El partido que siempre está en juego
Balompédica y Algeciras reeditan el próximo domingo, en una categoría más apropiada a sus historias, un Clásico comarcal cuya centenaria rivalidad traspasa el césped
Como en una guerra de los cien años, aunque no haya batalla no cesa la rivalidad. Así es el partido que siempre está en juego. El Balona-Algeciras. El Algeciras-Balona. El Clásico, con mayúsculas, del Campo de Gibraltar. El que, por si aún alguien no lo sabe, regresa el próximo domingo (17:00 horas en el Municipal) en una categoría, la de bronce, más acorde con su historia.
Real Balompédica Linense y Algeciras Club de Fútbol son protagonistas de una rivalidad presente cada día. Aunque a ambos equipos les separen una categoría o un mundo, siempre hay jugándose un Balona-Algeciras o un Algeciras-Balona. Cada jornada, incluso cada día. Mientras los albinegros juegan en su Municipal o los albirrojos lo hacen en su Nuevo Mirador, hay un ojo, un transistor o un móvil puesto en lo que está haciendo o ha hecho el el otro. "¿Quillo, cómo ha quedado el vecino?" Porque un mal resultado del eterno rival supone una doble alegría o un consuelo. Eso es así y así es el fútbol.
Una rivalidad que no se da tregua, que no empieza ni termina con el silbato de un árbitro, que sencillamente ni empieza ni termina, que simplemente está. Está en los foros, en internet, en los carteles -también Juan Sierra y Lolo Pavón juegan su particular Clásico-, en los centenarios, en las efemérides, en los medios, en las actuaciones de sus directivas, en los trabajos, en las calles, en la clasificación. A veces se lleva con guasa y arte de la tierra, demasidas veces con excesiva mala leche muy alejada de la deportividad.
Una enemistad amiga, e incluso familiar, como representan tío y sobrino Alberto y Antonio Merino, el próximo domingo cada uno en un bando, frente a frente luchando por sus colores; o el curioso caso de Pepe Álvarez y Rocío Torres, dos jóvenes y notables seguidores, uno del Algeciras y la otra de la Balona, que viven la rivalidad como pareja. Y como esas, muchas historias.
Una rivalidad entre algecireños y linenses que se hereda, de padres a hijos. Porque hay infinidad de historias y anécdotas que bien merecerían un libro entero que sería toda una oda al romanticismo futbolístico. Historias de ingenio para cabrear al vecino; también, hay que reconocerlo, otras que no son de presumir e impropias de dos aficiones que actualmente, excepto en deshonrosas excepciones, saben entender y vivir el pique.
Porque el Clásico campogibraltareño, ese que llena estadios sea en la categoría que sea, es la historia de dos ciudades, La Línea y Algeciras, condenadas a entenderse, a compartir y a mirarse la una a la otra cada día. Pero también a ser enemigos íntimos. Dos rivales eternos que el próximo domingo, pase lo que pase, están de enhorabuena porque con la que está cayendo vuelven a reeditar un encuentro con solera e historia y, por fin, en una categoría importante.
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