Antonio Pérez Carmona: Un linense en el camino hacia la luna
Antonio Pérez Carmona trabajaba en la base de la estación espacial de la NASA en Madrid cuando el primer hombre llegó a la luna el 21 de julio de 1969
“Un pequeño paso para el hombre, un gran paso para la humanidad”. Y ese paso cambió el rumbo de la historia. El 21 de julio de 1969, el hombre llegó a la luna. Por primera vez un ser humano alunizaba y millones de personas fueron testigos de cómo Neil Armstrong colocaba la bandera americana en el satélite.
Algunos permanecieron despiertos ante la televisión toda la noche viendo una imagen en distorsionada en blanco y negro, otros se reunieron con los vecinos ante la búsqueda de una familia que tuviese televisor para ver el gran acontecimiento. Y otros trabajaron desde todas las sedes de la NASA para conseguir que el hombre llegase a la luna aquella madrugada de 1969. Ahí, en la colaboración, se encontraba Antonio Pérez Carmona, linense de nacimiento y trabajador en la estación de seguimiento de la agencia espacial en Robledo de Chavela, Madrid, un enclave que fue esencial en la carrera espacial.
Antonio Pérez comenzó a trabajar en 1967 en la agencia y estuvo hasta 1982. Si bien es cierto, tal y como comenta, que no era físico ni astronauta, en una carrera espacial todos los eslabones son necesarios e importantes para conseguir el objetivo. Estar a cargo del cuidado y mantenimiento de las antenas y aparatos electrónicos de la estación era fundamental para que la comunicación con el espacio no acabase en tragedia.
Sobre su experiencia, Antonio explica cómo el entusiasmo y las ganas impregnaban toda la base. Aunque se estaba vislumbrando el futuro nadie imaginaba realmente todo lo que estaba por llegar, nada menos que el hombre pisando la Luna. “Aquello se vivió con tensión, emoción y nerviosismo. Los Estados Unidos se estaban jugando mucho con el Proyecto Apolo y ahí España tenía un papel crucial. No se trataba de una simple base. Es más, aunque fue por apenas tres segundos, los ingenieros de la base española fueron los primeros en escuchar la mítica frase de Armstrong aquella madrugada de 1969”.
El linense explica cómo fue una época muy intensa viviendo en primer plano los fallos y éxitos de la misión espacial. Sobre el ambiente de la base, cuenta que al final acabaron siendo todos una gran familia. Además, según recuerda Pérez Carmona, no solo fue una gran experiencia, sino que a nivel tecnológico fue todo un hito. “Es curioso cómo ahora vemos toda la tecnología indispensable en nuestro día a día, en aquel entonces en la NASA no había ni móviles, ni Internet, tan solo línea telefónica, fax y telégrafo, y aún así el hombre llegó a la luna” concluye.
Antonio Pérez ha sido empresario de éxito, ha publicado más de 20 libros y ha recibido numerosos reconocimientos, como el premio Linense con Talento. Pero, ¿cómo llega un linense a ser testigo en primer plano de la carrera espacial?
“Nací en La Línea, como otros muchos mi padre trabajaba en Gibraltar y mi madre tenía una pequeña tienda de ultramarinos. Siempre fui un niño inquieto pero inteligente, hacía mucho deporte, estaba dentro del grupo de teatro en el instituto, tenía muy buena memoria y hasta llegué a jugar con los juveniles de la Balona”. Recuerda que en las pruebas para acceder al Bachillerato de la época el periódico anunció que 80 alumnos habían obtenido notable y sólo 1 había conseguido matrícula de honor, y ese fue Antonio Pérez.
A los 12 años, su padre falleció con 43 años, por lo que tuvo que comenzar a trabajar. Empezó a trabajar desde las 3:00 de la mañana hasta las 8:00, cuando se dirigía al colegio. De ese modo compaginaba ambas cosas. “En todos los años que trabajé cada madrugada no me pagaron ni un día. Mi madre pensó que de este modo maduraría, me convertiría en un hombre, así tendría un futuro mejor y así fue”, cuenta Antonio.
A los 17 años, su madre le entregó los ahorros que tenía para que fuese a Madrid a buscar trabajo. “Se enteró de que los americanos habían llegado a la capital para abrir alguna base y yo al estudiar inglés desde pequeño tenía muchas posibilidades allí”, afirma. De este modo empezó a trabajar en el almacén, compaginándolo con otro trabajo de madrugada y convirtiéndose en director del almacén años más tarde. Es en la base de Torrejón de Ardoz donde le llega la proposición para trabajar en la NASA y acepta sin dudarlo. Así comienza su andadura en el apartado logístico de la agencia en Madrid. “Quince años después salí de allí con una experiencia increíble y la carrera de Económicas”, cuenta.
En aquel momento, una de las cuestiones más comentadas sobre las misiones espaciales fue por qué gastar tanto dinero en investigar lo que hay afuera cuando aún hay tanto por hacer y descubrir aquí. Antonio Pérez lo resume en tres causas. La primera se basa en la famosa Pirámide de Maslow, la llamada jerarquía de las necesidades humanas. Los seres humanos siempre aspiran a necesidades superiores una vez han satisfecho las inferiores. Siempre vamos queriendo más y más, “y de ahí que se empiece a mirar hacia el cielo, hacia lo desconocido”.
Además, lo político es el segundo factor de importancia.“En plena Guerra Fría estábamos ante un momento en el que todo el mundo pensaba realmente que Eisenhower, el presidente estadounidense del momento, iba a levantar en cualquier momento el teléfono y enviar un misil a Rusia”, afirma. El último elemento, según López Carmona, fue la inteligencia emocional. La sinergia de trabajar todos con todos para conseguir un objetivo en común, allí todo el mundo tenía su puesto por algo y todos eran importantes por algo.
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