En los márgenes | Crítica

Miserias cruzadas

Juan Diego Botto debuta sobre seguro y sin apenas tomar riesgos, en la estela del viejo realismo social de Loach o el no tan nuevo de los Fernando León de turno. A saber, con temas de impacto o actualidad y formas aparentemente ásperas o de corte documental siempre bien atadas desde la escritura.

En los márgenes quiere poner su granito de arena solidario en la denuncia de los desahucios, la precariedad de la clase obrera, la condición migrante y sus condiciones laborales, asuntos que se cruzan y superponen aquí en una de esas estructuras algo descompensadas en sus caminos narrativos y que se sostiene antes por el carisma de sus intérpretes (estelares) que por la verdadera entidad de los personajes a los que ponen la percha.

Así, ni la madre coraje desdibujada que (mal)interpreta Penélope Cruz ni su avergonzado marido argentino (el propio Botto) alcanzan suficiente entidad dramática como para que su tramo intermitente tenga peso frente a las heroicidades cívicas a contrarreloj de un Luis Tosar como abogado de las más nobles causas sociales en plena crisis de pareja o las penas de una madre y su hijo arruinados en un filme que progresa sobre la acumulación de desgracias y el visible hilo de una jornada única con mensaje para las nuevas generaciones propulsada por una pluma más efectista que observadora.

En los márgenes se convierte así en un nuevo filme-panfleto donde la realidad apenas respira entre los nudos de un guion demasiado apretado que insiste en subrayar sus asuntos y su sesgo político por encima de los personajes y sus circunstancias. Llegado el momento del desenlace catártico, Botto no sólo no consigue domar ya a su criatura sino que la libera sin freno ni pudor hacia los límites de la pornografía socio-sentimental.