Castella sale a hombros en la primera corrida picassiana



El signo distintivo de la corrida de Albarreal y del remiendo de Concha y Sierra, ha sido la falta de casta y la ausencia de fuerzas; circunstancias que unidas a lo desapacible de una tarde ventosa que comenzó incluso con unas gotas de lluvia, estuvieron a punto de dar al traste con el espectáculo que sólo se salvó de la mano de un Sebastián Castella, fiel a sí mismo, que no volvió la cara nunca y protagonizó, de lejos, los mejores momentos del festejo.
La lidia del toro que abría plaza comenzó entre protestas por su falta de fuerzas, hecho negativo que se sumó a unas rachas de viento que imposibilitaron la lidia y a la habitual falta de clase del primer espada Manuel Díaz. El cuarto de la tarde, de capa castaña, se refugió en las tablas ayuno totalmente de casta y El Cordobés participó de la función con sus recursos habituales que no son muchos.
Francisco Rivera recibió al primero de su lote, rodilla en tierra, con unas verónicas jaleadas. Tomó los palos y clavó con limpieza dos pares cuarteando y un tercero al violín. Molestó mucho el aire, el toro se defendió violento y con genio y la faena que comenzó ajustada, quedó en un voluntarioso intento. Frente al quinto, el mayor de los Ordóñez, volvió a coger las banderillas y esta vez marró en el intento. El toro llegó a la muleta sin trasmitir y la faena, aunque fue a más, no terminó de armarse. Se ajustó en el quite Sebastián Castella frente al tercero y luego galleó por chicuelinas para poner a un toro falto de fuerzas frente al piquero. En medio de un vendaval, brindó al respetable. Pero la faena no terminó de coger vuelos pese a la profundidad de las suertes iniciales porque el toro, muy sometido, se paró enseguida. Le había bajado la mano el diestro galo con auténtica torería, pero no tuvo en su enemigo la respuesta deseada. Entendió muy bien al sexto Sebastián y aprovechó la embestida más duradera de toda la tarde en una faena sobre las dos manos, muy firme y quieta la planta. Incluso se echó el viento, repitió el toro y el tercer espada ofreció a respetable una faena muy en su estilo con el arrimón como cierre. Suertes todas muy jaleadas por el público.
La I Corrida Picassiana estuvo a punto de irse al traste por los factores climatológicos negativos y la salvó un torero que en su primera comparecencia en nuestra plaza este 2009, ha dado la medida de su privilegiada situación en el escalafón.
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