Auge y caída del Ginés, de palero a capo del Guadalquivir
De simple quinqui en la Macarena pasó a ser el gran líder del narcotráfico en el río, extendiendo sus dominios desde Sanlúcar de Barrameda hasta Coria, donde tiene su casa
Detenido Ginés, el principal capo de la droga en el Guadalquivir

El Bajo Guadalquivir tiene su propio ecosistema. No hablamos del río que aparece en los mapas físicos sino de la maldita autopista de la droga que sube desde su desembocadura por un territorio donde florecen poderosas organizaciones criminales. Tras años de luchas intestinas, una de ellas, la liderada por Ginés Enrique, el Ginés a secas para todos, se impuso al resto. El Ginés, que ahora tiene 45 años, pasó a lo más alto de la cadena trófica sencillamente porque es el más cruel. “Este se fuma un puro tranquilamente después de pegarte un tiro”, dice un guardia civil que conoce tanto las marismas que podría llamar por su nombre de pila a cada libélula con la que se cruza.
Para el resto de clanes que han querido construir pequeños imperios en sus dominios el Ginés y su hermano Óscar son como dos bolas de demolición con forma humana. Desde que comenzaran su carrera delictiva como simples quinquis callejeros en la Macarena hasta escribir el último capítulo de su historia –que apuesten no será el último– han transcurridos décadas en las que han conseguido que no se mueva un fardo de droga en el Guadalquivir sin su intervención. “Tienen a gente metida en las collas rivales y saben cuándo se van a producir los alijos. Empezaron como paleros y eso se lleva en la sangre. Están forrados, tienen mansiones, coches caros, joyas... pero si se enteran que un clan va a dar un golpe importante, intentan hacerse con el material”, comenta un agente.
Pero, pese a todas sus precauciones, y después de pasar tres años largos en busca y captura, la pasada semana la Guardia Civil le echó el guante al Ginés. El capo dei capi del río se encontraba en un chalé de lujo de Rincón de la Victoria, en Málaga, junto a ocho miembros de su familia, entre ellos su hermano Óscar, su lugarteniente.
Los guardias aseguran que se había vuelto tan obsesivo con la vigilancia que incluso abandonaba su domicilio de madrugada para esconderse en otro lugar. “Sabía que los registros podían producirse a esas horas. De hecho, alguna que otra vez que pensábamos que podíamos trincarlo nos encontramos la casa vacía”. Así las cosas, los guardias decidieron que si querían coger al Ginés había que poner a trabajar los arietes a la hora del programa de Juan y Medio.
Tratar de comprender cómo un chaval conflictivo del Polígono Norte pasó a dominar el narcotráfico de hachís y cocaína en el Guadalquivir y mantener sólidos vínculos con poderosos cárteles sudamericanos y marroquíes no es fácil. Su fortuna comenzó como otras tantas: con un buen casamiento. Porque el Ginés empezó a agigantar su leyenda cuando conoció a la que acabaría por convertirse en su mujer, miembro del clan de los Mikhailovich, un familia de antiguas raíces húngaras relacionada históricamente con el narcotráfico en las Tres Mil Viviendas. Una agresión a un vecino hizo que tuviera que salir por piernas del Polígono Norte y se estableciera en el barrio de su esposa.
Allí, en el Polígono Sur, comenzó a pensar a lo grande, a vender más droga, pasó de los paquetitos a las bolsas. Se hizo un hueco entre los clanes que controlaban el tráfico de drogas en el barrio y no dudó en liarse a tiros con los opositores al nuevo régimen. Comenzó a conducir coches de alta gama y a tener a su alcance armas de guerra. Los clásicos AK-47, los kalashnikov empleados en conflictos como la Guerra de los Balcanes y que habían entrado en el flujo sanguíneo del mercado negro armamentístico por millares, pasaban por sus manos con total naturalidad. “Lo que les diferencia de otras bandas es que son muy violentos”, dice otro agente de la lucha antidroga. “Se les considera responsables de la llegada de armas largas al Guadalquivir y no dudan en recibirnos a tiros”, advierte.
Armados hasta los dientes y de gatillo fácil, el clan del Ginés impone su ley. Da palos a diestro y siniestro, hasta el punto que en Marruecos deciden que les va a salir más rentable darle un trozo de la tarta de chocolate que vigilar sus alijos. Y entra en el negocio. Su crecimiento en el mundo del narcotráfico es brutal. Los clanes sanluqueños, que tradicionalmente han dominado el tránsito de grifa, decidieron que había que mantener las distancias con el Ginés. Antes era impensable que una goma subiera por el Guadalquivir sin que un piloto sanluqueño la pilotara.
Los arrestos de esta semana están relacionados con el alijo de siete toneladas de cocaína que la Guardia Civil encontró en una finca de Coria del Río los días 26 y 27 de diciembre de 2024. Hablamos del mayor alijo de esta droga en la historia de Sevilla y el mayor de España de droga traída en narcolanchas. La mercancía estaba oculta en contenedores de transporte marítimo, enterrados en el suelo de una finca próxima al Guadalquivir. Allí, en su casa de La Hermandad, una barriada que pertenece a Coria pero situada al otro lado del río, muy cerca de Dos Hermanas, el Ginés levantó su reino y lo mantuvo con pulso firme hasta que el OCON-Sur del teniente coronel David Oliva le colocó una diana en la frente. Ahora, cinco años después de su primera detención, ha vuelto a ser cazado.
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