Baile (y cante) en Jerez

Yerbabuena clausura una cita con noches memorables de Mercedes Ruiz y Belén Maya

Belén Maya, Felipe Mato, Jezús Méndez y Rafael Rodríguez en el Festival de Jerez.
Belén Maya, Felipe Mato, Jezús Méndez y Rafael Rodríguez en el Festival de Jerez.

13 de marzo 2011 - 05:00

El rostro transido, surcado por las cicatrices del tiempo. El pelo denso, echado hacia atrás, fijado en el tiempo por la gomina y la noche. Un drama que hoy, a sus 59 años, ronda la tragedia. Es Juan Moneo El Torta el que canta esta noche en Jerez. El local, Duende copas, es un cubículo abarrotado de infame sonido. La guitarra suena a rayos y la voz del cantaor, tan natural, tan flamenca, estalla en mil cuando se acerca al micro. Es uno de los conciertos del programa alternativo que han organizado diferentes espacios privados en el XV Festival de Jerez. En los márgenes de la programación oficial es donde crece la veneración al cante que siempre ha atraído a este festival a mujeres y hombres de todo el planeta. Miguel Poveda es la única excepción en una programación oficial que lleva 15 años centrada en la danza flamenca. El cantaor de Barcelona ofreció un amplio resumen del espectáculo con el que abrió la Bienal de Sevilla en 2010. Con todo, la obra sigue siendo algo pesada. No tanto por el tiempo, sino por ese continuo no parar. El cante flamenco exige también serenidad y oxígeno. Poveda no respira en toda la noche y vuela de Valderrama a Bambino, de Mairena a Morente sin solución de continuidad. Eso sí, lo que hace Poveda no lo puede hacer nadie hoy. Además, se hace su pataíta con gusto y convicción.

Entre los estrenos de este año destacó la Compañía de Belén Maya, con Rafael Rodríguez y Jesús Méndez. La hija de nuestro añorado Mario lleva unos años, unos cuantos espectáculos, en un estado de forma, de una madurez, asombrosa. Confortablemente instalada en un formato pequeño, íntimo, en el que poder dar rienda suelta a una libertad interpretativa que alcanza en Tres, la obra presentada en Jerez, uno de sus cúlmenes. La danza fluye con toda la naturalidad entre una guitarra y un cante con perfiles clasicistas. Porque Belén Maya ha encontrado el lugar en el que sus pulcras e hirientes geometrías, marca de la casa, se funden con naturalidad con los perfiles redondos del baile femenino de seducción, sensual, pleno de colores. Lo rudo y lo sofisticado, la campiña y la cibernética, en el mismo gesto, en una milésima de segundo. Como la vida misma. Inolvidables los momentos en que la pura respiración de la bailaora se convertía en la música de los planetas, la deliciosa sinfonía de las esferas. No se olvidó de la ironía pero esta vez surgió desde el éxtasis bailaor.

También estrenaron obra los jerezanos Leonor Leal, El Pipa y Mercedes Ruiz. Perspectivas es el nombre de la nueva propuesta de Ruiz en la que, pese a ciertas vacilaciones de puesta en escena, la jerezana parece haber encontrado el camino hacia la madurez artística. Sus formas, duras, se han redondeado. Ya no es el suyo ese baile terrible, crispado y agresivo. Afloran los silencios. Y, sobre todo, el goce. Mercedes Ruiz ha descubierto, en los dos años que llevaba sin presentar un nuevo espectáculo, la verdad del baile: que éste se inventó para celebrar la vida, la existencia. El dolor y la risa. No para asombrar con un ejercicio de virtuosismo sino para asombrarse por el hecho maravilloso de respirar. Así lo comprendimos en los tangos, rumbas y tanguillos que enfilan el final de Perspectivas hacia el puro placer.

La Farruca llegó por la convicción de su baile y el fuego de El Carpeta. Dice la bailaora que después de la gira que llevará a cabo con esta obra se retirará del baile. El japonés Shoji Kojima también estrenó en Jerez una Celestina coreografiada por Javier Latorre con música de Chicuelo. En Los conciertos de Palacio de Villavicencio destacaron las voces lozanas y pletóricas de Nazaret Cala y María Mezcle, una joven sanluqueña que ha debutado de la mano de Gerardo Núñez y que tiene condiciones para ser una de los grandes nombres de este arte.

Porque el Festival es un adolescente bien parecido, y el hecho de que surjan y crezcan programaciones paralelas pone de manifiesto que la cita no sólo es uno de las fechas en rojo del calendario flamenco sino que además es un factor dinamizador de la ciudad de Jerez en todos los sentidos. El Festival es un adolescente bien parecido y El Torta, a sus 59 años, un viejo. El pelo engominado, el rostro surcado, los ojos cansados, lo hacen parecer un busto mítico, la efigie irreal de una moneda.

stats