pálos. Intérpretes: Holger Andersson, Nils Westblom, Charlotta Larsson, Viktor Gyllenberg, Lotti Törnros, Jonas Gerholm, Ola Stensson, Oscar Salomonsson, Roger Olsen Likvern.

ELa publicidad redimió del primer fracaso autorial y enseñó al sueco Roy Andersson que el mejor camino para explicar el absurdo de la vida pasaba por el artificio escenográfico y el control férreo de los elementos, por el diseño del plano como marco para la puesta en escena de la duración, la repetición y el tempo de la comicidad más infantil y primaria, por la decoloración, la máscara y el maquillaje como recursos para transformar cuerpos extraños y rostros singulares en payasos de una función para adultos en la que el patetismo era el camino para desvelar las profundidades, la ridiculez y contradicciones del alma expuestas a una mirada impúdica, distanciada y cómplice.

León de Oro en Venecia, Una paloma se posó en una rama a reflexionar completa la trilogía iniciada con Songs from the Second Floor y La comedia de la vida en la que la plantilla de un modelo formal que tal vez se sabe ya finito va encontrando variaciones y cambios dentro de un mismo universo de viñetas tragicómicas sobre aquello que interesa a Andersson y que es, en realidad, aquello que a todos nos atañe: a saber, qué hacemos aquí, de qué nos reímos con la que está cayendo, por qué estamos tan solos, cuán difícil es ser medianamente felices y de qué forma podemos protegernos de las agresiones de la vida sin perder la dignidad en el intento.

En todo caso, hay algo que parece ya agotado o demasiado exprimido en esta tercera entrega, una cierta rutina que tal vez no deje respirar al plano y sus elementos como en ocasiones anteriores, aunque Andersson sabe también ganarnos el pulso empezando su función de circo por todo lo alto, arrancando la carcajada a las primeras de cambio, donde se apunta también lo que tal vez sea lo más parecido a una pareja de protagonistas en todo su cine, para llevarnos a un terreno de sombras y pesadillas diurnas en el que los tiempos se solapan y la Historia se despierta a caballo para darnos una coz y recordarnos que se avecina el inicio de un nuevo ciclo, quién sabe si peor.

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