El Paseo Fariñas

La Línea en Blanco y Negro

Los terrenos que ocupan la plaza eran propiedad el obispo de Cádiz y una vez fallecido el alcalde Juan Bautista Fariñas decidió adecentarla a principios del siglo XX

El Paseo Fariñas
El Paseo Fariñas
D. Ramos / L. J. Traverso

La Línea, 02 de junio 2021 - 05:00

Esta céntrica plaza de La Línea, enclavada en uno de los laterales de la calle Carboneros entre Alfonso X el sabio y Doctor Villar, es la última realizada por la Villa. Explanada Cruz Herrera, zocos laterales del Mercado, Plaza de la Iglesia... nuestros primeros gobernantes municipales, desde el momento de la fundación de la Villa de La Línea en 1870, se preocuparon por la estética y las condiciones higiénicas urbanísticas. Ejemplo de ello es la primeriza en aquellos tiempos de la llamada Comisión urbana de ornamento público, veladora de que la Villa fuera creciendo de forma ordenada y armónica, manteniéndose así durante el siglo XIX y las dos primeras décadas del XX.

El ensanche del caserío se iba realizando llegado a un punto determinado con la culminación de una plaza pública. Es frustrante y a la vez curioso que nuestro municipio, a pesar de ser joven, no ha sabido crecer con acierto urbanísticamente, ya que llega un momento que las calles en los años veinte serán creadas directamente a partir de los caminos de terrenos y huertas, creando un caos urbanístico en comparación con el casco urbano del siglo XIX, más cuadriculado y ordenado. Precisamente la mayoría de las ciudades poseen diferentes plazas en la ciudad; en cambio, la nuestra solo las posee en la parte antigua con las citadas anteriormente.

El nombre

Esta plaza, conocida popularmente como paseo de Fariñas o los palomitos, ya que es el lugar donde podemos ver desde tantas generaciones de linenses a los más pequeños alimentar a estas aves, desde el momento de su construcción en 1902 se la llamó Plaza Nueva para diferenciarla de la más pequeña y decimonónica Plaza Vieja, más conocida como Cruz Herrera.

La Plaza Fariñas, en los años 20.
La Plaza Fariñas, en los años 20.

El nombre oficial es Plaza del alcalde Juan Bautista Fariñas, que fue el político encargado de poner a disposición este espacio público para el municipio, tal como relata José de la Vega Rodríguez en su obra La Línea de la Concepción, cien años de Historia: “Don Juan Bautista Fariñas se posesiona de su cargo en 1º de enero de 1902, para el que es nombrado por Real Orden de 26 de diciembre anterior, cesando en 22 de junio del siguiente año al ser designado alcalde Don Luis Ramírez Galuzo por Real Orden del 18 del mismo. En 1906, y por Real Orden de 26 de diciembre del año anterior nuevamente es nombrado alcalde de cuyo cargo toma posesión en 1º de enero. El 12 de enero de 1921 se suspende la sesión que había de celebrar la Corporación Municipal en señal de duelo por el fallecimiento del Sr. Fariñas Martin y se acuerda rendirle honores”. Aunque de la Vega no lo cita, el alcalde era farmacéutico y vivía en la calle Alba.

Historia

Ramírez Galuzo.
Ramírez Galuzo.

En un primer momento, construido el complejo lúdico del Parque de la Victoria, al final de la calle Carboneros, los actuales terrenos de la plaza eran propiedad del obispo de Cádiz, Vicente Calvo Valero, que ocupó su cargo desde 1884 hasta 1898, cuando fallece. Por ello se conocía al lugar como Huerta del Obispo. Algunos sostienen que el obispo quería levantar una iglesia en el terreno, pero no le fe posible, algo que dudamos que sea cierto, ya que no tendría lógica crear otra feligresía teniendo cerca la Iglesia de la Inmaculada, al igual que dudamos el nombre que algunas le dan en primer lugar como Plaza de Reina Victoria en honor de la esposa del Rey Alfonso XIII, Victoria Eugenia de Battemberg, ya que al consultar la propiedad de la Casa Toledano relata que la misma tiene entrada por la calle Duque de Tetuán y que otra fachada da la plaza de la reina Victoria y esa solo podría ser la Plaza de la Iglesia, que al llamarse de la reina Victoria tendría su plaza opuesta en la actual de la Constitución, en aquel tiempo del rey Alfonso XIII unidad por la calle principal conocida como Libertad y que se rotuló como “Real” como si uniese a los dos personajes regios del momento.

Una vez muerto el obispo, al no conocerse herederos se dejó abandonada y se convirtió en un vertedero hasta que este alcalde la adecentó con la plantación de algunas palmeras, la siembra de arriates con flores y con la colocación de algunos bancos de madera y así podrían venir las familias con los niños pequeños a solazarse en el tranquilo reducto. Curiosamente, cuando ya se había terminado la obra aparecieron unos sobrinos del obispo que pretendieron demandar a la ciudad por apropiación indebida. Las dos partes mantuvieron conversaciones y al final todo se arregló con el pago de seis mil pesetas.

Otra reforma se realizó en el año 1960, con Pedro Alfageme González como alcalde, con quien ya la Plaza de Fariñas alcanza su mayor esplendor y belleza. Se le instalaron dos magníficas fuentes con juegos de agua y luz multicolor, verdaderas maravillas artísticas de la ciudad. Se cambiaron sus viejas farolas por otras más modernas nuevos jardines vinieron a remozar aún más su floricultura y sus bancos de azulejos se reemplazaron por otros de hierro, así como su piso terrizo fue pavimentado con terrazos Migarol, exactamente iguales a los que tenía la Plaza Carranza de Cádiz. Posteriormente se le han hecho algunas reformas más.

Datos arquitectónicos

La plaza está formada por un gran rectángulo con bancada corrida de piedra de las canteras de Sierra Carbonera, que abarcan todo el perímetro de la misma salvo por sus accesos de las esquinas y en el lado principal, con grandes palmeras en lugares concretos del perímetros. La parte central está formada por la misma bancada, formando un cuerpo cerrado exterior en el centro de la misma. En un primer lugar, como se observan en viejas fotografías, había una cruz de hierro y otros elementos decorativos desaparecidos con el tiempo.

La Plaza Fariñas.
La Plaza Fariñas.

En los años 20, el alcalde Andrés Viñas decora la plaza con elementos típicos de azulejería sevillana tan de moda en aquellos años debido a la Exposición Universal iberoamericana de Sevilla. Según Paco Tornay,

de esta forma quedó con la estructura actual la que se le ha conocido durante muchas décadas. La plaza era centro de juegos de decenas de niños que más de un día regresaban a casa llorando por un golpe en el muslo con aquellos bancos de boquetitos que servían de porterías. Cuando había menos tráfico, las porterías eran las propias entradas del paseíto, aunque cada dos por tres había que bajar a la calle a recoger el balón como hacen hoy.

En 1985 la Unión Deportiva compra el solar donde en su día albergó a la Cruz Roja y la inauguración de la sede tuvo lugar en 1989. El paseíto Fariñas dispuso entonces de dos edificios de relieve: la Casa de la Cultura (1972) y la Unión (1989). Ambos tomaron el relevo de edificaciones como el de la Asamblea Local de la Cruz Roja, levantado en 1902, o el cine mudo de verano llamado Cuatro Ojos, testigo del incendio del casino Kursaal en 1922, antesala del Teatro del Parque de la Victoria; comercios e industrias como la confitería de Saragasa y Mayca, escenario de un programa de televisión llamado Nosotros en 1969, y por último, recinto de la Feria del Libro, mítines y festejos.

Las fuentes de la plaza.
Las fuentes de la plaza.

Lamentablemente no queda un solo vecino de hace treinta años. El patio de La Cuadra de Juan Mesa y sus alrededores han desaparecido, la acera del museo de Cruz Herrera y Casa de la Juventud sustituyó a finales de los sesenta a una hilera de casas bajas con las clases particulares de María Dolores Castillo, la escuela de Angelita Gómez de la Mata y la barbería de Antonio Vega y donde sólo permanece hoy el quiosco, aunque ya no están ni Isabel ni Bartolo. En una esquina estaba la consulta de don José Torres Vico, en la contraria según se va para el Ayuntamiento estaba la imprenta Vallejo y al lado la peluquería de Paquita, señora del practicante don Antonio Hurtado, bellísima persona que parecía tener como misión el ayudar a los demás. Donde hoy está el edificio que da a la calle Alfonso X el Sabio había una muralla blanca que pertenecía al patio del Yanico que daba a la plaza de la Iglesia, y donde se encontraba la pequeña tienda de la Pelona.

En la actualidad en esta placita linense juegan alegremente los niños y descansan los ancianos al calor del sol invernal y de la agradable sombra de sus palmeras durante el cálido y largo verano que tuvo su mayor concurrencia y animación recién inauguradas sus fuentes. Francisco Tornay rescata estas letras de Ortega y Gasset refiriéndose a las fuentes: “Cuando una ciudad vieja llega a ser un sillero de historia un montón de años secos, que lo único que queda en ella viviente son sus fuentes que prosiguen cantando y corriendo como en la juventud”.

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