Deportes

Los eslavos se reivindican

  • Los equipos de la América hispanófona no están a la altura de sus aficiones y muchas comienzan a entonar un prematuro adiós a Rusia 2018

Metidos ya de lleno en el segundo cuarto del Mundial Rusia 2018, este deporte tan extraño que enciende por igual a latinoamericanos que A centroafricanos, mediterráneos y nórdicos comienza a poner a uno y otro en su sitio. Transcurrida una primera semana de fiesta callejera en la que los aficionados sueñan con que el desempeño de sus selecciones sea reflejo directo del nivel de decibelios de sus cánticos, lo cierto es que el empuje latinoamericano ha perdido fuelle en Moscú. Lo ha perdido en la fase de grupos, porque Perú -enhorabuena a su fiel hinchada, les ha faltado suerte en el césped-, Panamá y Costa Rica están ya fuera y Argentina y Colombia no lo tienen fácil para seguir en la competición. México tiene que enfrentarse hoy a Corea del Sur. Los iberoamericanos también han perdido fuelle en la calle. No hay partido este viernes en Moscú y ello se notaba en la calle. La gente ha salido, como ocurre en días con calor como éste -sabemos que son contados- disparada para las dachas. Hoy sábado en el campo del Spartak, cerquita de casa, se medirán los magrebíes Túnez y Bélgica (que tiene varios jugadores de origen marroquí). Marruecos tendrá que enfrentarse pasado mañana a España en Kaliningrado, adonde viajaremos gustosos este fin de semana.

No cabe duda de que peruanos, brasileños y argentinos protagonizaron la fiesta en las calles del centro de Moscú. En mi retina quedará la escena vivida junto a Lubianka en la que un grupo de empleados de los servicios de limpieza de Moscú, con sus uniformes color butano y sus escobas -parecían sacados de alguna grabación oficial soviética-, observaba literalmente embobado el bullicio latino en Nikolskaya. Un espectáculo que ha dejado también escenas de mal gusto y momentos desagradables como la difusión en las redes de grabaciones en las que algunos aficionados hacían decir auténticas burradas a jóvenes locales aprovechándose de su desconocimiento de la lengua castellana. Uno de los indeseables se ha tenido que volver a su país con el rostro semioculto este viernes por miedo a que lo reconocieran.

En fin, que los primeros ocho días de Rusia 2018 han supuesto una cierta reivindicación eslava. El desempeño -aunque bien es cierto que se ha enfrentado a dos selecciones flojitas-del combinado anfitrión asusta en España, por lo que me llega de allá. También a los españoles que vivimos aquí. Hay altas posibilidades de que La Roja se juegue el pase a cuartos en el estadio de Luzhniki el primero de julio contra los rusos, que están muy motivados. Mis compañeros rusos niegan cualquier posibilidad a su equipo de vencer a España -no se creen aún que hayan ganado sus dos primeros partidos-, pero después del choque contra Irán ustedes convendrán conmigo: Rusia nos puede echar de este Mundial tranquilamente. Y con su actuación este jueves al vencer por tres a cero a Argentina -el fiasco de este campeonato hasta ahora-, los croatas presentan quizás la candidatura más firme del Mundial.

Y, aunque aún queda mucho para que concluya el campeonato, la tranquilidad que se vivía esta tarde de viernes en el centro de Moscú comenzó a anticiparnos las primeras nostalgias de la vida más allá del 16 de julio. Apenas me crucé con algunos aficionados de la Canarinha en las paradas más céntricas del metropolitano y también con unos aficionados de la selección japonesa. Ni rastro del bullicio de otras tardes. Esta noche, de todas maneras, le tomaremos el termómetro a un Moscú que acaba de estallar en verano y donde, como ocurre en la plazoleta donde está el piso que alquilo, los vecinos toman el fresco en bancos o sillas plegables hasta bien entrada la noche (todo sea dicho: ahora todo es día, me despierto alarmado con la solanera a las tres de la mañana un día sí y otro también). Si la semana pasada en las terrazas del Estanque del Patriarca y la calle Tverskaya los argentinos maldecían a Sampaoli, no me quiero imaginar ahora. Seguro que han dado con algún nuevo insulto de siete u ocho sílabas. "Llevároslo a Sevilla otra vez; con un lacito", me animaron unos cordobeses el sábado pasado.

Pronto Rusia 2018, ese horizonte ilusionante que nos marcamos hace tiempo foráneos y locales, será historia. Lo sabemos. Dentro de poco Moscú y el resto de Rusia engullirán en su normalidad los recuerdos de este Mundial. Pero habrá tiempo -qué remedio- para las nostalgias. Vamos a disfrutar del campeonato, que todo está por decidirse. Es cierto que nos asustan Rusia, Croacia y Alemania. Pero aquí esperamos a La Roja junto a las mágicas cúpulas de San Basilio.

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