Kichi, la revolución del punta jurado con fecha de caducidad
Historias de Cádiz-Herzegovina | Capítulo 39
Hace diez años el PSOE entregaba la Alcaldía de Cádiz a Podemos, poniendo fin a 20 años de Teófila Martínez y propiciando el relevo político más sonado de la democracia
Susana Díaz intentó a última hora salvar a Teófila, pero el PSOE local hizo caso a sus bases
Cádiz, un desierto interminable para el PSOE
No todo el monte era orégano para el PSOE de Cádiz

No hay un solo documento oficial que lo confirme, empecemos por ahí, pero una leyenda urbana que se ha ido extendiendo de generación en generación atribuye al mafioso estadounidense Al Capone la invención de las etiquetas con fecha de caducidad en los productos alimenticios. Es más, esta posible invención popular viene a decir que cuando se implantó en Estados Unidos la llamada ley seca contra la fabricación y venta de bebidas alcohólicas –vigente entre 1920 y 1933–, Capone se vio obligado a diversificar su negocio, adentrándose en el mercado de la leche, un producto que sí consumía todo el mundo y que entonces no era para nada barato.
Sin embargo, al parecer un familiar suyo murió intoxicado tras consumir leche en mal estado, y ese fue el detonante para que el mafioso presionara a las autoridades de Chicago con el fin de que implantara, como así fue, una ley que obligara a los productores de leche a añadir fechas de caducidad en sus botellas. Y así hasta nuestros días, cuando, al amparo de unos controles de calidad que hace un siglo eran inexistentes, hoy esas etiquetas con fecha de caducidad se han ampliado a todos los productos alimenticios a la venta.
No es la caducidad una de las características innatas a la política. Salvo algún contado proyecto político que naciera para lograr un fin previamente muy marcado, ningún partido nace sabiendo hasta cuándo va a durar. Y políticos que autolimitan sus mandatos también se pueden contar con los dedos de una mano. Y uno de esos casos se localizó en Cádiz.
Desde que el 20 de abril de 1979 se constituyeran las primeras corporaciones locales en democracia, los 45 municipios de la provincia gaditana contabilizan un total de 278 alcaldes. Ha habido, por tanto, infinidad de plenos de investidura en los ayuntamientos gaditanos, pero el más icónico y sonado de todos –por lo que representó, por como se celebró y por quien lo lideró– fue el que se vivió en la ciudad de Cádiz hace ahora diez años, en concreto el sábado 13 de junio de 2015.
La imagen dio la vuelta a España. Un joven apodado Kichi y muy conocido en el mundo del Carnaval, ofrecía el bastón de alcalde desde el balcón del Ayuntamiento ante un gentío enfervorizado que llenaba la plaza de San Juan de Dios. “Esto es vuestro”, les gritaba pocos minutos después de que se estrenara como nuevo regidor de la capital gaditana. Y es que no había relevado a un cualquiera. Había derrocado a la todopoderosa Teófila Martínez, alcaldesa y emblema de la ciudad de Cádiz durante 20 años, que se dice pronto. Y eso suponía un cambio radical, como radicales eran quienes lo habían hecho posible.
Una década después cuesta encontrar una razón de peso que explique aquel tropiezo de una Teófila y de un PP que en ese 2015 lograban su sexta victoria electoral consecutiva en unas municipales en la capital gaditana pero lo hacían dejándose siete concejales por el camino, quedándose sólo con diez ediles y, por tanto, perdiendo la mayoría absoluta.
Más que una sola razón quizás habría que hablar de un compendio de situaciones que, unidas, terminaron conformando esa tormenta perfecta que propició el fin del teofilato. Porque influyó el desgaste propio de dos décadas en el cargo, algo de lo que no puede escapar ningún cargo público, pero también el mal momento que atravesaba entonces el PP nacional con las políticas de recorte impulsadas por el Gobierno de Rajoy. Y hay quien justificó la pérdida de esos siete concejales por polémicas vividas en la ciudad como la crisis del agua en el barrio de Loreto o por el rechazo ciudadano a lo mucho que se gastaba ese gobierno en propaganda. Pero posiblemente también influyó el déficit que entonces tenía el PP a la hora de comunicarse con la ciudadanía a través de las redes sociales o la fuerza de partidos emergentes como Podemos o Ciudadanos, que desde las elecciones europeas de un año antes (junio de 2014) ya se habían hecho un hueco en el panorama político español.
La noche electoral de ese 24 de mayo de 2015 ya se olía por todo Cádiz que la ciudad estaba a punto de encarar una nueva etapa. Teófila Martínez, esa mujer que al principio no quiso ser alcaldesa, que desconocía todo de Cádiz, que en 1995 protagonizó un vuelco histórico mandando a la oposición 16 años de gobiernos socialistas, que terminó mimetizándose con todo lo que significara Cádiz y la idiosincrasia gaditana, y que al final impulsó una gran transformación de la ciudad con el soterramiento del tren y el segundo puente como actuaciones más relevantes, quedaba en manos de su adversario de siempre, el PSOE. Y a esas alturas nadie daba un euro por ella, ni siquiera ella misma, que no pudo ocultar las lágrimas en un acto público en el Castillo de Santa Catalina apenas tres días después de la cita con las urnas.
La izquierda decidía. Si se unían los ocho concejales de Por Cádiz sí se Puede –la versión podemita de Cádiz–, los dos de Ganar Cádiz –con IU como ente aglutinador– y los cinco del PSOE –que había obtenido su peor resultado en democracia–, el relevo estaba cantado. Sólo faltaba concretar esa alianza... pero fue mucho más complicado de lo que se esperaba.
Y fue complicado porque entre Podemos y el PSOE había un muro que entonces era infranqueable. Para Kichi y compañía los socialistas suponían la casta, los herederos de una Transición que querían borrar de la historia. Y el PSOE no se fiaba para nada de los populistas de Podemos, que en Sevilla llevaban ya unas semanas bloqueando la investidura de Susana Díaz como presidenta de la Junta de Andalucía.
Fueron veinte días en los que la incertidumbre y la tensión presidían las mil y una reuniones que hubo entre las tres partes en liza, una vez que los dos ediles de Ganar comprometieron pronto su apoyo a Kichi y una vez que se constató también que los dos concejales de Ciudadanos se quedaban sin un papel decisorio.

Los ataques dialécticos de Podemos contra el PSOE estuvieron a punto de que las huestes socialistas lideradas por Fran González rompieran cualquier posible acuerdo. Es más, a pocos días de la investidura el PP ofreció al PSOE compartir la Alcaldía dos años cada partido, e incluso Susana Díaz, a la sazón secretaria general del PSOE andaluz, intercedió a última hora para que sus concejales castigaran a Kichi sin la Alcaldía en represalia a la ofensiva que su pareja, Teresa Rodríguez, mantenía contra ella y contra el PSOE en el Parlamento andaluz.
Pero al final no hubo sorpresa. Fran González optó por hacer caso a las bases de su partido, que en una inmensa mayoría pedían al PSOE que acabara con la era de Teófila Martínez. Y así fue. Los cinco concejales socialistas votaron a favor del cambio aunque sin entrar en el gobierno, Cádiz se convertía en uno de los laboratorios de Podemos y las puertas de la Alcaldía se abrían de par en par para José María González, ese joven nacido en Rotterdam, hijo de emigrantes gaditanos, muy vinculado a la Viña, licenciado en Historia, activista comprometido y muy conocido en el Carnaval como punta jurado (antes de que el jurado del Falla se cambiara de palco) en comparsas de postín primero de Tino Tovar y luego de Jesús Bienvenido.
Kichi siempre dijo que no estaría más de ocho años en la Alcaldía, y así fue después de una victoria clara luego en 2019 y pese a las dudas que sembró hasta última hora sobre una posible continuidad en la política más allá de 2023.
Sus partidarios –que los tiene– elogian su gestión sencilla y austera en el Ayuntamiento, donde redujo sobremanera la deuda municipal y se mantuvo el mismo sueldo que tenía como profesor. Y sus detractores –que también los tiene– le reprochan que contratara a muchos asesores vinculados primero a Podemos y luego a Anticapitalistas en el Ayuntamiento, que no cumpliera uno de sus principales compromisos como era el retorno a Cádiz de los jóvenes que tuvieron que emigrar en búsqueda de un empleo, o que no impulsara ninguna obra de relevancia en la ciudad. Si acaso culminó el carril-bici, un proyecto iniciado e impulsado por el gobierno anterior.
El alcalde que fue punta jurado tenía fecha de caducidad: mediados de 2023, cuando cumplía ocho años en la Alcaldía. Lo que no se sabía es que también la iba a tener el proyecto que lideró. Y es que hace ahora dos años aquella revolución quedó en nada, con el regreso del PP, ahora con Bruno García al frente, de nuevo a la Alcaldía de Cádiz.
También te puede interesar
Lo último