La Balona sufre una emboscada (1-2)

Real balompédica linense-córdoba B

Una Balona desacertada sufre la tormentosa actuación de Artacho Cobo y encadena cuatro partidos sin ganar en su estadio El tanto del triunfo visitante, en el 91', tras una falta que no existe, sacada de forma irregular

La Balona sufre una emboscada (1-2)
La Balona sufre una emboscada (1-2)
Rubén Almagro La Línea

La línea, 26 de enero 2014 - 20:56

La Balona se ha convertido en el muñeco del pim-pam-pum de la Segunda B. No hay respeto para la centenaria Real Balompédica. No es una valoración ventajista a la vista de un resultado, por muy despreciable que sea ese marcador. Hace quince días este periódico ya avisó de que algo que dejaba un regusto muy extraño estaba sucediendo en torno a los arbitrajes y al conjunto albinegro ("La sombra de Gorostegi es alargada" se titulaba). Y si quedaba alguna duda, ayer quedó totalmente disipada. Un pseucolegiado que se hace llamar Antonio Artacho Cobo ofició de sicario de intereses bastardos que se escapan a la buena conducta deportiva y ajustició a una Balompédica que, tampoco es cuestión de ocultarlo detrás del desbarajuste arbitral, en casa no termina de dar una a derechas. La consecuencia es que los albinegros se mantienen quintos, pero se distancian tres puntos de la zona noble justo cuando más cerca estaban de completar el abordaje a la cuarta plaza.

Artacho Cobo, con maneras de actor secundario de vodevil, completó una labor sibilina y malintencionada, hasta abandonar el estadio con una sonrisa en los labios. El supuesto árbitro se hizo acompañar por dos auxiliares acomplejados, de los que se podría escribir que parecían unos payasos si no fuese porque quienes practican esa profesión merecen mucho más respeto que esos dos individuos, que no acertaron ni siquiera un miserable fuera de banda. Uno de ellos, el que ejerció en la segunda parte en la banda de tribuna, incluso se volvió un par de veces a la grada con maneras provocadoras, como si quisiese que se produjese algún incidente grave que le permitiese abandonar antes de tiempo el lugar de los hechos, una vez consumada su fechoría.

Todo esto, que quede claro, no justifica, ni por asomo, los incidentes del final de la contienda. Porque el fútbol no debe traspasar nunca la línea de la razón.

En cuanto al fútbol, la primera parte fue literalmente horrible. A la Balompédica se le hace un mundo jugar en su estadio diga lo que diga su entrenador. Al Córdoba B le bastó con un poco de orden, esa marcha más y ese desparpajo que da la edad para acordonar al conjunto de La Línea.

De hecho, las dos primeras ocasiones reseñables fueron de los visitantes, que se precipitaron en el desenlace, y las dos únicas de los de casa llegaron muy al final. La primera, un testarazo de Joe que abortó muy bien Razak. La segunda, un cabezazo de Samu, que se adelantó en un balón dividido al guardavallas, pero su remate se fue fuera por poco.

Nada más comenzar la segunda mitad se adelantaron los verdiblancos. Guerra golpeó en una posición cómoda dentro del área después de una brillante combinación por banda, rentabilizando un error monumental de la zaga, que empezó en Javi Gallardo y acabó en el eje, porque la ausencia por lesión de Carlos Guerra dejó a la retaguardia sin esa jerarquía que siempre es tan necesaria cuando se están jugando los dineros.

En el 54' Mane pudo haberle evitado al árbitro que tuviese que tirar de malas artes para que ganase su equipo. Se plantó solo, pero solo, ante Mateo, y después de un sobresaliente control... lanzó directamente fuera.

Con todo en contra Escobar, que ya había hecho un cambio ofensivo en el descanso, tiró otra vez de heroica, lo que empieza a convertirse en una molesta costumbre. El técnico dio entrada a Ramiro y Hugo Díaz en lugar de Olmo y Copi. El primero no llevaba ni un minuto sobre el césped cuando fue capaz de conectar un buen centro de Sergio Ortiz y reestablecer la igualada.

La acometida albinegra tenía atrincherado al filial, desbordado por un equipo que defendía con tres y que quería la victoria a toda costa. Por dos veces Razak sacó goles que ya celebraba la grada.

En el 62' el granadino, ése que figura en el acta como árbitro, ignoró un penalti a Samu, derribado por detrás de manera flagrante cuando se disponía a encañonar desde la frontal. Y los ánimos empezaron a caldearse.

Cuatro después el ariete cometió un error que debería merecerle, como poco, una sanción interna. Con una amarilla ya en su cuenta volvió a jugar el balón con la mano y Artacho Cobo le mandó, merecidamente, a la ducha. Que una cosa es que el árbitro sea un jeta de cuidado y otra, muy diferente, que se le rían las gracias a los de casa cuando hacen una niñería. Llevar enfundada la guayabera de la Balona entraña una responsabilidad y en un equipo que se está jugando literalmente la vida y en el que se cobra por adelantado no hay lugar para chiquillos.

Con diez y con el árbitro manifiestamente en contra a la Balona le pudo la codicia. Mantuvo la línea de tres y olvidó que a veces, en el fútbol, hay que saber empatar cuando no se puede ganar.

Si algo sabe hacer el Córdoba B es jugar a la contra y en el 71' Mateo tuvo que hacer dos soberanos paradones a disparos de Guerra y Gálvez para evitar el 1-2.

La Balona le puso casta, pero no orden. Sus jugadores estaban desquiciados porque Artacho no hacía otra cosa que parar el juego, inventar faltas y amedrentar a los futbolistas.

Y en el 91' llegó su golpe final. El árbitro pitó tarde y mal una falta. Guerra sacó mientras el árbitro contaba los pasos y Ramiro miraba al infinito. Dani Espejo mandó al corazón del área con la defensa pensando en sus cosas y Mane hizo el 1-2.

El gol, precedido de una manifiesta injusticia, hizo estallar a la grada y a los de casa, especialmente a su capitán, Ismael Chico, que vio la segunda amarilla.

La Balona acabó con nueve, impotente y a tres puntos de la cuarta plaza. El partido deja esa sensación amarga de que la actitud del trencilla no es fruto de la casualidad. Lo mismo es verdad que no se puede permitir que los cuatro de arriba, casi todos con deudas multimillonarias, vean amenazada su soberanía por los parias que visten de blanco y negro. Está escrito después del atraco de Tenerife: éste no es país para humildes.

stats