La pesadilla de los mares de Cádiz cumple diez años

La amenaza silenciosa del alga asiática se ha convertido en un desastre ambiental con factura millonaria l La flota artesanal pide “alternativas viables y coherentes al sector”

“El alga nos ha destrozado. Está acabando con el relevo generacional”, comenta Nicolás Fernández

Invasión de algas en la playa de La Caleta.
Invasión de algas en la playa de La Caleta. / Julio González
Pedro M. Espinosa

28 de junio 2025 - 06:00

Cádiz/Llegó en silencio, como llegan las cosas malas. Era 2015 y nadie pensaba que diez años después esa alga invasora, de nombre latino impronunciable, habría colonizado los fondos marinos de Cádiz hasta el punto de sumir en la desesperación al sector pesquero.

Desde que aparecieran los primeros registros del alga asiática Rugulopteryx okamurae en el Estrecho de Gibraltar, Cádiz padece una crisis ambiental y económica sin precedentes. Su llegada, posiblemente a través de aguas de lastre de barcos procedentes del Pacífico, ha generado un daño tan profundo en el ecosistema marino que ha asfixiado a la pesca artesanal y ha convertido las playas gaditanas en escenarios de batallas constantes contra los arribazones de algas en descomposición. En este tiempo, la especie invasora ha pasado de ser una curiosidad biológica a un quebradero de cabeza con una factura millonaria para los municipios costeros y los sectores productivos más sensibles.

El desastre se percibe claramente en la lonja de Conil, que empieza a funcionar cada mañana entre redes llenas de algas, pescado escaso y el desánimo de una flota menguante. Los pescadores, con ojos cansados por una batalla que no parece tener fin, describen un escenario casi apocalíptico. “El fondo marino está desapareciendo. Lo que antes eran zonas ricas en especies como el pulpo, la sepia o el erizo, ahora son desiertos cubiertos de alga asiática”, explica el patrón de una de las pocas embarcaciones artesanales que continúa en activo. Según datos del sector, las capturas han caído en torno al 90% en algunas zonas.

Las redes llegan cargadas con cientos de kilos de algas que deben ser retiradas a mano en un proceso agotador y frustrante. El peso, en ocasiones, llega a poner en peligro la estabilidad de los barcos. “Es como pescar plomo”, lamenta un veterano pescador.

En la lonja de Conil se calcula que las pérdidas anuales alcanza el millón y medio de euros. Y el problema se extiende por Barbate, Zahara, Tarifa, Algeciras, La Línea… El mar ha cambiado.

Alga invasora en redes de pescadores.
Alga invasora en redes de pescadores. / Julio González

La flota artesanal de Conil y Barbate capturó en 2015 algo más de 800 toneladas de pez sable. En 2019 la cifra se quedó en 630 kilos. Un año después no hubo pesca de esta especie. “El alga nos ha destrozado. Está acabando con el relevo generacional”, comenta a este medio Nicolás Fernández, gerente de la OPP-72, que gestiona las cofradía de pescadores de Conil y La Atunara. “Lo que pedimos es una reunión de todas las administraciones y los afectados, por un lado;y por otro, que nos ofrezcan alternativas viables y coherentes”, dice.

Entre las demandas de la flota artesanal se encuentra la de poder pescar atún rojo. “El problema es que lo único que estamos viendo en la zona es atún rojo, y no nos permiten capturarlo, ni a la flota de Barbate ni a la flota de Conil. Y la flota de Tarifa lo que tiene es una miseria. Si la cosa sigue así nos vamos a quedar sin flota”, dice Nicolás. “El ICCAT aumenta una cantidad anual y lo que pedimos no es que le quiten cuota a nadie, sino que se nos otorgue la posibilidad de pescar atún a nosotros”, explica.

El pasado 25 de junio, Día Internacional de la Pesca, la Federación Nacional de Pesca Artesanal (FENAPA) denunció la situación crítica de la flota pesquera artesanal. “A pesar de llevar más de 7 años solicitando soluciones, las administraciones competentes —con responsabilidad exclusiva de las Comunidades Autónomas— no han ofrecido respuestas eficaces. La invasión de algas se ha extendido desde zonas concretas del litoral andaluz hasta abarcar el Golfo de Cádiz, el Mediterráneo y el Cantábrico, afectando a toda la flota artesanal, destruyendo biodiversidad marina y caladeros tradicionales”, comentan.

Recuerda la federación que desde 2019 se está solicitando que se permita a las embarcaciones afectadas capturar atún rojo como alternativa, especie ahora masificada y depredadora en el litoral español. “Esta medida sigue sin aprobarse. La falta de acción institucional ha colocado a la pesca artesanal en una situación de emergencia económica y medioambiental”. Desde FENAPA “se denuncia el silencio institucional ante esta catástrofe y reitera su petición de soluciones concretas”.

Turismo entre arribazones y mal olor

Pero el problema del alga no solo afecta al mar. Las mareas arrojan toneladas de biomasa en descomposición a las playas, generando arribazones pestilentes que mancillan la estampa idílica de la Costa de la Luz. En localidades como Tarifa los servicios de limpieza trabajan a diario en verano para evitar que las playas se conviertan en vertederos naturales.

El ayuntamiento gasta cientos de miles de euros al año en mantener limpias sus playas. Una inversión que no siempre se traduce en resultados porque en los días de levante, el mar vuelve a escupir algas.

La Junta de Andalucía reconoce que el perjuicio turístico es evidente, aunque aún no existen estudios detallados sobre su impacto en la economía local. Lo que sí constatan los municipios es que las quejas aumentan y la reputación de algunos destinos se ha resentido.

El Rugulopteryx okamurae no es una alga cualquiera. Crece con rapidez, se adhiere a cualquier superficie y desplaza a las especies autóctonas. Asegura que altera la cadena trófica, reduce la biodiversidad y cambia la fisonomía del fondo marino. “Hay zonas donde solo hay alga asiática. Todo lo demás ha desaparecido”, dice un técnico de la UCA que lleva años estudiándola.

Gasto público descontrolado

Desde 2019, Tarifa acumula 40.000 toneladas de algas en parcelas provisionales a la espera de tratamiento. Cada kilo supone un coste de retirada, transporte y vertido. El tratamiento completo podría costar entre 4 y 5 millones de euros solo en esta localidad.

Retirada de algas en una playa gaditana.
Retirada de algas en una playa gaditana. / Julio González

La situación se repite en otros puntos de la provincia donde los ayuntamientos denuncian la falta de ayudas estatales para hacer frente a una emergencia que consideran nacional. “Estamos usando dinero de limpieza viaria para retirar toneladas de alga. No podemos seguir así”, aseguran desde el consistorio de Algeciras.

En medio de todo este colapso, han aparecido iniciativas que buscan convertir esta plaga en una oportunidad de desarrollo económico. En Castellar, la Junta ha impulsado un proyecto para transformar el alga en fertilizante agrícola mediante una planta de fermentación. Se estudia su uso como compost, bioestimulante para viñedos e incluso materia prima para calzado o bioplásticos.

En Tarifa, el Consistorio ha dado luz verde a un biorreactor que convertirá 15.000 toneladas de alga en electricidad y fertilizante orgánico. Con una inversión inicial de un millón de euros, la planta podría ahorrar cinco millones en vertidos y generar 0,25 MW de energía.

La empresa valenciana que produce plantillas de zapatos con biomasa de alga fabricó 3.000 pares. A razón de medio kilo de alga por zapato, se plantea como una vía de reciclaje industrial con recorrido. “Tenemos la materia prima y el problema. Ahora necesitamos el marco legal para darle salida”, defienden.

La barrera legal, otro gran obstáculo

El principal obstáculo para esta economía circular es legal. En 2020, el Ministerio para la Transición Ecológica incluyó el Rugulopteryx okamurae en el Catálogo de Especies Exóticas Invasoras. Esa clasificación impide su comercialización y manipulación sin un plan oficial aprobado.

La Junta de Andalucía lleva años reclamando la aprobación de un Plan Estatal de Gestión de Biomasa que permita el aprovechamiento industrial del alga invasora. Mientras, los proyectos quedan empantanados. Varios ayuntamientos han solicitado la exención del impuesto de vertido para poder trasladarla legalmente a centros de transformación.

Ante este escenario, podría decirse que la crisis del alga asiática en Cádiz ha dejado de ser una cuestión sectorial para convertirse en un problema estructural con impacto medioambiental, económico y social. La pesca pierde millones, el turismo retrocede, los ayuntamientos se arruinan retirando toneladas de biomasa y los fondos marinos se transforman de manera irreversible.

Pero, a pesar de todo, existe una ventana de oportunidad: proyectos de energía, compostaje, materiales sostenibles e incluso cosmética. Todo está sobre la mesa. Pero el tiempo corre y la proliferación del alga que convierte en desiertos los fondos marinos gaditanos no espera. La provincia requiere decisiones valientes, inversiones coordinadas y una normativa que deje de considerar basura lo que podría ser un recurso económico. Es algo tan viejo como convertir una pesadilla en una oportunidad de negocio.

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