José María Sánchez-Verdú: "Me revienta que lo banal quiera ser alta cultura"
Compositor y director de orquesta
Entre Berlín, Cádiz y el silencio de los monasterios, el compositor y director de orquesta defiende una música que no se explica: se escucha, se siente y se arriesga
José María Sánchez-Verdú, compositor gaditano de pasaporte nómada y cabeza encendida, inventa instrumentos, dirige orquestas, estrena óperas y aún encuentra tiempo para perderse en monasterios buscando el silencio que no encuentra ni en Berlín ni en Madrid. A sus 57 años sigue siendo un hombre en tránsito, pero con raíces firmes: la tradición, la memoria, el Mediterráneo. Lo mismo te habla del auraphon —su criatura sonora— que del último videoclip de Rosalía o de por qué vivimos en una sociedad que opina a gritos pero escucha tan poco.
Pregunta.Vive entre Berlín, Düsseldorf, Madrid y aeropuertos. ¿En qué idioma piensa cuando compone y en qué idioma maldice cuando pierde un vuelo o un tren se retrasa?
Respuesta.La música la tengo muy interiorizada en alemán y en italiano. Maldecir es mejor en español —me sale natural—, aunque también lo hago un poco en alemán, sobre todo porque los trenes allí casi nunca salen o llegan en hora. Pero la riqueza expresiva del insulto en español no la iguala casi nadie.
P.¿En una escala del 1 al 10, cuán raro se considera un compositor que inventa instrumentos como el auraphon?
R.Raro de verdad por hacer músicas diferentes de las que siempre nos rodean en la televisión, la radio o las redes; por usar instrumentos antiguos, o por combinar sonidos de instrumentos modernos con la electrónica, con colores y con espacios. Solo esto ya significa estar en otro terreno, cercano al 10 en “raruno”.
P.Dice que es “muy gaditano”. ¿Qué parte de Cádiz lleva siempre encima, aunque esté en pleno invierno berlinés?
R.Mi infancia es gaditana: la imagen de Gibraltar y la Bahía desde Algeciras, y también la imagen lumínica y sonora de Tarifa, cuando solo había un pueblecito, su castillo, el mar, la arena y el viento… Ni un solo turista.
P.¿A qué suena el silencio que busca en monasterios y frente al Mediterráneo?
R.Es un silencio maravilloso, ese que ni se atisba en una ciudad grande: oyes pájaros, campanas, el eco de un ciervo, el crotoreo de una cigüeña en su nido a la hora de la siesta, una gaviota lejana, la brisa sobre la arena o entre los chopos junto a un río de la provincia de León…
P.Se habla mucho del adelanto del último videoclip de Rosalía. Disney, Da Vinci, Berghain… ¿Qué le sugieren estas mezclas pop hiperbólicas?
R.Berghain es una parte de la noche berlinesa, y a la calidad de esta artista hay que sumar la campaña continua de comentadores. Que esté con Björk ya significa que lo que hace es otra cosa: de calidad y fuera de lo archiconocido y comercial. Roza también la creación musical actual y toma riesgos. Me gusta.
P.La industria sabe que, si provoca un poco, las redes hacen el resto. ¿Le fascina o le agota este ejército de opinadores automáticos? ¿Le preocupa esta urgencia por explicarlo todo, incluso un videoclip?
R.La verdad es que no me entretengo leyendo estas églogas. Prefiero que me sorprendan cosas especiales, sin que se tengan que explicar, como reclama nuestra sociedad absolutamente todo el tiempo. Lo desconocido es la mejor aventura, y la pedagogía no debe ser siempre una pócima plasta para incentivar la curiosidad y la limpieza de oídos de los seres humanos. Quien no los tenga limpios se pierde muchas cosas.
P.Dice que la música está hecha para sentirla, no para entenderla. ¿Cuándo fue la última vez que algo lo emocionó sin saber por qué?
R.En el cine fue Sirat, de Laxe, porque no lo explica ni lo narra todo de forma banal, sino que abre otros canales estupendos de creatividad, de paisajes, del uso del tiempo y del sonido, y de emoción. Y en música, un concierto reciente en la Philharmonie de Colonia, con una obra del gran compositor Helmut Lachenmann, presente allí con sus 90 años.
P.¿En qué piensa cuando va solo en un vehículo: en la próxima ópera, en la lista de la compra o en que debería vivir más despacio?
R.Pienso en cosas totalmente diferentes, sesudas o banales, pero nunca en si voy deprisa o no. En las transiciones puede uno encontrar cosas imprevisibles, más que estando en casa encerrado.
P.Está trabajando en una ópera prevista para 2028 o 2029. ¿Qué provoca más vértigo: el plazo largo o la magnitud del proyecto?
R.Vértigo no: es expectación y respeto ante un proyecto en el que vas a invertir mucho tiempo y energía, y que te va a marcar para siempre.
P.Dice que la estandarización invade la música. ¿Qué repetición del mundo clásico borraría si pudiera pulsar un botón?
R.No borraría nada: hay muchos tipos de música y todas son necesarias; pero me revienta que lo que es banal y solo entretenimiento quiera ser elevado a cotas de alta cultura.
P.Como docente, ha visto partir a muchos talentos jóvenes al extranjero. ¿Qué es lo que más le duele de esa fuga… y qué es lo que más le enorgullece?
R.Les señalo que lo ideal es que se vayan, y mejor quizá si no vuelven, si quieren vivir en la creación musical actual. Si vuelven, siempre tendrán la experiencia de haber estado fuera. Lo ideal quizá es poder estar fuera y dentro, que no es otra cosa que lo que llevo haciendo muchísimos años: ser ciudadano europeo. En Alemania dicen que se nota que soy del sur; en el sur dicen que soy germánico (risas). Voy y vuelvo, me voy y vengo.
P.Una última: ¿qué objeto, sonido o imagen le gustaría que apareciera en el titular de esta entrevista para describirle sin decir su nombre?
R.Podría ser la imagen de un cisne enorme y majestuoso sobrevolando por encima de nosotros, con ese sonido maravilloso que sería lo más parecido a la música de los ángeles. Esa experiencia la tuve en el lago de Lucerna hace mucho: música angelical. Pero si quisiera algo más terrenal, propondría un laúd árabe: una maravilla de artefacto y de sonido, y un puente intercultural entre los dos lados del Estrecho de Gibraltar.
Biografía
José María Sánchez-Verdú (Algeciras, 1968) es compositor y director de orquesta. Formado en violín, piano, órgano, composición, musicología y dirección en Granada, Madrid y Frankfurt, es académico de número de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando. Residente en Berlín y profesor en Düsseldorf, compagina la docencia con una intensa carrera internacional. Autor de óperas, proyectos escénico-musicales y obras orquestales estrenadas en auditorios de todo el mundo, es también el inventor del auraphon, un instrumento creado a partir de gongs y tam-tams. Catedrático de Composición en el Real Conservatorio Superior de Música de Madrid, su obra dialoga con la memoria, la tradición y otras artes, consolidándolo como una de las voces esenciales de la creación española contemporánea.
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