Cultura

'Made in Taiwán': el cine según Edward Yang

  • 'Nosferatu', una de las revistas de cine más serias y rigurosas, inicia una nueva etapa editorial

Nosferatu, una de nuestras revistas de cine más serias y rigurosas, dice adiós a su antiguo formato para iniciar una nueva etapa editorial que se abre con dos libros monográficos dedicados, respectivamente, a Raoul Walsh y al cineasta taiwanés recientemente fallecido Edward Yang (1947-2007), cuya trayectoria y constantes se encarga de coordinar Jaime Pena con la participación de autores habituales en este tipo de publicaciones como Carlos Losilla, Ángel Quintana, Santos Zunzunegui, Alberto Elena, Roberto Cueto, Carlos F. Heredero, Álvaro Arroba, José Manuel López, José Luis Castro de Paz y Luis Miranda.

Principal representante de la Nueva Ola del cine taiwanés junto a Hou Hsiao Hsien (El maestro de marionetas, Millennium Mambo) y prácticamente inédito en nuestro país, donde sólo se ha estrenado su última y hermosa película, Yi yi (2000), con la que el cineasta obtuvo el premio al mejor director en Cannes, Edward Yang emerge, a pesar de su condición apátrida y cosmopolita, como el gran retratista del Taiwán contemporáneo a través de títulos como That day, on the beach (1983), Taipei Story (1985), The terrorizer (1986), A brighter summer day (1991), A confucian confusion (1994) o Mahjong (1996), cintas en las que, a través de los géneros o de una particular revisión del realismo, se deja sentir un profundo humanismo bajo un prodigioso dominio de la narración y una desbordante capacidad para trasladar la vida a la pantalla: "siempre me ha parecido -comentaba Yang- que el cine y el arte no tienen que ver con la nacionalidad, sino con la humanidad. Lo que estamos haciendo es ofrecerle al espectador la posibilidad de vivir otra vida".

Nacido en Shanghai, Yang se traslada a Taiwán con quince años. Aficionado al cómic y al cine desde muy joven, el futuro director inicia estudios de ingeniería electrónica, formación que completa en Estados Unidos a partir de 1974. Su contacto profesional con el cine se produce en 1981, cuando participa en el guión de The winter of 1905, filme para la televisión taiwanesa con el que regresa a su país para dedicarse a la que era su gran vocación. Un año más tarde dirige uno de los episodios de la cinta colectiva In our time (1982), película que inauguraba oficialmente la Nueva Ola taiwanesa y a partir de la que se reivindica la herencia del cine moderno (de Antonioni a la nouvelle vague) como nuevo lenguaje para el acercamiento a la cambiante realidad local.

Su corta filmografía, siete títulos entre 1983 y 2000, podría agruparse entre filmes urbanos y comedias negras que retratan la sociedad del Taipei de los años noventa, una catalogación que se queda corta para describir el vuelo lírico de sus dos grandes obras maestras, A brighter summer day y Yi yi, filmes rodados desde la independencia y lejos de las tendencias de la industria.

En la primera, Yang recrea el año 1960 con reminiscencias autobiográficas para retratar el ambiente social, cultural y político de una época a través de la historia de unos adolescentes descarriados cuyas andanzas, relaciones y amoríos traslucen la deriva desarrollista y la confusión del propio país. A partir de un suceso real, los estilizados y distantes cuadros de A brighter… componen una gran estructura narrativa de casi cuatro horas repleta de ecos y resonancias internas en los que cohabitan la Historia colectiva y la tragedia individual.

Mucho más vitalista, serena y luminosa, fordiana incluso, aunque también atravesada por el desgarro de la muerte, Yi yi propone una visión del mundo ajustada a la recobrada mirada optimista de su autor, que parecía reconciliarse con la vida y con su país en la encrucijada del cambio de siglo. Como ha señalado el crítico, cineasta y amigo Olivier Assayas, "Yi Yi desveló maravillosamente la fecundas contradicciones del cine de Yang, logrando esa sorprendente unión en la que, por vez primera, una película china completamente desprovista de exotismo, plenamente fundada en la humanidad universal, para lo mejor y lo peor, alcanzaba a un público occidental que se reconocía en sus personajes, un público en el fondo emocionado y confuso al contemplarse en ese lugar".

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