"La Sonata de Allú no es una mera curiosidad musicológica"
Noelia Rodiles | Pianista
Noelia Rodiles recupera en disco una Sonata del compositor salmantino Martín Sánchez Allú en el bicentenario de su nacimiento
La ficha
1823
Franz Schubert (1797-18128): Seis momentos musicales [1828]
Martín Sánchez Allú (1823-1858): Sonata en mi bemol mayor [1853]
Noelia Rodiles, piano
Eudora
Salmantino de nacimiento, Martín Sánchez Allú (1823-1858) vivió en Madrid la última década de su corta vida. En la capital solía visitar el café Lhardy, inaugurado en 1839 y en cuyo Salón isabelino el pasado 14 de septiembre, día en que se cumplían los doscientos años del nacimiento del músico, la pianista avilesina Noelia Rodiles presentó su tercer cedé como solista, que incluye una recién recuperada Sonata del compositor junto a música de Schubert.
–1823. Han pasado 200 años, que supongo que es el motivo del título de este disco.
–Exacto. El disco incluye los 6 momentos musicales de Schubert y una Sonata en mi bemol mayor de Martín Sánchez Allú, que nació justo en 1823, por lo que estamos en el bicentenario de su nacimiento. Sánchez Allú es un compositor muy poco conocido, casi como todos los músicos románticos españoles. Su producción es interesantísima, pero su vida fue muy normal: no hizo grandes viajes, no conoció grandes eventos, y además murió muy joven. Pero dejó esta Sonata, en cuyo manuscrito anotó “Op.1 (en este género)”, aunque no es ni mucho menos su primera obra, sino una partitura de madurez en la que se nota la influencia de los grandes músicos europeos. Es una Sonata escrita mirando a los autores clásico-románticos canónicos, y lo hace desde una España en la que lo que se hacía era otro tipo de música, más de salón, que él también tiene. Por eso yo la quise poner en diálogo con música de Schubert, cuyo primer Momento musical, que ahora es el número 3 de la colección, fue publicado justo en aquel 1823. Quise trazar esta relación histórica entre ambos músicos.
–¿Se conoce alguna otra obra de Sánchez Allú en las grandes formas canónicas?
–Consta que escribió otra sonata, pero no se ha encontrado. Uno de los problemas de la música de Allú es justo de catálogo. No fue un compositor adinerado ni mucho menos, y no dejó un archivo en condiciones de su obra. Esta Sonata se encontró de hecho en el archivo de Marcial del Adalid.
–En forma de manuscrito supongo…
–Sí. La obra no se editó en su época y todavía sigue sin editar. La conocí por un proyecto para la Fundación Juan MarchFundación Juan March. Ellos me enviaron toda la música de Sánchez Allú editada y una edición casera hecha por algunos musicólogos, entre quienes estaba Fernando Delgado, que ha escrito las notas para el libreto del CD, en la que se encontraba esta sonata, pero sin más referencias. Entre todas esas piezas cortas de salón, me llamó la atención esta obra que estaba en un formato muy diferente al resto. Empecé a leerla, a trabajarla y me di cuenta de que valía mucho la pena, porque además estaba no sólo en un formato sino en un estilo muy novedoso para la España de la época, y así fue como la estrené en 2021 en la Fundación Juan March, donde funcionó muy bien, y decidí incluirla en mi repertorio habitual. Como es una obra muy brillante, que gusta mucho, decidí además grabarla.
–La obra está en los cuatro grandes movimientos clásicos, con un gran Allegro de sonata con introducción lenta como arranque, ¿cuáles son sus principales referentes?
–Tiene aires clásicos. Hay muchas reminiscencias de Beethoven, en esa introducción lenta, ese mi bemol mayor del inicio. Tiene cosas estructurales que recuerdan a la Patética. La parte más lírica puede recordar a Schubert, pero también a Mendelssohn. Muchas de las piezas de salón de Allú son muy mendelssohnianas, pueden recordar a las Canciones sin palabras, y aquí, aunque sea en una forma larga, las melodías también tienen algo de eso. Los principales referentes son centroeuropeos, germánicos, sin ninguna duda, con una estructura formal muy clara.
–¿Hablamos de una rareza en la música española de la época?
–Totalmente. Este tipo de compositor que mira hacia Europa para escribir obras en las grandes formas clásicas es raro en la España de mediados del siglo XIX. Yo no conozco otras sonatas en este estilo y por eso me parecía importante sacar adelante este proyecto, para darle visibilidad a algo que es infrecuente.
–¿Qué reacción le llega de la gente cuando la toca?
–Se ha recibido siempre muy bien y con mucha naturalidad. Al final de los conciertos era normal que viniera gente a decir que la obra les había sonado a cualquier compositor conocido del Romanticismo. La he tocado en otros países, donde siempre que se programa música española esperan un estilo nacionalista y ahí sí que les ha sorprendido un poco más, y han descubierto que en España también se podía escribir de otra manera. Para el público es interesante todo esto. Es una música muy brillante en estructuras conocidas y eso hace que sea siempre muy bien recibida.
–¿La programa junto a otras grandes obras de repertorio?
–Lo hago de diversas maneras. Igual que en el disco anterior (The Butterfly Effect) mezclaba grandes autores canónicos con músicos actuales, me gustan los diálogos, así que a veces la pongo con grandes autores (Schubert, Beethoven), pero también la he metido en programas con música española poco conocida de la época. Aunque prefiero lo primero, ponerla al lado de algún gran autor canónico, también para mostrar que es música que puede aguantar perfectamente la comparación. No se trata de una mera curiosidad musicológica.
–¿Le ve recorrido en los repertorios de otros pianistas?
–Falta la edición, que ya está preparándose. Y que es la clave. Creo que puede incorporarse al repertorio perfectamente. Los pianistas tenemos un repertorio amplísimo, pero luego casi siempre se tocan las mismas obras. Desde los conservatorios se debe fomentar el aprendizaje de nuevo repertorio y esta es una obra muy buena para hacerlo.
–El disco lo completa Schubert, un auténtico fetiche suyo, porque aparece en sus tres discos.
–Lo siento muy cercano. Su música es de una complejidad emocional maravillosa. Es un compositor de matices infinitos. En su música las emociones nunca son en blanco y negro, todo es mucho más profundo. Schubert siempre ha estado presente en mi carrera y he tratado de incluirlo en los proyectos más importantes, y por eso ha estado en los tres discos. En esta ocasión, aparte la coincidencia de esa obra que fue publicada en 1823 y luego pasó a formar parte de la colección de Momentos musicales, esta me parece una obra fascinante; estas pequeñas piezas en las que cada una es un auténtico universo en sí misma. Las llevo en repertorio desde hace tiempo y quería dejarla en disco, aunque haya ya muchas versiones.
–¿Hay ya en su mente un cuarto disco?
–No sólo en mi mente. Estamos ya desarrollando un proyecto muy ambicioso que es la grabación con la Oviedo Filarmonía y la dirección de Lucas Macías de dos conciertos españoles: por un lado, la Partita nº4 de Julián Orbón, que es una obra que estrenó la Orquesta de Dallas, la hicieron grandes orquestas europeas, pero cayó en el olvidó y yo la recuperé en España y México; y por otro, el estreno absoluto de un concierto para piano que me ha escrito Manuel Martínez Burgos, un compositor madrileño afincado en Asturias. La obra de Orbón la grabamos ya el mes pasado en Oviedo y la de Martínez Burgos la haremos en enero. Es un proyecto que hacemos gracias a una Beca Leonardo de la Fundación BBVA. Se publicará también en Eudora, esperamos que en la primavera de 2024.
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