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La Balompédica les regala felices sueños

  • Los albinegros, con un encuentro espectacular, y su afición, entregada a la causa, guillotinan al Fuenla con goles de Juampe, Copi, José Ramón y Migue Montes y están en tercera ronda

Que pase el siguiente. El binomio [casi siempre] indivisible que forman la Real Balompédica y su añeja y sabia hinchada ajustició ayer a lo grande al Fuenlabrada y ve cada vez más cerca la tierra prometida que supone que otro grande venga a visitar al Municipal a un grande como la Balona. Pocas victorias son, al tiempo, tan justas y tan emotivas. Tan de la Recia. Tan de verdad. Porque la Balona venció con todo, con fútbol, con ocasiones... pero sobre todo con un trabajo invalorable que toca la sensibilidad de su gente, a la que ese lenguaje le llega muy adentro. Tanto que la grada llevó en volandas a su ejército hacia el éxito... mientras éste le regalaba una satisfacción inabarcable. Si es verdad que la Copa tenía una deuda con la centenaria Balompédica, a fe que está pagando su deuda a base de alegrías de esas que hacen aparecer las lágrimas en los más fieles.

La Balona había comenzado a ganar la eliminatoria antes de saltar al césped. De los mismos cimientos el estadio emanaba ese ambiente que sólo se da en las grandes ocasiones, que cotiza como un plus para un equipo que se siente arropado, querido, pero también exigido. Vaya, lo que supone jugar en un club como la Real Balompédica. El conjunto de La Línea no tardó un minuto en hacer buena la ventaja que supone jugar ante un público entregado a la causa. Canario y Fall aliaron sus conceptos, tan diferentes, de este deporte para dejar en ventaja a Juampe y el tarifeño cruzó con la misma eficacia milimétrica que tres días antes había utilizado para ajusticiar al Melilla.

El tanto no cambió la filosofía de juego de una Balompédica que había puesto todo el fuego en las calderas y que, como quedó patente hasta el pitido final, no estaba dispuesta a apagarlo. Decidida a capturar la victoria, no a esperarla. Y esa ambición no tardó más que un cuarto de hora en encontrar premio. Esta vez fue Juampe el que alargó una jugada que había tenido su génesis en el guardavallas Mateo. El senegalés Fall lo intentó desde el borde del área, el meta Ismael Gil fue incapaz de blocar un balón que parecía no entrañar peligro y Copi, avispado, rescató de la nada el premio a su excelente comienzo de temporada con un gol de pícaro. La grada le premió al ser relevado con una de esas ovaciones que sólo puede recibir un artista. A veces incomprensible. Otras incomprendido. A veces irritante. Siempre Copi.

Si no lo estaba ya antes, la eliminatoria se fue al escenario que quería el conjunto de Rafa Escobar, que a base de anticipación e intensidad consiguió maniatar a un rival que, no hay que engañarse, tiene excelentes argumentos. Pero la pasión que ponían los de casa en casa en cada balón dividido acabó por empequeñecerlo hasta, por momentos, hacerlo desaparecer. Pero es de esas veces que está claro: es mérito de los de casa, no demérito del rival.

La particular anarquía de la que hace gala Fall en su interminable trabajo acabó por descentrar al conjunto del sur de Madrid y Canario, entre líneas, se encargaba del resto. El resto, a trabajar como si fuese el último día de sus vidas.

Durante la primera media hora sólo existía la Balona, un equipo dispuesto a dejarse el alma con tal de hacer feliz a su gente. En el último cuarto de hora el conjunto fuenlabreño se aprovechó un poco del sobreesfuerzo de que los de casa se tomaban un respiro y un despeje desafortunadísimo de Javi Gallardo pemitió a Borja Díaz acortar distancias desde el borde del área.

El encuentro volvió de la caseta en el alero, lo que no reflejaba lo sucedido en el césped, aunque también es cierto que la Balompédica había tenido problemas para cristalizar su fútbol en ocasiones.

Poco a poco el Fuenla, no le quedaba otra, se fue desabrochando, defendiendo con menos, dejando más espacios. Y ése era el momento soñado por los de Escobar. Era el juntar las líneas y buscar las contras. Canario, extraordinario, pudo sentenciar en el 53', pero Ismael Gil alargó la agonía. Copi lo intentó de vaselina en el 60', Juampe en el 63' y gol no llegaba. Y el fantasma de aquella eliminatoria maldita del Melilla se paseaba con muy mala leche por el estadio.

Y llegó el 88. Canario inventó una asistencia perfecta y José Ramón tiró de la anilla de la imaginaria guillotina que acababa con el Fuenlabrada. El Municipal rugió desde sus adentros para celebrar el logro. Como sólo lo hace en días como los de ayer, en los que la plantilla salda una deuda consigo misma. Apenas habían transcurrido dos minutos cuando José Ramón se plantó de nuevo ante el meta visitante, que abortó una, dos... y el balón le llegó a Migue Montes, que necesitaba su segundo de gloria. Y sentenció.

Una goleada en toda regla. Una afición entregada y un equipo intachable. Una noche perfecta. Pedir más igual sería hasta pecado. Pero a veces es muy bonito pecar. Que pase el siguiente.

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