Linenses de primera

Jacobo y Emilio de Villar

  • “Nunca pensé que una reunión de amigos podía desembocar en una fiesta masiva como la actual”

La familia De Villar  tiene mucho que ver en que la Feria de La Línea sea conocida en toda España. Emilio y Jacobo de Villar, tío y sobrino, han contribuido enormemente a la creación y consolidación del Domingo Rociero, que ha evolucionado de manera imprevisible desde sus comienzos.

El día más conocido de la Feria de la Línea surgió hace 37 años de parte de un grupo de amigos que decidió reunirse  para recordar la hospitalidad de las hermandades rocieras en el domingo de Pentecostés. “Nunca pensé que esta iniciativa podría desembocar en la fiesta masiva que tiene lugar hoy en día”,  indicó Emilio de Villar.

Al comienzo de los años setenta, los casi treinta miembros de la peña rociera, entre los que se encontraba Emilio de Villar, decidieron reunirse en casa del abuelo de éste para compartir una agradable jornada, ya que el domingo siguiente a la Coronación no había ninguna actividad relacionada con los festejos, a excepción del Paseo de Caballos que tenía lugar en la calle Real.    

Ese primer Domingo Rociero es inolvidable para Emilio: “Sacamos un sillón doble y un velador con un tocadiscos a la calle para amenizar la comida, en la que cada uno llevaba sus platos, y bebimos todos de un barril de vino”, recuerda este ilustre linense.

Así, cada año más vecinos de La Línea se animaban a sacar sus mesas a la calle para compartir sus vinos y platos de jamón con todo aquel que quisiera, haciendo gala de “una hospitalidad propia de todos los linenses”, apuntó Emilio de Villar que declaró estar orgulloso de su pueblo y sus gentes.

Este linense recuerda que la esencia de este día de aquellos primeros años “ era la de compartir y ofrecer comida y bebida sin pedir nada a cambio, sin embargo, hoy en día todos los bares ponen barras en la calle. Le han dado a este día un enfoque mercantilista”, señaló.

Jacobo de Villar, sobrino de Emilio, está también muy vinculado al Domingo Rociero, ya que con tan sólo tres años vivió el comienzo de esta fiesta.

Este abogado linense decidió continuar la tradición hospitalaria de este día dando un plato de potaje gratis a todo aquel que visitará su caseta La Puñetera. “La gente cada año se decide por  cambiar el centro por el recinto ferial en el Domingo Rociero, aquello es más cómodo y más grande para todos”, apuntó Jacobo, que lleva desde mediados de los noventa vinculado a esta caseta.

Los más jóvenes se han apoderado de esta jornada y cada año son más los que vienen desde otros municipios a disfrutar de este señalado día. “La fiesta comenzó siendo una reunión de amigos y se ha convertido en un macro botellón”, apuntó Jacobo de Villar, aunque afirma que tanto el como su tío comprenden que era insostenible mantener un Domingo Rociero como los iniciales.

La promoción que el Ayuntamiento hizo de la fiesta entonces fue desafortunada, según Emilio de Villar, ya que “alentó la llegada de visitantes que buscaban comer y beber gratis. Los vecinos de La Línea no podían dar vino y platos de comida a todos, y los bares aprovecharon para sacar las barras a la calle y satisfacer esta demanda, eso sí, cobrando por ello”, afirmó Emilio.

Emilio y Jacobo de Villar han hecho honor a la hospitalidad de su pueblo. El primero, iniciando una tradición conocida a nivel nacional y el segundo, ayudando a que los valores iniciales del Domingo Rociero, dar y compartir sin recibir nada a cambio, sigan vigentes en la actualidad en la ciudad de La Línea.

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