Cultura

Little Walter

  • Hace medio siglo moría una de las figuras del blues que más contribuyó a dar forma al rock and roll. Y lo hizo con una armónica

LittleWalter

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Fue una pelea callejera, una más, dentro de la rutinaria borrachera de cada noche. Pero sería la última. Tras esa pelea, tras esa borrachera, un 15 de febrero como hoy, una trombosis cerebral se llevaba a Marion Walter Jacobs, más conocido como Little Walter. Si alguna vez usted ha intentado aprender a tocar la armónica con cierta insistencia, es seguro que ha intentado ejecutar piezas suyas. Porque Little Walter convertía en su boca la armónica en un órgano y en sus 37 años de vida fue uno de los revolucionarios fundamentales de la música. Bonito logro para alguien de quien, medio siglo después, casi nadie se acuerda si es que alguna vez lo conoció.

Little Walter fue un Johnny B. Goode más de la vida, un talento innato que abandona su Luisiana natal, en el pueblo de Marksville, para vagar por las carreteras pasando noches al raso donde va perfeccionando su técnica con otros negros. Su paso por Nueva Orleans le hace convertirse en un músico maduro que cuando llega a Chicago está listo para los galones. Sin él, es difícil hablar del sonido de Chicago y el sonido de Chicago en la historia de la música del siglo XX es hablar del blues con mayúsculas.

Su aliado en la mítica calle Maxwell del Chicago de los 50 fue el gran Muddy Waters

Pero que Little Walter deba tener un lugar de honor -y lo tiene en la salón de la fama del rock and roll- en la historia de la música popular es porque es uno de los eslabones perdidos, el puente que comunica dos músicas, el que hará que la música negra se asimile por los blancos. E incluso existe una fecha, 1952, cuando Little Williams graba para Checker su instrumental Juke. Fue el primer solo de armónica (no sé si habrá habido muchos más o incluso si habrá habido alguno más) que se encaramó al primer puesto de la lista de éxitos.

Sólo hacía seis años que se había asentado en la mítica calle Maxwell, donde se encontraban los clubes en los que cada noche la sangre azul del blues desgranaba sus delicias. Allí estaban Tampa Red o Big Bill Broonzy, pero el gran aliado que encontraría el virtuosismo de Little Walter fue el hombre sin el que no es posible entender la existencia de los Rolling Stones: Muddy Waters. Muddy Waters no sólo quiso siempre a su lado a Little Walter, sino que convirtió la armónica en el epicentro de su banda. Y a la armónica, una armónica cromática de doce agujeros, se hallaba esta boca privilegiada, mal hablada y siempre sedienta. Con Walter y Waters también iban Jimmy Rogers y Baby Face Leroy Foster, los cuatro tíos más chulos del barrio. Pusieron los clubes de Chicago boca abajo.

En los primeros 50, Walter llegó a gobernar las listas de éxitos de rhythm and blues. Por supuesto, acudía a grabar siempre que Muddy Waters se lo pedía, pero además grababa sus composiciones. Catorce de ellas alcanzaron los diez primeros puestos. El trato que le dio al gospel This Train, de Willie Dixon, es buen ejemplo de lo que era capaz de hacer este hombre.

Pero el alcohol marcó su decadencia. Sus últimos momentos de gloria fueron en la gira con los Rolling en Inglaterra, pero ya no era ni sombra del que era, uno de los inventores del rock.

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