Rabia y censura
enfoque de domingo |libertad de expresión
Mientras Amnistía Internacional denuncia la "situación preocupante" que vive la libertad de expresión en nuestro país, las redes sociales dejan espacio a los delitos de odio
Cádiz/Desde hace cuarenta años, el punk es el punk. Y, sin provocación, el punk no sería nada. Anarchy in the UK arrancaba con aquello de "Soy un anticristo, soy un anarquista..." El Reino Unido no desapareció por ello y hoy, el punk se exhibe en respetables museos. Sid Vicious parpadea sin ojos en su tumba. Cuando Evaristo Páramos, ex líder de La Polla Records, gritó en el pasado Primavera Trompetera de Jerez aquello de "policías, sois unos hijos de puta", se encontró con que su grito de guerra había bajado, estrepitosamente, del cielo al suelo. La Guardia Civil le tomó la filiación y cumplimentó una denuncia amparada por la Ley Mordaza.
"El punk gira en cierta manera en torno a insultos de este tipo, forma parte del show, y así habría que entenderlo -comenta al respecto el tuitero sanluqueño Moe de Triana-. Escandalizarse ahora por esto me parece un poco loco. Actos así vienen a decirnos que hay que tener cuidado con lo que se que se dice y eso, como mínimo, es muy preocupante".
Para Amnistía Internacional es más que preocupante. Según un informe publicado este año por la ONG, la libertad de expresión está viviendo un "retroceso desproporcionado" en España: circunstancia que alientan, en parte, la Ley de Seguridad Ciudadana y, muy especialmente, las modificaciones de 2015 del Código Penal destinadas a velar sobre la dignidad de las víctimas de terrorismo y a regular los delitos de odio. De hecho, desde Amnistía Internacional han desarrollado la iniciativa 'Tuitea si te atreves', encaminada a derogar el artículo 578 ya que -afirman- sofoca la libertad de expresión. Con el 578 en la mano, se llamó a capítulo a César Strawberry (Def con Dos), a Cassandra Vera, a Valtonyc. Para AI, su impacto en periodistas, usuarios de redes sociales y artistas tiene una traducción directa: autocensura.
"Yo no me he autocensurado nunca, aunque quizás pienso mejor cómo emitir lo que pienso -afirma Moe de Triana-. También creo que, en la mayoría de los casos, dejo claro que es humor, aunque bueno, tampoco dejaría de ser ficción pura y dura. Cassandra o Valtonyc han sido puestos contra las cuerdas por decir gilipolleces, cosas algunas veces desagradables para personas con cierta sensibilidad, conste que no las comparto pero, ¿quién no tiene derecho a decirlas? Todos podemos ser malas personas y demostrarlo cuando queramos. Nadie debería impedirle a nadie ser zafio. Puede que no esté bien, pero ni mucho menos debe considerarse ilegal. Durante años algunos políticos han estado hablando de moderar y ponerle puertas a las redes sociales, y con sólo abrir el debate ya consiguen que seamos nosotros mismos los que nos coartemos".
"La libertad de expresión está para que quien la usa, nos pueda ofender -refrenda el catedrático de Derecho Constitucional de la UCA, Miguel Revenga-. Hoy día, te encuentras con casos tan chocantes como la defensa por la vía penal de la susceptibilidad de las víctimas de terrorismo, aun cuando estas víctimas dicen expresamente que no se sienten heridas".
"El humor siempre ha sido tragedia más tiempo, esa fórmula es infalible -continúa Moe de Triana-. Nos sirve para controlar los miedos riéndonos de ellos que, al fin y al cabo, es lo que hacemos cuando soltamos comentarios sobre alguna catástrofe. Es autodefensa e instinto en estado puro. Tenemos que aprender a diferenciar una pamplina de la verdadera apología o una amenaza: no es preciso ponerle coto al humor".
Para Revenga, la libertad de expresión no vive una situación grave en España, aunque sí que se dan "escenarios preocupantes". El catedrático está de acuerdo en la existencia de una mayor autocensura a nivel social. Menciona, también, la existencia de episodios que nos han valido la llamada de atención por parte del Tribunal de Estrasburgo - la condena por injurias a la Corona por quemar fotos del rey- .
Y luego está, por supuesto, el otro lado: la rabia. Una lucha a primera sangre, múltiple y anónima, que ha encontrado su cancha en las redes sociales. Los odiadores profesionales, sin denuncias, sin miedo, son legión. Y eso, aunque la tipificación legal del respeto al diferente pueda situarse por encima de libertades de expresión o intelectuales. Y eso, aunque desde el Tribunal Supremo se indique que, para caer en un delito de odio, no es necesario con ser el creador de un comentario polémico: basta con retuitearlo.
Según el último informe del Ministerio del Interior, los delitos de odio en contextos de racismo o xenofobia, discapacidad, ideología y orientación e identidad sexual se las arreglan para copar, ellos solitos, el 91,75% de los hechos conocidos. El mayor incremento porcentual (un apabullante 70,8%) lo ha visto el campo de la discriminación por sexo o género aunque, en términos cuantitativos, ese honor se lo llevan los temas de orientación e identidad sexual. El perfil del investigado por delitos de odio indica que es principalmente varón (89%), de 18 a 40 años y de nacionalidad española.
La realidad es que parecemos estar navegando entre la impunidad de muchos y el exceso de celo en la persecución de unos pocos. Para Miguel Revenga, aún no tenemos -ni como ciudadanos ni como legisladores- muchas cosas claras respecto a los nuevos escenarios sociales: "Internet ha creado un nuevo espacio, una nueva era -explica--. Nos movemos desde el tira y afloja y desde la perplejidad. En Alemania, por ejemplo, se ha hecho recaer sobre los proveedores de servicios la obligación de eliminar cualquier contenido que pueda resultar ilegal. El problema es ¿qué mensajes prohibes? ¿estás interfiriendo en la libertad de expresión e invitando al exceso de prohibición? Hay que valorar con detenimiento las circunstancias de los casos, y tener en cuenta cuestiones como la intencionalidad y el tamaño de la audiencia estimada, que además se multiplicará con la vía punitiva".
Según el experto, la solución pasa por instaurar reglas claras en cuanto al uso de Internet que sean respetuosas con los derechos fundamentales en conflicto y la libertad de expresión. Ante un escenario "complicado y confuso", Revenga insiste en la importancia de la particularidades de cada caso. "¿Debe perseguirse por atentatorio contra los sentimientos religiosos algo como la procesión del Coño Insumiso? Tiendo a pensar que no, por muy de mal gusto que pueda resultar. ¿Atentaría que alguien irrumpiera gritando en una misa? Pues claro que sí -explica-. Lo que no es muy tranquilizador es la existencia de ciertos tipos penales que objetivizan la defensa de unos valores a marchamartillo, tratando algún comentario como si fuera un ataque directo al honor colectivo o a los sentimientos religiosos. Además, no es sólo un problema de política criminal, sino de legislación: qué ponemos en el código. Vigilamos con celo las redes y nos hacemos una sociedad intolerante pero, al mismo tiempo, el populismo está entronizado y legitimado por miles de votos".
"Europa vive una contradicción en la que da espacio a discursos de tinte claramente nacionalista y xenófobo (con gobiernos como el italiano, el polaco, o el húngaro)", reflexiona el especialista, que insiste en que el principio de libertad de expresión es uno de los que mejor miden el "compromiso con la democracia", y que subraya que el derecho al honor es un concepto poco monolítico: "Aunque los delitos de odio, por ejemplo, sí que objetivizan el honor de grupo".
El derecho al honor es, de hecho, uno de los frentes habituales del humor. "Para saber dar carga, hay que saber recibir -admite José Antonio Vera Luque-. La gente tiene libertad para molestarse, todos tenemos nuestro corazoncito", indica el autor, cuya chirigota No tenemos el Congo pa farolillos -que se hizo este año con el primer premio del COAC- recibió críticas por parte de STOP Racismo Madrid. Aun así, a pesar de la piel fina y de lo que parecen márgenes cada vez más resbaladizos, Vera Luque asegura que nunca ha retirado una letra por autocensura, aunque sí cree que existe cierto "resquemor": "Decir que se debe a la existencia o no de una ley sería muy temerario, pero si sabes que hay ejemplos de cosas que se han dicho que luego han tenido un efecto sancionador... Es un aviso, te está diciendo por dónde está el límite".
la familia verdugo. La simulación de decapitación en el concurso del Falla de los últimos carnavales despertó la indignación entre los independentistas catalanes. El asunto tratado por esta chirigota de Chiclana se trasladó a las redes donde desde Cataluña se multiplicaban los tuits ofensivos contra los gaditanos. Pese a que se coincidió desde Cádiz en que la chirigota no era de mucha calidad, la desorientación intelectual de confundir lo bufo con la realidad derivó en una espiral de insultos de grueso trazo.
"¿Lo que cuela con el Carnaval no cuela con un rapero?"
ANDREA Janeiro consideró un delito contra el honor, la intimidad y la propia imagen que la chirigota Una corrida en tu cara la calificara de "horrenda". No fue la única polémica del Carnaval de este año: el Círculo Catalán de Negocios llegó a pedir la intervención de la Fiscalía cuando vio a Puigdemont en un cepo. "El código del Carnaval es un código que nosotros entendemos perfectamente, pero que fuera puede que no se entienda -explica José Antonio Vera Luque-. Te pueden decir: ¿qué pasa, que esto lo hace un autor de Carnaval y cuela, y con un rapero, no cuela? Al salir de la calle y, sobre todo, al salir en el teatro, la cosa se escapa de las manos -continúa-. Durante las semanas de concurso, muchas televisiones ponen la lupa aquí porque saben que les va a dar minutos, temas. Y sales en la tele, vas a hacer actuaciones fuera... Como decía, puede haber alguien que pierda la contextualización del Carnaval y se enfade. Hay una diferencia brutal con la calle, que te da clandestinidad y donde eres tan libre de cantar, como de escuchar, o de irte. Esa es una de las zanjas, entre lo comercial y lo callejero, que de hecho se dan en el Carnaval".
El autor comenta también que el tiempo "te va enseñando, te hace matizar cosas": "Temas que en otro tiempo ni pensabas, ahora les das una vuelta, pero porque eres más consciente a nivel personal y social. Yo veo que he dicho barbaridades de todo tipo, cosas que salían en Conmigo esto no pasaba, por ejemplo, que no sé si pondría ahora...", y subraya, también, la influencia desde hace años de las redes sociales: "Hay de todo, ¿eh? Desde muy buenos aficionados, hasta el que te hace una crítica como el que se presenta al Planeta, o el que te trolea hasta el fin. Pero es una tensión a la que no eres ajeno".
"EL caso del Carnaval de Cádiz es peculiar desde hace un par de años -apunta el tuitero Moe de Triana-. La alta difusión a través de las redes hace que desaparezca el contexto en el que a veces hay que ver u oír las coplas. Si eso desaparece, cuesta poner en pie lo que estamos viendo. Sí es cierto que al humor, poco a poco, se le han ido poniendo límites; no a todos nos gusta que se hagan ciertos chistes o se rían de nosotros, pero eso no se debería sacar de madre con denuncias". / Pilar Vera
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