El poder del dinero (3-1)

Cádiz cf-real balompédica linense

La Balompédica encaja una derrota previsible en Carranza, donde recibe el primer tanto antes del primer minuto Los albinegros sucumben a la tremenda pegada de un enemigo superior

Foto: Joaquin Pino
Foto: Joaquin Pino
Rubén Almagro Cádiz

Cádiz, 10 de noviembre 2013 - 18:59

La Balompédica encadenó, en un templo del fútbol como Carranza, su cuarto desplazamiento sin rascar bola. Lejos de las concienzudas autopsias que suelen acometerse tras cada derrota, la sen cilla realidad es que el Cádiz doblegó a los de La Línea -con justicia por otro lado- porque es mejor equipo. Algo tan elemental, que en cualquier otro orden de la vida, e incluso en el propio fútbol pero en otras categorías, se asume con naturalidad, en el balompié se interpreta las más de las veces como una afrenta cuando se habla del equipo propio. Los amarillos cuadriplican en presupuesto a una Balona cogida con alfileres, que tiene un once competitivo pero poco fondo de armario y si a los linenses encima le fallan sus vacas sagradas, cualquier cosa que no sea una derrota se antoja impensable. Por mucho que duela asumirlo.... a aquellos que no quieren ver la realidad.

Otra cosa, bien diferente, es que algunos de los visitantes tuvieran una actitud distraída durante muchos minutos, inaceptable siempre que se lleva enfundada la túnica sagrada del balonismo, pero más aún si ésta se luce en un escenario como el de la capital de provincia, con todo lo que ello supone y con el esfuerzo que conlleva para muchos de los que estaban en la grada desprenderse de unos cuartos para animarles en los desplazamientos.

No había transcurrido el primer minuto de partido cuando la medular albinegra perdió uno de los innumerables balones que entregaría al adversario durante los noventa minutos. Jorge Luque lo envió a la espalda de un Carlos Guerra desconocido, Juan Villar le ganó en velocidad y marcó por el lado del portero.

No era el comienzo soñado para una Balompédica que, salvando un centro de Sergio Ortiz al que estuvo a punto de llegar Hugo Díaz (2') se descuajaringó, seguramente porque sigue habiendo bastante de eso que se dio en llamar miedo escénico cuando entra en ese recinto. Aquella Balona que burló ese sentimiento hace dos años, aquella que llegó hasta Tenerife, tenía una serie de ingredientes que no aparecen en las estadísticas y que tiene mucho que ver con el oficio, que no ha heredado la actual.

Y para colmo, fallaron los que nunca lo hacen. Alberto Merino jugó ayer su peor partido como balono posiblemente desde aquella tarde que ya parece pertenecer a la prehistoria en la que Baby tuvo la brillante ocurrencia de ubicarle como delantero. Carlos Guerra tampoco es que luciese sus mejores galas. Los dos tienen ganado el derecho a equivocarse, pero si coinciden en su mal día, el equipo se resiente hasta límites incalculables.

Después del primer gol entre la medular y la zaga de la Balompédica se abrió un abismo y el Cádiz apenas esperó al cuarto de hora para hacer el dos-cero. Airam Cabrera marcó por encima de Lolo Soler, que se colocó justo en la zona en la que nada iba a poder hacer tomase el delantero la decisión que tomase, al más puro estilo de Diego López en el Camp Nou.

Justo cuando parecía que el derbi provincial podría convertirse en un calvario para los de La Línea, la Balona se reordenó, porque contrarrestó la superioridad numérica del rival en el medio. Chema Mato asumió el mando de las operaciones y condujo a los suyos a jugar con el desparpajo que había prometido su entrenador. Los visitantes arrebataron el balón al Cádiz y los de Agné cuando no tienen la pelota sufren, y mucho. Los cadistas tienen una pegada que atemoriza, pero en la misma medida tienen limitaciones en el plano defensivo que deben subsanar si no quieren que allá por junio vuelva a escucharse el crujir de dientes.

En el 28' fue Chema Mato el origen de una jugada que creció por Juampe y llegó a un Copi intenso, que le pegó con mucha mala leche y colocó la bola en la misma escuadra de Alejandro, que hizo la estatua.

Inmediatamente después los visitantes pedían con insistencia un penalti por manos de Ceballos, de esas difíciles de ver si existen.

En ese momento Carranza sufría. Retumbaba en el estadio el "oé Recia oé" de doscientas almas que después del mazazo inicial se habían levantado porque comenzaban a creer en el milagro de una remontada. Pero fue un espejismo. Cuando el Cádiz sintió el peligro retrasó ligeramente a Nafti para que ordenase la circulación, aumentó la temperatura de las calderas y se puso a jugar con esa marcha de más que tienen los equipos con más recursos.

Aunque Lolo Soler se las ingenió para salvar un mano a mano con Airam (32') y a que el árbitro anuló un gol por fuera de juego a Juan Villar (40') el Cádiz no esperó ni al descanso para sentenciar. Olmo se sintió desbordado, arrolló a Juan Villar dentro del área y el indiscutible penalti lo transformó Airam en el tres-uno que a la postre sería definitivo.

Escobar dio entrada en el descanso a Samu para relavar a un Hugo Díaz que atraviesa su peor momento desde que habita en la caseta del Municipal. El problema es que el relevo tampoco aportó gran cosa.

El fútbol, genroso, le concedió a la Balona dos ocasiones para reengancharse al partido nada más comenzar la segunda entrega. En la primera, Copi no atinó con el balón en una situación inmejorable. En la segunda Alejandro desbarató con la cara un disparo de Juampe y Samu no llegó al rechace por centímetros.

A partir de ahí dio la sensación de que unos y otros firmaron un armisticio. El Cádiz guardó las armas punzantes y la Balompédica empezó a pensar en el futuro, consciente de que, aunque hubiese llegado a este partido igualado a puntos con su rival, ésa no es su Liga. Tanto miró la Balompédica más adelante que el míster mandó a la ducha a Chema Mato a falta de media hora, no fuera que el árbitro le enseñase la quinta tarjeta de su ciclo y no pudiese jugar el Clásico.

En ese rato de "no fútbol" que quedaba, con la sabia afición de La Línea sentada en silencio porque ya sabía cuál era la suerte del marcador, hubo una buena noticia. Joe saltó al campo con el partido roto en dos y suyas fueron cuatro o cinco interceptaciones casi milagrosas que evitaron que el resultado se abriese aún más, lo que hubiese sido exagerado, porque tampoco es que el equipo de la Tacita de Plata deslumbrase. También aminoró la goleada una doble feliz intervención de Lolo Soler en la misma jugada a Juan Villar y Airam en el 86' cuando la grada ya celebraba el cuarto.

La Balona afronta la semana más importante del año para muchos de sus aficionados pendiente de solventar sus cuitas defensivas y de llamar al orden a alguno, caso de Manu Palancar, que empezó la temporada a un nivel y va disminuyéndolo por semanas. Perder en Cádiz, en Granada o en Cartagena entra, es cierto, dentro de la lógica. Acostumbrarse a perder ya no tanto.

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