Conceder la nacionalidad española a los gibraltareños
Tribuna abierta
Si Gibraltar es español, solo cabe conceder la nacionalidad española a quien allí nace
Es el momento de ser audaz e imaginativo reconfigurando la relación con Gibraltar en pleno siglo XXI, basada más en las personas y menos en las banderas
La CE y los gobiernos de España y Reino Unido retoman este miércoles en Madrid la negociación sobre el tratado de Gibraltar

El pasado lunes compareció el ministro Albares en la Comisión de Asuntos Exteriores del Congreso, manifestando la existencia de avances sustantivos en las negociaciones sobre la futura relación con Gibraltar. Tras tantos años de teatrales negociaciones, como para que no hubiera progresos y seguir ahí perdiendo el tiempo. ¿O es lo que se pretende, patadón palante y seguimos como estamos, que no está tan mal para algunos?
Se dice que en lo medioambiental y en lo tributario hay bastante entendimiento. Permítaseme dudarlo. La armonización fiscal se niega rotundamente desde Convent Place.
Y la colaboración en la preservación del medio ambiente común siempre ha sido nula por la ausencia de voluntad llanita, que prioriza otras cuestiones. La recientísima y más que pertinente denuncia penal de la Fiscalía de área de Algeciras por los rellenos en la cara este del Peñón, demuestra justo lo contrario.
Concluyo. Cualquier entorpecimiento del acuerdo y de la supresión de la Verja solo proviene de Londres y de Gibraltar. Es obvio, ya sea por razones militares, económicas o de puro nacionalismo. O todo a la vez.
Sí que parece cierto que solo existen avances en lo relativo al paso franco en la frontera. Primero por la vía de hecho que se permite en la actualidad, en claro incumplimiento de las normas Schengen. En el futuro, con otras medidas que vendrán, que permitan el libre tránsito de manera menos burda y flagrantemente ilegal que la actual.
Y entre tales medidas sorpresa para favorecer la vida del extracomunitario gibraltareño hay una que no es nueva, de la que no se ha hablado mucho, que ya estuvo vigente en su momento y que, me atrevo a intuir, ha sido de nuevo puesta encima de la mesa.
Así, el Gobierno de Franco, al decidir cerrar la Verja en 1969, aprobó mediante el Decreto Ley 13/1969 la concesión de facilidades a los residentes civiles en Gibraltar. Entre ellas, y como medida principal, la concesión de la nacionalidad española a los gibraltareños que lo pidiesen, sin tener que renunciar a la británica. El artículo 1 de dicha norma señaló que todas las personas nacidas en Gibraltar y residentes en dicha ciudad se considerarán equiparadas a las nacidas en territorio español, a los efectos de lo dispuesto en el número primero del artículo dieciocho del Código Civil. El artículo 3 extendía ese derecho a los familiares de aquellos.
Es cierto que, en aquel momento, ese decreto se entendió como un intento de socavar la soberanía y la identidad de los llanitos, y no fue aceptada por razones de identidad nacionalista, y por la evidente inutilidad de la medida con una Verja clausurada. Solo unos pocos aceptaron el DNI español. Hoy son afortunados.
Pero es innegable que tal decisión, aplicada en la actualidad, sería una verdadera ventaja para el gibraltareño, que volvería a disfrutar de los beneficios de ser comunitario, sin renunciar a su identidad británica. Eso sí que sería un avance para ellos, en el paso libre de la frontera como ya comunitarios.
Y, por supuesto, planteándose la medida con respeto, como generosa invitación sin imposiciones, y siempre con el máximo respeto a los gobiernos respectivos.
Solo sería normativizar y crear derechos civiles a quienes les corresponde, por la vinculación histórica, cultural y lógicamente geográfica, entre la Roca y el Campo de Gibraltar, y a quienes comparten familias, vecindad, idiomas, comercios, historia, convivencia presente y destino común futuro"
Igualmente, serviría esta medida de verdadero acercamiento a España, como reflejo jurídico de la realidad de mescolanza, de convivencia y de integración que caracteriza la personalidad propia de los gibraltareños, que siempre ha sabido tomar lo mejor de cada sociedad. Se subrayaría que tiene por objeto lo humano, sin tocar el plano territorial.
Y solo sería normativizar y crear derechos civiles a quienes les corresponde, por la vinculación histórica, cultural y lógicamente geográfica, entre la Roca y el Campo de Gibraltar, y a quienes comparten familias, vecindad, idiomas, comercios, historia, convivencia presente y destino común futuro.
Y porque si Gibraltar es español, solo cabe conceder la nacionalidad española a quien allí nace. Puros Ius sanguini y Ius soli, que me explicaba Fernando Bethancourt en Derecho Romano.
A la vez se desmontaría un viejo mantra del discurso político de los distintos gobiernos de Gibraltar, esto es, que España pretende imponer sus anhelos de soberanía, por encima de la voluntad del pueblo de Gibraltar. Esta medida demuestra lo contrario, que pone el foco en las personas y no en las políticas, ofreciéndose como un derecho individual que no exige renuncias ni a ideologías ni a nacionalidades.
Sé que a algunos más radicales no les gustaría la medida por sus repercusiones políticas; pero no es confrontación, es seducción porque el ser español y por tanto comunitario (a la par que británico), facilitaría la vida muchos a muchos. Y ante el estancamiento y las viejas políticas inútiles, que solo han favorecido a algunos, es el momento de ser audaz e imaginativo reconfigurando la relación con Gibraltar en pleno siglo XXI, basada mas en las personas y menos en las banderas.
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