La calle Ángel

siglo XIX Además de partir de ella el camino hacia el Cementerio, en esta calle se emplazaron las primeras empresas de suministro eléctrico

La calle Ángel
La calle Ángel
Luis Javier Traverso

23 de agosto 2015 - 01:00

LA calle del Ángel comienza en la de Aurora y termina en Avenida María Guerrero, pero es precisamente en su tramo más estrecho con el callejón de Mata, uno de los lugares de la ciudad que más ha influido en su progreso y desarrollo a lo largo de sus ciento cuarenta años de existencia. En este corto y estrecho tramo de calle surgieron dos iniciativas de la mayor trascendencia para la vida y prosperidad de este gran pueblo Linense, como fueron la primera fábrica de electricidad llamada La Concepción y Área primer periódico del Campo de Gibraltar.

Un antiguo periódico Linense nos dice con respecto a La Concepción y sus primeros pasos para instalar el alumbrado eléctrico en La Línea: El día 16 de septiembre de 1891 los obreros de "Vidal y Compañía" comienzan a colocar los aisladores del alumbrado eléctrico que habría de disfrutar la Villa. Cinco años mas tarde el 26 de febrero de 1896 regresan de Madrid los señores Félix García del Rivero y Fernando Moreno, acompañados del ingeniero de la Casa Abrahmson que se encargaría de la instalación del alumbrado eléctrico sustituyendo al de petróleo, para la instalación de la central eléctrica se construyó un edificio en la esquina de la calle Granada expresamente diseñado para alojar la moderna maquinaria de aquellos tiempos, consistente en tres turbinas a vapor sistema Gustavo de Laval, seis dinamos en derivación de 16.400 W. cada una, tres calderas de vapor Babcok y cinco aparatos para aumentar dichas calderas. Esta primera Central Eléctrica de La Línea llamada La Concepción la formaban los siguientes señores: Antonio Villena, Félix García del Rivero, Luis Ramírez Galuzo, Francisco de Grandy, Manuel Vegazo y señores Pérez y Lagillo.

El 16 de septiembre de 1896 el Ayuntamiento de esta Villa firma el contrato para el alumbrado publico por electricidad suministrada por la Sociedad La Concepción en el que se estipula que dicho alumbrado "No funcionaría durante las noches de luna en que dicho astro alumbre suficientemente y no haya celaje que los oscurezca". Años mas tarde se crean otras dos compañías de electricidad: la de Ansola (S. en C.) y la Hidroeléctrica San José, hasta que en el año 1933 la Compañía Sevillana de Electricidad compró todas estas empresas eléctricas controlando así todo el suministro eléctrico a la ciudad de La Línea.

El edificio donde estuvo La Concepción todavía existe hoy como planta distribuidora y antiguas oficinas de la Compañía Sevillana de Electricidad.

También nació en esta parte de la calle Ángel, concretamente en el Callejón de Mata la Primera Agencia de Publicidad Publinter fundada por Antonio Gómez Rubio cuya inscripción en el Registro de la Propiedad data del 2 de febrero de 1951.

En la calle Ángel (Miguel Ángel) en su tramo mas conocido junto a la Compañía Sevillana de Electricidad, se encontraba el establecimiento Cerámicas Artísticas de don Antonio López artesano ceramista nacido en Ronda y afincado en La Línea en 1935. Este establecimiento de objetos de cerámicas no lo abrió hasta 1949. Aunque en el se vendían artículos procedentes de Granada y de Ronda, la mayoría de las cerámicas eran creadas por él, ya que era precisamente la cerámica artística su especialidad, cuyos estudios los realizó en la Academia de Bellas Artes de Madrid entre los años 1919-1923.

En esta calle existieron establecimientos como Ciudad de La Línea pañería de José Morilla, después pañería de Florín, la Zapatería Maruenda que fue antes tienda de comestibles de Pérez Hermanos y el Horno de Mata, donde muchos años después se estableció los talleres del periódico Área. También estaba la Posada del Ángel de donde salía primeramente la Diligencia La Veloz de Paco Fava, La Carbonería de Macías, confitería La Moderna el taller de cantería de Nascimento Hermanos, tienda de comestible de los Fredy después de Antonio Martínez Fuentes y otras tiendas de Coloniales como la de Gerónimo Ramos Cana, y la Posada, café"La Peña y el Gurugú, Bodega de Emilio Sánchez y el antiguo cafelito El Cimbelero.

Así mismo estuvo en esta calle una sociedad llamada Los Amigos del Arte y en el lugar donde está hoy la Iglesia de San Pio existió la Escuela Particular de don Juan Holgado. En los tiempos en que existía el horno de Mata, la calle era de arena, como la mayoría de las calles linenses, y el transporte de los sacos de harina para el horno se realizaba en carros, y estos al penetrar en el callejón se hundían en la arena hasta los bujes de las ruedas, lo que representaba enormes dificultades para efectuar la descarga de los sacos de 100 kilos. En vista de ello Antonio Mata Medina propietario y fundador del horno, habló con el alcalde por aquel entonces don Luis Ramírez Galuzo para que le diese permiso para empedrar por su cuenta esta parte de la calle entre la Calle Aurora y el callejón sin salida donde estaba el horno, permiso que le fue concedido y una vez cumplida la propuesta de Mata, el Ayuntamiento como premio a su ejemplar gesto le dio el nombre de Mata a este callejón, nombre que mantiene hasta la actualidad. Su hija Margarita vivía precisamente en el Patio de Mata frente a la Iglesia de San Pió, uno de los patios mas típicos, era una verdadera maravilla el aspecto de todas las puertas de sus viviendas ornamentadas con rejas, arcos, farolillos de estilo andaluz y adornadas con numerosas macetas de claveles, rosales, jazmines y otras especies de flores, que expresaban orgullosamente el buen gusto y delicadeza de sus vecinos.

También existió en esta calle la barbería de Enrique Rojas establecida en esta calle en el año 1916, cuando aún era de arena y muy pocas casas perfilaban su calzada, por la que han desfilado los ciudadanos que realizan su último viaje en la vida, porque esta calle del Ángel era la ruta obligada hacia el lugar de la paz eterna, el Campo Santo.

En 1908 se presento un de camino vecinal desde la Calle Ángel al Cementerio de La Línea por un importe de 56.524, 12 pesetas. El rápido crecimiento de la villa de La Línea motivó la construcción de un nuevo Cementerio, en atención a que el existente se encontraba tocando al recinto urbanizado y en unas condiciones antihigiénicas a nada comparable. Al recoger los datos necesarios para formular el proyecto de la nueva Necrópolis y buscar el terreno apropiado para su emplazamiento, en consonancia con el Real Decreto de 16 de julio de 1888, se hallaron innumerables dificultades; pero al fin, se encontró un terreno poco accidentado y distante de la Villa, aproximadamente dos mil metros, al parecer del facultativo que asesoraba al Ayuntamiento, con todas las condiciones exigidas por el Real Decreto citado y el único a propósito para el emplazamiento del nuevo Cementerio: una condición no llenaba sin embargo, y esta era de fácil viabilidad o comunicación con el poblado, puesto que se encontraba separado de él por un extenso arenal que dificultando el paso haría casi imposible en su día el transporte a hombros o en coche de los cadáveres que en la nueva Necrópolis recibieran sepultura.

Claro estába, que a todos los terrenos utilizables que se encontraban en dirección contraria a los vientos reinantes en la localidad les ocurría lo mismo y por ello, no hubo otro remedio que considerando cosa resuelta la aceptación del expresado terreno donde hoy se halla la construcción, como si reuniera además esa condición indispensable de comunicación; pero siempre pensando tanto las autoridades celosas de aquella villa, como el arquitecto autor del proyecto de Cementerio en la modificación de la viabilidad por medio de un camino que hiciera fácil el acceso a aquel lugar a toda persona que allí fuera movida por sus piadosos sentimientos y no dificultara en manera alguna la conducción de cadáveres.

El estado precario de las arcas municipales hizo que no se empezaran tan pronto como convenía los estudios necesarios para la construcción del referido camino y que las autoridades buscaran soluciones sin grandes dispendios; a tal objeto se construyó, próxima a la población, una casita donde se depositaban los cadáveres.

Después se reglamentaría en la casa mortuoria y allí se despedían las familias y acompañantes, siguiendo luego la conducción, haciéndose paradas en varios sitios del camino en donde se construyeron bancos o apeaderos en distintos sitios hasta llegar al Cementerio. Pero todo esto, según las mismas autoridades vieron y la práctica se ha encargó de demostrar, no fueron otra cosa que paliativos inútiles que en nada podían modificar ni resolver el problema verdadero de la comunicación, ni tampoco podía satisfacer a las familias dolientes que tenían que retirarse del cadáver antes que reciba sepultura. Razones de gran fuerza fueron las expuestas ya consideradas por la autoridades locales, pero había otras que desde el punto de vista de la higiene y el orden público demostraban también la necesidad del camino que se proyectaba: en caso cualquiera de epidemia las determinaría y haría ver que si las necesidades obligaran a observar en los enterramientos un procedimiento rápido, estos no podrían llevarse a cabo porque el arenal que separa el Cementerio del poblado se opone silenciosamente a ello.

De aquí sería preciso colocar los cadáveres en el Depósito que existía a la entrada de la población, esperando que pudieran ser conducidos, y formando un foco infeccioso tan peligroso como la misma epidemia. En tal situación y comprendido las necesidades imperiosas de hacer un camino que uniera el poblado con el Cementerio, El arquitecto José Gamero, fue encargado por el Ayuntamiento de La Línea de estudiar un proyecto del mismo en consonancia con las necesidades de la población, y al redactar las memorias, expresó en ella que el camino objeto del proyecto era una necesidad imperiosa y debía constituir su construcción el cumplimiento de una deuda que el Ayuntamiento tenía con la población y debía apresurarse a pagarla.

stats