De Franco Martínez a Mateu Lahoz: el origen político de usar dos apellidos para los árbitros
La peculiar tradición de nombrar a los colegiados por sus dos apellidos tiene su origen en la época franquista y cambiará en la temporada 2025/26 para volver al nombre y primer apellido
Los árbitros quieren que el VAR sea un apoyo

España siempre ha mantenido una tradición única en el mundo del fútbol: referirse a los árbitros por sus dos apellidos. Mateu Lahoz, Hernández Hernández o Gil Manzano son solo algunos ejemplos de cómo se identifica a los colegiados españoles en medios de comunicación y aficionados. Sin embargo, esta práctica, que ha permanecido durante décadas, cambiará en la próxima temporada 2025/26, cuando se volverá a utilizar el nombre y el primer apellido de los árbitros. Este cambio ha generado curiosidad sobre el origen de esta peculiar costumbre española que no se aplica a futbolistas ni entrenadores.
El origen de esta tradición se remonta a finales de los años 60, durante la dictadura franquista, y tiene como protagonista al colegiado murciano Ángel Franco Martínez. Cuando este árbitro comenzó a destacar en Segunda División y posteriormente ascendió a Primera e incluso a competiciones internacionales, la prensa utilizaba titulares como "Franco se cargó el partido" o "Franco es muy malo". Estas críticas tenían un evidente doble sentido político dirigido contra el dictador Francisco Franco Bahamonde, algo que no pasó desapercibido para el régimen. Como solución, ya fuera por orden directa del caudillo o de sus asesores, se estableció que los árbitros fueran identificados por sus dos apellidos, evitando así esta y otras posibles polémicas similares en el futuro.
El incidente que pudo acabar en tragedia
El caso del árbitro Ángel Franco tiene además un episodio escasamente conocido relacionado con la banda terrorista ETA. Según se recoge en diversos testimonios históricos, los terroristas, muy activos en aquella época, planearon un atentado contra el colegiado murciano aprovechando que le había sido asignado un derbi vasco entre la Real Sociedad y el Athletic Club. La consigna de los terroristas era escalofriante: "Primero mataremos a este Franco y luego al de Madrid", buscando un impacto mediático internacional mayor que el de otros atentados.
Afortunadamente, este plan no pudo llevarse a cabo gracias a un soplo recibido por las autoridades. Poco antes del encuentro, el colegiado fue convocado a una reunión en Murcia. Ángel Franco, pensando que podría tratarse de un intento de soborno, acudió acompañado del presidente del colegio murciano de árbitros, Manolo Cerezuela, tal como reconoció años después en una entrevista. Al llegar al lugar, se encontró con un sacerdote local y con Tomás Garitano, ministro de Gobernación, quienes le informaron sobre los planes terroristas. Para salvar su vida, el árbitro fingió una lesión y no dirigió aquel partido.
La evolución de los apellidos arbitrales en el fútbol español
Esta tradición se ha mantenido firmemente arraigada en el fútbol español durante más de cinco décadas. Árbitros históricos como Iturralde González, Díaz Vega o Undiano Mallenco han sido siempre conocidos por sus dos apellidos, creando una seña de identidad única del arbitraje español que lo diferencia del resto de países, donde los colegiados son reconocidos simplemente por su apellido o incluso por su nombre de pila.
Es interesante observar cómo esta norma no escrita nunca se extendió a otros protagonistas del fútbol. Los jugadores y entrenadores siempre han sido conocidos por su primer apellido o incluso por apodos, como ocurre con Iniesta, Xavi o Luis Enrique, entre muchos otros. Esta distinción ha creado una separación simbólica entre árbitros y resto de actores del espectáculo futbolístico, subrayando quizás inconscientemente su papel de autoridad y figura neutral en el terreno de juego.
El cambio para la temporada 2025/26
La decisión de volver al sistema de nombre y primer apellido para la temporada 2025/26 representa un cambio significativo en la tradición arbitral española. Este giro podría interpretarse como un intento de modernización y homogeneización con el arbitraje internacional, donde esta práctica no existe. También podría verse como una forma de humanizar más la figura del árbitro, haciéndola más cercana al aficionado.
Para los seguidores del fútbol español, este cambio supondrá un ajuste en la manera de referirse a los colegiados. Después de décadas escuchando y leyendo sobre Mateu Lahoz o Gil Manzano, habrá que acostumbrarse a Antonio Mateu o Jesús Gil, lo que sin duda requerirá un periodo de adaptación para aficionados y medios de comunicación por igual.
¿Qué opinan los árbitros sobre este cambio?
Aunque todavía no se han pronunciado oficialmente muchos colegiados sobre esta modificación, se especula que la mayoría la ve con buenos ojos. La identificación por dos apellidos ha sido a menudo percibida como una forma de despersonalización que contribuía a la presión mediática que soportan. El uso del nombre propio podría ayudar a recordar que detrás del silbato hay personas con sus propias vidas, sensibilidades y circunstancias.
Los expertos en comunicación deportiva señalan que este cambio también podría influir en la percepción que el público tiene de los árbitros. El uso del nombre propio suele generar una conexión más personal y empática, lo que potencialmente podría reducir la hostilidad hacia las decisiones arbitrales en un deporte donde la figura del colegiado está constantemente bajo escrutinio.
El origen franquista de la tradición arbitral española
No deja de resultar paradójico que una tradición con origen en la censura y el control informativo de la época franquista haya perdurado hasta 2025, cincuenta años después del fin de la dictadura. Este fenómeno demuestra cómo ciertas prácticas culturales pueden sobrevivir a sus contextos originales y convertirse en tradiciones cuyo origen se diluye con el paso del tiempo.
El caso de los apellidos arbitrales es un ejemplo de cómo el lenguaje y las formas de denominar están profundamente influenciados por contextos históricos y políticos. Lo que comenzó como una medida para evitar críticas veladas al régimen franquista acabó convirtiéndose en una característica distintiva del fútbol español que ha perdurado durante generaciones, mucho después de que se olvidara su origen.
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