¿Qué pasa con Puigdemont?
Miembros destacados de Junts, con historia relevante en el nacionalismo catalán convertido ahora en independentismo en algunos casos, confiesan desde hace tiempo que no comparten la estrategia de Carles Puigdemont; ahora no solo confiesan su incomodidad sino que van más lejos: el ex presidente de la Generalitat no piensa en su partido ni en el proyecto que representa, solo vela por sus intereses. De hecho, las decisiones sobre el apoyo o el rechazo a las iniciativas parlamentarias de Pedro Sánchez no tienen nada que ver con los objetivos que se ha marcado Junts, entre otras razones porque lo que más les importaba ya lo han conseguido: los indultos, la amnistía o ventajas fiscales a Cataluña que, bien vendidas por Junts, se transformaban en votos de agradecimiento al partido que lidera Puigdemont.
Puigdemont solo está empeñado en lograr lo que creyó que era un hecho, la amnistía; después comprendió que su aplicación no era inmediata y que no recogía el delito de malversación. Cuando finalmente ha comprendido que no había estudiado suficientemente qué suponía esa ley que él creía salvadora sin saber que antes de que de aplicarse debía cumplir unos requisitos, y que se aplazaba sine die su sueño de pasar el verano en Cataluña –el verano que ahora finaliza– empieza a comprender que su situación se complica.
El peligro para él y para su futuro es que se enfrenta a un campo de minas.
Un sector de Junts ha recibido con satisfacción la decisión de Jaume Giró de abandonar el partido y renunciar a su escaño en el Parlament. Giró es una figura muy relevante en la sociedad catalana, brazo derecho de Isidro Fainé en la Caixa y la Fundación La Caixa. Fainé no solo es el más poderoso banquero de Cataluña sino también con mucho peso en el resto de la banca española.
La elección de Giró como consejero de Economía del gobierno de Pere Aragonés, gobierno de coalición ERC y Junts, fue un paso al primer plano político que entusiasmó a Giró; pero el desencanto llegó a los pocos meses cuando, en contra de su criterio, se rompió la coalición y Junts, Puigdemont, no permitió su continuidad como conseller. Desde entonces, Jaume Giró se ha alejado abiertamente de la cúpula de Junts. Una cúpula que ya estaba recibiendo señales muy claras de que perdía peso. La propia familia Pujol, o figuras destacadas de los conservadores catalanas como Artur Mas o como Xavier Trias –ex alcalde de Barcelona y ex diputado nacional, miembro de Unió, el partido democristiano liderado por Duran i Lleida que gobernó durante décadas a Cataluña a través de la coalición CiU– no tardaron en marcar distancias con Puigdemont, como ha hecho ahora Giró.
La amnistía, en globo
Puigdemont tiene además problemas serios respecto a su futuro. La aprobación de la amnistía le hizo creer que regresaría a España en corto plazo y sería recibido en olor de multitudes por sus entusiastas seguidores. Podría incluso recuperar la Generalitat. No iba a ser así. El Tribunal Supremo rechazó la aplicación de la amnistía a Puigdemont porque no incluía el delito de malversación, lo que hizo sospechar a Puigdemont que era posible que Sánchez le hubiera puesto una trampa, ya que el gobierno cuenta con expertos juristas que podrían haberle alertado de que tal como estaba redactado el decreto excluía al ex presidente de la Generalitat. El Supremo decidirá en pocas fechas si acepta o rechaza el recurso presentado, pero hasta que tome la decisión y llegue al Tribunal Constitucional en el que son mayoría los miembros que intentaran buscar la forma de que Puigdemont sea amnistiado, pueden transcurrir muchos meses. Tiempo que Puigdemont, y miembros de Junts con su destino ligado al líder del partido no están dispuestos a esperar.
Por otra parte, inquieta seriamente a los dirigentes de Junts la situación del partido. En Cataluña sube como la espuma una mujer, Silvia Orriols, que con mensaje conservador, incluso ultraconservador en el que defiende posiciones que son bandera de Vox –la inmigración, o los principios del “wokismo”, mezclado con un independentismo irredento y un verbo brillante en la defensa de su posición– ha logrado ser elegida alcaldesa de Ripoll y tener escaño en el Parlament. Desde esos dos foros se ha convertido en una figura que va a ser clave en el futuro político de Cataluña.
Las encuestas coinciden en que su subida va a ser espectacular en las próximas elecciones catalanas... gracias fundamentalmente a votos de antiguos simpatizantes de Junts.
Gobernar al margen
En los últimos tiempos, las negociaciones entre Puigdemont y los enviados de Sánchez para acordar nuevas cesiones del gobierno –siempre con la amnistía como eje de todo lo demás– estaban prácticamente paralizadas desde que Santos Cerdán se encuentra en prisión preventiva desde hace dos meses por presunta corrupción.
Zapatero, otro de los “mensajeros” de Sánchez con los que se ha reunido Puigdemont en los últimos meses en Suiza o en Bruselas, aparentemente también había dejado de ser interlocutor con el ex president.
Sánchez recurrió entonces a Salvador Illa, con una excusa que podría justificar una reunión aparentemente inexplicable: Illa se había encontrado con todos los ex presidentes de la Generalitat excepto con Puigdemont, y era el momento de hacerlo.
Celebrada la reunión días atrás se supo que Zapatero se había entrevistado con Puigdemont dos días antes, para preparar el encuentro con Illa. Desde Moncloa se resistieron a considerar a Illa un enviado del presidente, pero Puigdemont y sus colaboradores no dudaron en declarar que era esa la razón de que se hubiera producido el encuentro. Un encuentro con sonrisas forzadas en el que solo Puigdemont parecía sentirse cómodo: de nuevo Sánchez promovía un acercamiento, buscaba el diálogo.
Para Junts y su máximo dirigente, esa actitud solo podía concluir con una reunión entre Puigdemont y Pedro Sánchez. Una “foto” que el presidente del gobierno español intentaba evitar pero que últimamente ya asume que podría producirse. Lo que no son capaces de concluir Sánchez y su equipo, es si esa foto puede ser utilizado a su favor o en su contra. ¿Se interpretaría como un presidente dialogante y conciliador, o como un presidente suplicante ante un prófugo de la Justicia que se burla sistemáticamente de la ley?
Sánchez necesita a Puigdemont. En su entrevista con Pepa Bueno anunció que con o sin presupuestos está decidido s seguir en el gobierno hasta el final de la legislatura, pero sabe perfectamente que su actual debilidad sería aún mayor, si no logra esta vez aprobar los PGE. No solo por la dificultad de sacar sus iniciativas parlamentarias, sino porque su descrédito dentro y fuera de España es cada vez mayor. Pierde a chorros un prestigio que llegó a tener en tiempos ya muy pasados.
Puigdemont podría apoyar los presupuestos aunque de momento dice que no lo harán sus 7 diputados, pero en política se cambia de apoyos en cuestión de minutos, depende de qué se da a cambio. En cambio no piensa apoyar el decreto de Yolanda Díaz de reducción de jornada laboral, y es reticente también a la “Ley Bolaños” sobre el acceso a la carrera judicial.
No es lo que más le inquieta. Además de su preocupación por la amnistía, es consciente de que Junts pierde fuelle, y su figura la cuestionan incluso los que en tiempos recientes le apoyaban sin fisuras.
La portavoz parlamentaria Miriam Nogueras es de absoluta lealtad, pero cualquiera que conozca cómo funciona la política comprende que si llegan momentos convulsos, Nogueras tiene fuerza y experiencia suficiente como para volar sola; parece fría pero tiene temperamento y lo aplica inteligentemente a la política. En cuanto al segundo de a bordo de Puigdemont, Jordi Turull, con el tiempo se ha convertido en el portavoz del ex presidente, poco más.
Puigdemont sigue teniendo poder sobre Pedro Sánchez, sus 7 votos importan mucho. Pero ya no son tan indispensables: Sánchez ha asumido que puede gobernar aunque no apruebe una sola ley en el Congreso.
Ya lo dijo hace meses: se puede parlamento sin el parlamento. Una forma muy peculiar de actuar en democracia.
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