Femás

Manuel de Falla mira dentro de sí mismo

  • Un coloquio y un concierto celebran el siglo de 'El retablo de maese Pedro', una obra fundamental en la carrera de su autor, que daría pie a la creación de la Orquesta Bética

Manuel de Falla saluda a Don Quijote en el teatro Goldoni de Venecia, el 10 de septiembre de 1932.

Manuel de Falla saluda a Don Quijote en el teatro Goldoni de Venecia, el 10 de septiembre de 1932. / Archivo Manuel de Falla

La princesa de Polignac,  la mecenas que le hizo a Falla el encargo por el que surgiría El retablo de maese Pedro, tuvo una de esas vidas apasionadas que bien podrían inspirar una novela. Winaretta Singer, la heredera del imperio de las máquinas de coser, se instaló en Europa y junto a su marido Edmond de Polignac abrió las puertas de su palacete parisino a pensadores y artistas y promovió tertulias y conciertos. A la pareja no le movía la nostalgia por los viejos salones decimonónicos, sino la curiosidad por lo que proponían sus contemporáneos. Bajo su patrocinio Satie da forma a Sócrates, Stravinski compone su ballet Renard. En sintonía con el espíritu vanguardista que les rodea, los Polignac buscan creaciones que trasciendan la mera partitura. "Las obras  debían tener algo teatral y dramático, que no fueran simplemente piezas musicales", señala el músico Alfredo Aracil, coordinador de los actos del centenario del Retablo de maese Pedro. Falla, que viene avalado por el pianista Ricardo Viñes, acepta encantado el desafío y proyecta, equivocadamente, que ese trabajo que idea como una ópera para marionetas le llevará apenas unos meses. No será hasta 1923, cinco años después de los primeros contactos entre el gaditano y su mecenas, que aquel proyecto suene ante un auditorio: en el Teatro San Fernando de Sevilla el 23 y 24 de marzo de 1923. Un coloquio, hoy jueves, y un concierto de la Orquesta Bética de Cámara, mañana viernes, celebran el siglo que se cumple de este estreno.

El retraso con que Falla culmina finalmente El retablo de maese Pedro podría atribuirse a la minuciosidad en su escritura. "A todo le da muchas vueltas hasta llegar a ese grado de depuración que le caracteriza", sostiene Aracil,  que destaca la valentía del autor "por no seguir la fórmula de lo que le funcionaba, los pasos ya dados en El sombrero de tres picos, Noches en los jardines de España, El amor brujo, ese tipo de música". Falla abandona su época más andalucista y "decide mirar hacia dentro de sí mismo, también hacia dentro del patrimonio musical español y llegar hasta las últimas consecuencias. Le lleva mucho tiempo de reflexión, investigación, de anotar ideas, y eso retrasa muchísimo la obra. Hay cartas en que se advierte a la princesa desesperada, pero la mecenas sentirá al final verdadero entusiasmo por el resultado", expone Aracil, que participa hoy,  a las 18:00 en la sala Juan de Mairena del Espacio Turina –entrada libre hasta completar aforo–, en el coloquio sobre el centenario en el que estarán también  los musicólogos Jorge de Persia y Paolo Pinamonti y el compositor Alberto Carretero, del que se estrenará mañana su pieza El retablo de las maravillas.

Una visita de Falla a la Semana Santa de Sevilla de 1922 vincularía el proyecto de El retablo de maese Pedro a la ciudad: el maestro de capilla de la Catedral, Eduardo Torres, animó al músico a que adelantara la presentación en sociedad de su obra. "El encargo era para que la princesa estrenara El retablo de maese Pedro en su salón en París, y así fue, pero en versión escénica, con los títeres y siguiendo escrupulosamente el libreto y las indicaciones de su autor", cuenta Aracil. "Pero Falla, con buen criterio, quería asegurarse de que la música funcionara. Cuando un compositor, un creador, se mete en un terreno que le resulta nuevo, es mejor comprobar cómo ha salido todo antes del estreno. Por eso se prepararon estos dos conciertos, que nos dan la oportunidad de celebrar ahora el centenario del Retablo de maese Pedro". Unas veladas, las del Teatro San Fernando, que  tuvieron en la prensa "un reflejo muy diverso: hubo críticos que lo consideraron poco menos que un camelo y otros que lo acogieron como una obra maestra. Ahora sabemos quién tenía razón", afirma Aracil, un compositor reconocido en 2015 con el Premio Nacional de Música. 

Falla se tomó otra licencia con el encargo. La  princesa de Polignac marcaba como premisa que las obras se concibieran para orquestas pequeñas y ponía un tope de 16 componentes. Pero el Retablo congregó a una veintena de intérpretes, en cuya selección fue decisivo el criterio de Eduardo Torres. Aquello marcaría otro hito en la historia musical de la ciudad: la experiencia sería el preámbulo de la Orquesta Bética de Cámara. "Falla acabó muy contento con la formación que habían reunido", prosigue Aracil, "y eso propició que repitiera con estos mismos músicos para crear una nueva formación, la Orquesta Bética de Cámara, que tiene su prebautismo en este concierto y que celebrará su centenario el año que viene, cuando empezaron a tocar con esta denominación".

Los músicos de la primera audición de 'El retablo de maese Pedro', el 23 y 24 de marzo de 1923. Los músicos de la primera audición de 'El retablo de maese Pedro', el 23 y 24 de marzo de 1923.

Los músicos de la primera audición de 'El retablo de maese Pedro', el 23 y 24 de marzo de 1923. / Eresbil – Archivo Vasco de la Música. Fondo Norberto Almandoz

El autor de El amor brujo se implicó en aquella propuesta con ilusión. "Dirigió algunos de sus conciertos, por ejemplo en la gira que hicieron con el Retablo del maese Pedro, cuando ya se había estrenado en París, con sus títeres, por distintas ciudades de España, dos años después, en 1925. Pero a la batuta se colocó con más frecuencia su discípulo Ernesto Halffter", detalla Aracil. Falla adaptó a esta formación instrumental "algunas obras que consideraba bellísimas e interesantes para incluir en el repertorio, como el arreglo que hace del Preludio a la siesta de un fauno, que es una rareza y una joya". La pieza de Debussy forma parte también del programa de El Retablo empezó a sonar aquí, el concierto que programa el Femás mañana y que coproduce con el Centro Nacional de Difusión Musical.

Para esta celebración, Aracil matiza que "no queríamos un concierto de museo, sino algo vivo,  que supusiera un germen, como lo que hizo Falla hace cien años", apunta sobre el estreno de Alberto Carretero. "Le pedimos que hiciera una obra exclusivamente para instrumentos, no con voces, pero con los mismos instrumentos del Retablo de maese Pedro. Él ha sido muy ingenioso y ha decidido hacer otro Retablo de Cervantes, el de las Maravillas. Esta obra", continúa el especialista, "también tendrá una versión escénica, pero en vez de hacerse con títeres se hará con una proyección de cómic, lo que nos sugiere que el cómic es en el siglo XXI lo que eran los títeres en la Edad Media y el Renacimiento, una forma de comunicación popular sencilla y directa. Aquí escucharemos sólo la versión de concierto, como ocurrió con el estreno sevillano del Retablo de Falla, con la esperanza de que pronto se verá su versión escénica".

Aracil, que se ha sumergido estos últimos años en los pormenores de la creación del Retablo de maese Pedro y trabaja en una monografía sobre esta obra, asegura que "no hay  otra pieza de Falla que tuviera una repercusión tan grande y tan inmediata, ni El sombrero de tres picos con los Ballets Rusos", dice sobre una creación que en los años siguientes a su puesta de largo en París se oyó en destinos tan dispares como Bristol, Nueva York, Zurich, Ámsterdam, Burdeos, Colonia y Berlín.   

La pieza dividió a los críticos, “que la tomaron por un camelo o por una obra maestra”

En el presente, no obstante, "quizás hayan jugado en su contra algunos inconvenientes: que al durar apenas media hora, haya que programarla con otra producción más, o estirarla con otras composiciones de Falla; o que los títeres sean algo complejo... Y hay otro detalle que es injusto: en cuanto ven u oyen la palabra títeres se piensa que se trata de una obra infantil... El Retablo es tan fascinante que funciona con niños, en propuestas didácticas, pero es una pieza de muchos quilates, de una profundidad intelectual importante. Muchos programadores la pasan al departamento de conciertos familiares, que siempre tiene mucho menos presupuesto", lamenta Aracil.

El músico madrileño defiende, "y lo pienso como compositor y como persona, que el Retablo es un ejemplo moral. Que alguien como Falla, que tenía la fórmula del éxito en el bolsillo, decida dar un paso a un lado, para empezar una nueva indagación... eso es un ejemplo con mayúsculas. Él se embarca en una aventura con resultados tan inciertos que programa estos dos conciertos en Sevilla para saber si va bien en el camino que ha iniciado, y así empieza una nueva etapa, la última gran etapa de Manuel de Falla, que dará pie a logros como el Concierto para Clave o su Atlántida. Para mí eso es un creador comprometido al cien por cien. Y la pieza es una obra maestra que se atreve a ir más allá del Quijote, en el juego y la confusión entre la ficción y la realidad. Aquí se añade un nuevo plano en la sucesión de espejos: Cervantes pone al Quijote, a Sancho Panza, al ventero a ver una función de títeres, y Falla decide convertir en títeres también a esos personajes. Es un planteamiento audaz, pero lo importante, como digo, es que Falla se erige en el ejemplo moral de un creador que va más allá de lo fácil, que sigue buscándose cuando tiene el viento a su favor".

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