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Entre 'NostraBaby' y la tarde de Toledo

  • Los albinegros se salvaron en la última jornada de la 90/91, cuando dependían de cinco resultados

La Real Balompédica tiene ante sí dos jornadas en las que precisa de combinaciones que se antojan quiméricas para eludir el descenso a Tercera división. En principio, porque los albinegros, que suman seis victorias en 36 jornadas, están obligados a ganar sus dos partidos ante rivales que ocupan plazas de privilegio. Pero el equipo linense es de los pocos que puede decir que ha salido de otras peores. Juegan a favor antecedentes que en principio se imaginaban igual de difíciles que el actual y de los que salió airoso, amén de la presencia de un entrenador que ha demostrado una capacidad sobrenatural para contagiar el sentimiento de que es preciso pelear contra todos los pronósticos: Gabriel Navarro Baby.

En La Línea nadie olvida aquellas salvaciones agónicas en El Palmar de Sanlúcar (una en Segunda B con un gol de Ahumada y otra en Tercera, con Manolo Cruz en el banquillo) pero la actual situación evoca, sin duda, a una que se produjo en junio de 1991.

Al equipo linense, que por entonces dirigía Álvaro Rodríguez Alvarito, le tocó jugársela en casa a una carta con el CD Toledo y esperar los marcadores de puntos geográficos enclavados en lugares tan lejanos como el País Vasco o Aragón. En aquella época bajaban los cuatro últimos de cada grupo de Segunda B y el peor decimosexto clasificado. En la última jornada la Balona necesitaba ganar al Toledo para mandar al rival de aquella tarde directamente a Tercera y, aparte, precisaba que le favoreciesen los marcadores de Izarra, Durango, Lemona y Binéfar.

Los albinegros vencieron con 3-1 pero los linenses se creían descendidos. Los medios no gozaban de la inmediatez actual y el público permaneció en las gradas del Municipal durante más de un cuarto de hora a la espera de que Radio Nacional, cuyo programa había sido conectado al servicio de megafonía, confirmase los resultados finales. Los jugadores se retiraron al vestuario, donde siguieron los acontecimientos en un pequeño receptor propiedad de Antonio Porrinas, el utilero.

Eran las ocho y diez de aquel caluroso domingo cuando se confirmó que todas las combinaciones (es decir, cuatro marcadores de cuatro grupos diferentes) eran favorables. Da Silva, apenas ataviado ya con el pantalón, fue el primero en volver al campo y clavar en el círculo central una enorme bandera con los colores blanco y negro. La fiesta se prolongó durante horas. Cádiz y Marbella esperan. Igual dentro de 17 años alguien tiene que recordar otra salvación contra-natura de esta Balona.

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