Dicen que con sólo nombrar la petenera entre los gitanos muchos se santiguan. Sin embargo, siempre hay excepciones que caminan contracorriente o, simplemente, se apoyan en el arte más que en las leyendas. Es el caso de la cantaora Esperanza Fernández, gitana de Triana, cantaora camaleónica y versátil, capaz de rendir tributo a toda su familia y a los clásicos españoles, como de evocar a Utrera y Lebrija en un quejío. Y sin duda, un homenaje en su voz también para la senda que abrió para el cante femenino La Niña de los Peines, "la última mujer a la que le escuché una petenera". Contra los tópicos, Esperanza incluirá este palo en el recital "de corte tradicional" que ofrecerá esta noche en la Sala Joaquín Turina de la calle Laraña, que supone, además, la inauguración del veterano ciclo los Jueves Flamencos. Con todo, la intérprete no cree que sea un palo con "mal fario", más bien "un cante con mucha guasa, muy complicado". En la cita en el ciclo de Cajasol, la cantaora reunirá un puñado de cantes en los que pondrá, avisa, "el alma y el corazón", porque sólo así "hay verdad, aunque haya imperfecciones", y añade: "Si haces todo perfecto... para eso pones un disco".

Fandangos por soleá, taranta, petenera, mariana, alegrías, malagueñas y fandangos abandolaos, soleá y seguiriya, tango y un broche por bulerías interpretará la artista arropada por la guitarra, generosa y fiel de Miguel Ángel Cortés (Granada, 1972), que regalará un solo a mitad del recital. Un tocaor, escudero también en infinidad de recitales de Arcángel, que brilla en el segundo plano con la humildad de los grandes. "Hay gente que no aguanta la presión de no hacer nada y no sabe esperar el momento en que tienes que entrar... Yo toco para cantar porque realmente amo esta profesión.Y si me sale decir ole, lo digo, no me puedo aguantar".