Peligro: mercancía frágil (5-1)

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Una Balona abúlica y con una debilidad defensiva inaceptable encaja la segunda manita de la temporada Chico Rubio debuta, Labra marca su primer gol y Copi acaba como portero

Chico Rubio, que debutó, en uno de sus primeros controles como jugador de Segunda B.
Chico Rubio, que debutó, en uno de sus primeros controles como jugador de Segunda B.
Rubén Almagro

26 de enero 2015 - 05:02

ÁRBITRO: Pedro Eugenio Muñoz Piedra (Madrid) . Su único error, si es que lo cometió, fue la señalización del penalti a favor de los locales. Al decretarlo no le quedaba otra que expulsar a Lolo Soler.

TARJETAS: Amarillas a los locales Sufian (50'), Koeman (54') y Mahanan (58') y a los albinegros Ismael Chico (39') y Joe (56'). Expulsó con roja directa al meta balono Lolo Soler (74') por un supuesto derribo a Nacho Aznar dentro del área, cuando era ya el último defensor.

GOLES: 1-0 (6') Koeman. 2-0 (30') Pedro Conde. 2-1 (49') Labra anota con frialdad su primer tanto como balono. 3-1 (54') Sufian. 4-1 (65') Manolo. 5-1 (85') Mahanan, después de que la defensa salvase sobre la línea de gol un remate de Chota.

INCIDENCIAS: Encuentro de la vigésimo segunda jornada de Liga en el grupo IV de la Segunda división B, disputado en el Álvarez Claro de Melilla ante poco más de medio millar de aficionados. El partido fue televisado en directo por Melilla TV y seguido en La Línea a través de internet.

Tenía que suceder y además más pronto que tarde. Y no es una reflexión ventajista, porque está negro sobre blanco, en estas mismas páginas, incluso después de una victoria a domicilio. La Balona ha hecho gala durante esta temporada de una fragilidad defensiva desesperante. Denunciada en este periódico como impropia de un equipo que se postula para estar arriba. Y un día u otro tenía que suceder lo que ayer en Melilla. Que el rival -un buen rival- sacó partido de ese acentuado defecto, elevado en esta oportunidad a la enésima potencia, y terminó firmando un resultado de esos que hieren el amor propio del equipo... y de su hinchada. La imagen final, con Copi de portero y una manita en el marcador, es de ésas que los balonos prefieren olvidar lo antes posible. La de los noventa minutos precedentes, con un equipo amorfo, indolente, desafiante al ADN de Recia, de ésas que merecen un análisis interno.

Lo de menos es que el tanteador saque a la Balompédica de la zona noble, entre otras muchas cosas porque caer ante un contrincante que viene lanzado y más con las bajas con las que se presentaba la Balompédica en el Álvarez Claro podría ser hasta previsible. Lo realmente preocupante es que -y así lo advirtió Juampe hace poco menos de un mes- sería poco menos que un milagro que, de continuar con esa manía de encajar golpes a porrillo una semana sí y otra también, la Balompédica acabase en la planta VIP al final de la temporada. Que van doce desplazamientos y este equipo aún no ha dejado la puerta a cero en uno solo.

El Melilla avisó a las primeras de cambio de lo que se le venía encima al equipo de Escobar. O a lo que quiera que fuese aquello ayer. No habían pasado seis minutos cuando Polaco cedió gentilemente su banda para que Sufian centrase y Koeman, absolutamente solo, fusilase el primer gol.

Con el marcador a favor el conjunto azulino jugaba a su ritmo, mientras que a la Balona se le veía incómoda, desituada, incapaz de competir. No conseguía hilvanar una sola jugada. Lo más parecido a una acción de peligro fue un disparo mordido de Fall al que Javi Gallardo trató de poner continuidad, pero sin suerte.

Justo cuando parecía que los albinegros empezaban a tocar el balón tres veces seguidas llegó el dos-cero. Nacho Aznar se fue de todos, tampoco es que encontrase mucha oposición, y envió atrás para que Pedro Conde colocase el esférico en el fondo de la red.

La primera mitad acababa con la sensación de que la peor Balona de toda la temporada estaba a punto de recibir un escarmiento de esos que sonrojan, de los que se mencionan en las estadísticas pasados los años.

Escobar intentó evitarlo sacando petróleo de donde, sencillamente, no hay. Sacrificó -como ya tuvo que hacer en Granada- a Polaco, devolvió a Javi Gallardo a su puesto natural y dio entrada a Labra. El canterano no tardó en agradecer la muestra de confianza con un magnífico gol después de un balón que había peleado Copi. De lo poco bueno que se puede extraer de una mañana abominable.

El espejismo -porque ver a la Balona en el partido estaba claro que era un espejismo- duró apenas cinco minutos. Los que fueron precisos para que otra jugada que nació en Nacho Aznar acabase en Sufian, quien se fue en velocidad de Javi Gallardo y agarró un disparo inapelable.

La Balona se encomendó a un nuevo milagro con una falta lanzada por Canario a la que replicó Álvaro con un paradón. Una acción que tuvo el mismo efecto que si alguien hubiese tocado algún interruptor invisible e hiciese desaparecer a los de La Línea del terreno de juego. Si es que en algún momento habían estado.

Nadie era capaz de agarrar a Nacho Aznar, que después de un jugadón por la línea de fondo se desesperó al ver que nadie le ponía el pie que necesitaba. La Balona, inerte, estaba a merced del rival. Los de La Línea no tenían siquiera esa intensidad que muchas veces les ha servido para salvar la cara. Era una grotesca imagen de sí misma, desesperantemente carente de señas de identidad.

En el 64' el míster decidió optar por aquello de la ruleta rusa. Dio entrada a Alberto Merino y a Chico Rubio la posibilidad de debutar en Segunda B. Esta vez salió cruz. No había transcurrido un minuto cuando cayó el cuarto. Un centro de Pedro Conde, otra vez sin apenas oposición, al que puso firma Manolo.

Los veinticinco minutos que restaban acabaron por convertirse en un vía crucis. Y lo peor llegó en el 74'. El árbitro, que hasta entonces había estado hasta un pelín anticasero, decretó penalti en una salida de Lolo Soler a los pies de Nacho Aznar que no dio la sensación de merecer tan severo castigo. Porque además se cobró la roja para el guardameta balono, al que tampoco se debe culpar del chaparrón.

Javi Gallardo se prestó a colocarse los guantes y la camiseta de portero, porque los de La Línea ya habían hecho los tres cambios. Pero Escobar determinó que fuese Copi el que acabase defendiendo el marco. David Sánchez, que jugó a sus anchas toda la mañana, pidió el esférico y lanzó la pena máxima, pero la cruceta vomitó el esférico.

No era el fin. A seis del final y después de un córner -mal defendido para no perder la costumbre- remató el incombustible Chota, la defensa sacó bajo palos y Manahan sí que consiguió mandarlo a la red. Era el cinco-uno. Un escarnio en toda regla.

Los visitantes se dedicaron entonces a mover el esférico para salvarse de una herida aún mayor mientras Aznar perdía el conocimiento y se marchaba del campo.

Lo mejor del encuentro para la histórica Balona fue el pitido final. Tres silbatazos que abren un escabroso debate sobre el futuro inmediato. Hay días que es mejor no levantarse.

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