Una poética de la concisión
Cuentos completos | Crítica
Páginas de Espuma reúne los 'Cuentos completos' de Isaak Bábel en un espléndido volumen que reordena la narrativa breve e incorpora reportajes, diarios y relatos cinematográficos
La ficha
Cuentos completos. Isaak Bábel. Ed. y trad. Jesús García Gabaldón, Enrique Moya Carrión, Amelia Serraller Calvo y Paul Viejo. Páginas de Espuma. Madrid, 2021. 1.224 páginas. 39 euros
Como tantos otros lectores fascinados por la potencia, la honestidad y la delicadeza de los relatos de Isaak Bábel –en nuestro caso a través de la especial predilección que sentía por ellos el poeta Vicente Tortajada, nos lo recuerda el viejo ejemplar de Barral Editores–, descubrimos al gran narrador ruso de la mano de un libro que se convirtió en clásico desde el momento mismo de su publicación, Caballería roja, la obra más divulgada de un escritor que nunca encajó del todo en la literatura soviética pese a haber sido, antes de caer definitivamente en desgracia, símbolo de la Revolución tanto en la URSS como fuera de ella. En los relatos de ese maravilloso libro que se traduce ahora, de modo más ajustado al original, como Ejército de caballería, basados en la experiencia del narrador como corresponsal del regimiento de Budionny en la guerra polaco-soviética de 1919-1921, Bábel recreó con insuperable lucidez la devastación y la crueldad de cualquier guerra, sin dejar de compadecerse del sufrimiento ajeno y de reflejar el modo en que la humanidad celebra, incluso en pleno desastre, el milagro de la vida. Siendo un libro que no participaba de la épica revolucionaria, y que por lo mismo fue observado con desconfianza por el régimen bolchevique, tuvo un impacto tremendo en los inicios de la nueva era e hizo de su autor una celebridad, tolerada a regañadientes hasta que su disidencia más o menos expresa lo llevó a formar parte del nutrido registro de las víctimas de Stalin. Los lectores en español conocíamos otras obras de Bábel, como los Cuentos de Odesa, Historia de mi palomar o el Diario de 1920, pero nunca hasta ahora habíamos podido acceder a muchas otras que forman con aquellas un conjunto literalmente ineludible.
Basada en la edición rusa de Ígor Sujij, que reunió todos los cuentos conocidos de Bábel, repartidos en doce libros publicados o proyectados, en ocho ciclos temáticos, la española de Páginas de Espuma ha recurrido a un equipo de nuevos traductores –Jesús García Gabaldón, Enrique Moya Carrión, Amelia Serraller Calvo y Paul Viejo– cuyo trabajo se materializa en un volumen monumental, que amplía con mucho nuestro conocimiento de su literatura. Los editores han seguido un criterio que califican de "inclusivo", en tanto que amplía el repertorio de la narrativa breve con piezas de otros géneros, el reportaje, el ensayo, el diario o el guion cinematográfico, en los que Bábel no dejó de cuentizar, sumando además los esbozos y variantes de los relatos publicados o póstumos y los cuentos añadidos por el propio autor a las primeras ediciones de sus obras. Fruto de este esfuerzo admirable, tenemos por primera vez acceso a una producción de altísima calidad en la que los textos no propiamente narrativos, por ejemplo los artículos periodísticos o las cartas e incluso los discursos, adquieren una dimensión relevante por su relación con los relatos, pero también por su valor intrínseco y como partes de esa visión total que distinguía la mirada de Bábel, resultado del acopio de fragmentos con los que el genial contador de historias trazó el gran fresco de su tiempo.
Sea recreando el gueto judío de su infancia, la vida en las trincheras del frente o los cambios y convulsiones que trajo la Revolución, la obra de Bábel, insisten los editores, destaca por su aportación a la renovación y modernización del cuento, que partiendo de autores como Maupassant o Chéjov y dejando atrás la ilustre tradición de la novela rusa, esas narraciones de largo aliento que también habían impactado en Occidente, bebió de las novedosas técnicas del cine y alumbró una nueva forma de contar en la que las estampas o miniaturas componían un panorama igualmente ambicioso. La nueva forma de Bábel destaca por su famoso laconismo, una poética de la concisión que es su rasgo más característico, junto con la búsqueda de la palabra exacta y de la verdad profunda de los acontecimientos, que se muestra no por medio de explicaciones o subrayados –como suele la literatura propagandística– sino a través de la elección de momentos significativos. Frente a los tonos heroicos y grandilocuentes, Bábel usa de una perspectiva distanciada, que renuncia a los recursos melodramáticos en favor de una mezcla de crudeza, comicidad y lirismo que resultó entonces insólita y no ha dejado de sorprender, tanto por lo que García Gabaldón llama su "inquebrantable compromiso ético" como por la limpieza de una escritura precisa, directa y despojada de cualquier adorno.
Los escritos perdidos
Como observó Lionel Trilling, "ningún hecho de la historia de la cultura soviética es tan significativo como la carrera, o, mejor dicho, el fin de la carrera de Isaak Bábel". Protegido desde sus inicios por Gorki, y también por la fama y la reputación literaria derivada del éxito internacional de Ejército de caballería, el escritor estuvo a resguardo e incluso pudo viajar al extranjero como exponente de la literatura del nuevo régimen, pero no condescendió a apoyar acríticamente sus postulados y su desafección no pasó desapercibida. Creía en la Revolución, pero no se engañaba ni quería engañar y sobre todo no estaba dispuesto a transigir con la indignidad de sus portavoces. Fruto de esa tensión, pasó largas temporadas sin publicar obra nueva y ese silencio –con el humor que lo caracterizaba, Bábel se definió a sí mismo como "gran maestro" del género del silencio, en el mismo discurso del Primer Congreso de la Unión de Escritores Soviéticos, aquí reproducido, donde bromeaba sobre el "derecho a escribir mal", felizmente prohibido por las autoridades, o defendía que el "estilo de la época bolchevique está en el coraje, en la contención", en perfecta definición de su escritura llena de "fuego, pasión, fuerza y alegría"– no contribuyó a disipar las suspicacias. La ironía, la ambigüedad, resultan tanto más subversivas en las sociedades adocenadas y envilecidas por el miedo. Contradiciendo su pretendido objetivismo, el realismo socialista optaba por una retórica mostrenca que tenía por fuerza que irritar a quien siempre mostró desdén por la "manera pomposa". La muerte de Gorki y el delirio criminal de la Gran Purga sellaron su destino. Ya antes de que lo detuvieran en 1939, rutinariamente acusado de ser un agente trotskista y de espiar para potencias extranjeras, su suerte estaba echada. Tanto como el fusilamiento de Bábel en plena madurez creadora, cuando sólo contaba cuarenta y cinco años, hay que lamentar la pérdida de los escritos de su última etapa, que no aparecieron cuando su nombre fue rehabilitado en los años del Deshielo y siguen a día de hoy en paradero desconocido.
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