Breve repaso de la tipología gráfica en el arte rupestre postpaleolitico del extremo sur peninsular (III)
Observatorio de La Trocha
El arte rupestre de la Península Ibérica esconde símbolos enigmáticos que han desconcertado a los expertos durante décadas
Breve repaso de la tipología gráfica en el arte rupestre postpaleolitico del extremo sur peninsular (II)
Las grafías rupestres enmarcadas en el grupo de los ídolos se subdividen en los siguientes tipos, según la designación que les dio Pilar Acosta:
• Oculados.
• Placas.
• Segmentados.
• Triangulares.
◦ Unitriangulares.
◦ Bitriangulares.
◦ Tritriangulares.
• Halteriformes.
◦ Halteras.
◦ Doblecirculares.
◦ Pluricirculares.
• Trilobulados.
• Estelas.
La pintura rupestre esquemática nos ha dejado un legado fascinante: los ídolos oculados. Estas figuras, caracterizadas por sus grandes ojos, guardan similitudes con pequeños ídolos de hueso, mármol y cerámica encontrados en yacimientos como Los Millares, del Bronce I.
A pesar de su parecido general, existen variaciones según la región. En el Levante y el Sudeste, las líneas bajo los ojos son muy marcadas, mientras que en la cuenca del Guadiana se destaca más la forma de las cejas. En Sierra Morena, los arcos superciliares se redondean, llegando a rodear los ojos por completo. Estas diferencias sugieren influencias de distintos modelos, como los ídolos de caliza del Levante o las placas de la mitad sudoccidental. Aunque se desconoce su origen exacto, estos ídolos podrían datar del III Milenio a.C., en los inicios del Bronce I, y habrían perdurado durante siglos. En Cádiz, enclaves como la cueva del Sol y la cueva de las Palomas conservan algunas de estas enigmáticas representaciones.
Los ídolos "placa" han intrigado a los arqueólogos desde que Luis Siret sugirió su posible origen chipriota. Estas figurillas guardan similitudes con hallazgos del Bronce en Chipre y con los ídolos cicládicos de alto cuello, lo que sugiere una conexión entre ambas culturas. En la pintura rupestre esquemática española, estos ídolos aparecen en dos formas: sin cabeza y con forma rectangular o escutiforme, y con cabeza y hombros inclinados. Sus equivalentes en materiales arqueológicos se encuentran principalmente en el Sudeste y la mitad sudoccidental de la Península. Ejemplos de estas representaciones pueden verse en enclaves como el Mediano (Los Barrios) y Palomas (Tarifa). Basándonos en sus paralelos chipriotas, se cree que llegaron a la Península en los inicios del Bronce I, aunque su influencia perduró a lo largo de esta cultura.
Desde siempre, los llamados "placas muebles" han sido consideradas ídolos, aunque algunos investigadores han propuesto otras interpretaciones. E. Frankowski, por ejemplo, argumentó que no eran figuras divinas, sino representaciones del cuerpo de un difunto, destinadas a servir como morada para su alma. Si bien esta teoría no se acepta del todo para las placas muebles, en la pintura rupestre esquemática sí se han encontrado indicios que la apoyan. Especialmente en el caso de las figuras acéfalas, estas aparecen junto a otros motivos de significado humano, como los llamados "ramiformes". Aunque no todas las placas pueden explicarse de esta manera, es probable que en algunos casos se haya transferido un significado humano a estas figuras, reforzando su misterio en el arte rupestre del extremo sur peninsular.
El arte rupestre de la Península Ibérica esconde símbolos enigmáticos que han desconcertado a los expertos durante décadas. Entre ellos, los llamados motivos “segmentados” son especialmente intrigantes, pues no suelen aparecer en las representaciones del extremo sur peninsular. Su forma sugiere la imagen de dos figuras unidas, una sobre la otra, un patrón que también se ha documentado en algunos yacimientos arqueológicos. Cuando estas figuras aparecen superpuestas verticalmente o una dentro de la otra, los investigadores han interpretado su significado como la representación de una diosa femenina con su hijo. En algunas culturas antiguas, la maternidad tenía un papel central en la cosmovisión religiosa, vinculada a la fertilidad, la protección y el ciclo de la vida. Así, estas imágenes podrían estar relacionadas con creencias sobre la continuidad de la vida o la transmisión de poderes sagrados de madre a hijo. Debido a su semejanza con figuras encontradas en otros territorios, los especialistas sitúan estos motivos dentro del horizonte cultural del Bronce I. Este período, que abarcó desde el III milenio a.C., fue testigo de intensos intercambios culturales y artísticos entre diferentes regiones, lo que explicaría la presencia de estos símbolos en diversos puntos de Europa.
Entre las representaciones de la pintura rupestre esquemática, los motivos “triangulares” destacan por su simplicidad y posible simbolismo. Estos pueden aparecer solos (unitriangulares) o formando composiciones con dos (bitriangulares) o tres triángulos superpuestos (tritriangulares). Aunque no son muy frecuentes, en algunos abrigos se encuentran agrupados, mientras que en otros aparecen de forma aislada. Su significado sigue siendo incierto, pero los expertos distinguen en los unitriangulares un doble uso: decorativo y simbólico. Como elemento decorativo, estos patrones ya se usaban en la cerámica cardial del Neolítico, con ejemplos que podrían remontarse al IV o incluso al V milenio a.C. La presencia de estos triángulos en el arte rupestre sugiere que su uso trascendió la mera ornamentación, posiblemente reflejando creencias o estructuras sociales de las comunidades prehistóricas que los crearon.
El triángulo ha sido un motivo recurrente en el arte prehistórico, y su significado ha generado múltiples interpretaciones. Luis Siret relacionó el unitriangular con el culto al hacha. También propuso su vinculación con la fertilidad: con el vértice hacia abajo, simbolizaría el sexo femenino, mientras que hacia arriba podría representar la virilidad.
En la Península Ibérica, los triángulos aparecen tanto en arte mueble, decorando ídolos oculados y placas, como en cerámica del Neolítico y del Bronce I. Algunos unitriangulares tienen rasgos antropomorfos, con adornos que podrían representar tocados de cuernos, similares a otras figuras rupestres en la Península Ibérica. En ciertos casos aislados, se ha sugerido que podrían representar hachas votivas o incluso cabañas. En el extremo sur peninsular, se localiza en varios enclaves, destacamos la cueva del Mediano (Los Barrios, Cádiz), Palomas IV (Tarifa, Cádiz), o Abrigo de la Diosa (Tarifa).
El arte rupestre es una de las manifestaciones más antiguas de la expresión humana y constituye una valiosa fuente de información sobre las sociedades prehistóricas. Dentro de esta vasta iconografía, los llamados motivos “halteriformes" destacan por su singularidad y por su recurrencia en distintos yacimientos de pintura rupestre esquemática. Pero, ¿qué son exactamente estos motivos y cuál es su posible significado? El término "halteriforme" se emplea para agrupar una serie de representaciones que, bien por su apariencia recuerdan a una haltera (una barra con discos en sus extremos, similar a una pesa), o bien incluyen elementos característicos de esta forma. La necesidad de categorizar estos signos bajo un mismo denominador responde a la búsqueda de patrones en la simbología prehistórica, permitiendo así su estudio y comprensión dentro del conjunto general del arte rupestre esquemático.
Esta nomenclatura sigue la clasificación establecida por el prehistoriador Henri Breuil, una de las figuras más influyentes en el estudio del arte rupestre. Breuil observó que estos motivos, pese a sus variaciones, compartían una estructura básica que podía descomponerse en elementos repetitivos, lo que sugiere un significado común o, al menos, una misma línea de representación.
Dentro del conjunto de motivos “halteriformes”, se pueden identificar varias variantes rupestres, cada una con particularidades que amplían nuestra comprensión de estos signos y de las sociedades que los crearon:
- Halteras propiamente dichas: Representaciones que conservan la estructura completa, con una barra central y discos en sus extremos.
- Reducción a los discos elementales: En algunos casos, la barra central desaparece y solo quedan los discos, que pueden presentar variaciones en su forma y tamaño.
- Multiplicación de discos tangentes: Algunas representaciones muestran una repetición de los discos en contacto, lo que sugiere un posible desarrollo a partir del motivo original.
- Combinación con motivos triangulares: La aparición de elementos triangulares junto a las formas halteriformes podría indicar una evolución iconográfica o una relación con otras representaciones simbólicas.
Combinación de motivos “triangulares y halteriformes”. Con esta terminología no buscamos definir un nuevo tipo de ídolos, sino señalar la presencia de figuras rupestres esquemáticas en las que se combinan elementos triangulares con los discos característicos de las halteras. Los motivos triangulares, ampliamente distribuidos, aparecen en casi todas las regiones donde se han documentado manifestaciones de pintura esquemática. En cambio, los motivos halteriformes presentan una distribución más restringida, concentrándose en la zona del extremo sur peninsular.
En el arte rupestre esquemático otro de los motivos a destacar son los "trilobulados". Por sus características, principalmente trazos verticales gruesos, engruesados en los extremos y centro, estos diseños pueden incluirse dentro del grupo de los ídolos prehistóricos, símbolos de gran importancia en las antiguas sociedades.
Los primeros en sugerir una posible relación entre los trilobulados y los ídolos fueron los investigadores H. Breuil y M. Burkitt, quienes los compararon con figuras femeninas representadas en cerámica y arte mueble. Sin embargo, esta interpretación ha generado debate, especialmente por las dificultades para establecer una conexión tipológica clara con otros símbolos rupestres, como los motivos halteriformes y triangulares hallados en diversas cuevas del extremo sur peninsular.
Por último las pinturas rupestres han sido fuente de fascinación durante siglos, y entre ellas, algunas figuras esquemáticas han llamado especialmente la atención de los investigadores. Se cree que estas representaciones podrían ser “estelas”, aunque su significado exacto sigue siendo un tema de debate. Uno de los primeros en estudiarlas fue el arqueólogo Henri Breuil, quien sugirió que estas figuras tenían un sentido antropomorfo, es decir, representaban formas humanas. Incluso planteó la posibilidad de una diferenciación sexual en algunos casos, basándose en ciertos trazos inferiores que consideró símbolos masculinos. Por otro lado, el investigador E. Frankowski propuso una teoría diferente: para él, estas estelas eran representaciones de los propios difuntos y estaban relacionadas con los llamados "ídolos placas", que aparecen en antiguos enterramientos. Sin embargo, antes de llegar a una conclusión definitiva, es fundamental analizar en detalle la forma y función de estas estelas en la prehistoria. Aunque la teoría de Breuil sobre la identificación sexual de las figuras es interesante, aún no existen pruebas suficientes para confirmarla. De hecho, lo que él interpretó como un símbolo masculino podría tratarse simplemente de un rasgo estructural de algunas estelas con forma de menhir, cuya función y significado todavía no están del todo claros. Podemos destacar la cueva de Palomas II, donde se localiza un claro ejemplo de motivo del tipo “estela”.
Hugo Alberto Mira Perales. Especialista en arte prehistórico de la Asociación Cultural La Trocha y consejero de número de la 2ª sección (Arqueología, Etnología, Patrimonio y Arquitectura) en el Instituto de Estudios Campogibraltareños, Miembro del comité ejecutivo de la revista 1902 COMMITTEE, Miembro del Proyecto First Art.
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