Sobre la utilidad de lo inútil

Tribuna de opinión

El autor defiende que no hay razones para la renuncia a manifestar nuestras opiniones en los espacios públicos por minoritarias e inútiles que parezcan

El talento no basta

La manifestación contra el uso del puerto de Algeciras para las operaciones de abastecimiento de Israel en la guerra de Gaza.
La manifestación contra el uso del puerto de Algeciras para las operaciones de abastecimiento de Israel en la guerra de Gaza. / Erasmo Fenoy
Manuel Fernández Guerrero

Algeciras, 19 de agosto 2025 - 04:01

Hace unos días estuve en una manifestación para defender los derechos del Pueblo Palestino y denunciar el devastador asedio y exterminio de la población de Gaza, el genocidio que lleva a cabo Israel con la pasividad cuando no aquiescencia de países que se consideran civilizados, Europa y Estados Unidos. Era en un pequeño pueblo de la Sierra de Madrid organizada por asociaciones ciudadanas. Seríamos menos de cien los que nos concentramos allí y, tras unas palabras para introducir el acto, mantuvimos un silencio reverencial por las víctimas de la agresión seguido del estruendo de silbatos, cacerolas, almireces, gritos contra el gobierno israelí. Eso fue todo y después, cada uno se fue a su casa con sus pensamientos.

He asistido a otras muchas concentraciones para defender causas que me parecían razonables y en algunos casos hasta nobles. Son cosas sencillas, por ejemplo, en la plaza Alta de mi pueblo Algeciras, he compartido el silencio junto a una pancarta que pedía un trato justo y compasivo con los emigrantes y he mirado con simpatía al pequeño grupo que se reúne por allí mismo para pedir mejoras en el servicio ferroviario. Todo el que haya pasado por allí sabe que estas concentraciones no reúnen por lo general ni siquiera una docena de personas.

En estas ocasiones, algo apesadumbrado, me pregunto por la utilidad de tales manifestaciones ciudadanas y claro, en silencio me digo ¿qué haces aquí muchacho? Porque en realidad yo sé que Netanyahu seguirá con su política expansionista de exterminio, que seguiremos mirando con sospecha a los inmigrantes y que a los responsables del tren les trae sin cuidado que un grupo de algecireños bien intencionados reclamen un servicio mejor. Nos sentimos molestos, inanes porque vivimos en una era en la que solo se valora lo práctico, efectivo, aquello que produce efectos tangibles. Y eso quisiéramos de nuestras acciones. Lo práctico se centra en la utilidad y por eso mis pensamientos me llevan compulsivamente a tratar de entender si hay alguna utilidad en lo aparentemente inútil de algunas de estas y otras manifestaciones que como ciudadanos realizamos exponiéndonos a la crítica, a que nos asignen a una determinada ideología e incluso al ridículo. Qué sentido tiene pues, salir de nuestra intimidad y confortable anonimato y exponernos al escrutinio público. Qué utilidad tienen estos actos que a primera vista nos parecen inútiles.

Desde otra óptica más elevada, este oxímoron “utilidad de lo inútil” ha sido motivo de reflexión posiblemente desde el Renacimiento y se ha centrado sobre todo en aquellos saberes que no determinan un beneficio material, práctico, en concreto los saberes humanísticos como la literatura, la poesía, la filosofía, que, sin embargo, son esenciales en el desarrollo espiritual, cultural y civil de los pueblos. Es de lamentar que aún son muchos quienes consideran tales saberes inútiles y diseñan planes de estudios que los ignoran o minimizan. Perdemos con ello una fuente de inspiración, un sendero hacia la vida plena porque el desmesurado énfasis en lo práctico, en lo comercial, significa una agresión a nuestra dimensión espiritual.

La mayoría de nosotros no producimos pensamiento crítico, ni filosofía ni literatura apreciable, pero aun así, aspiramos a construirnos como personas y modestamente contribuir al progreso de nuestra sociedad. Con Nuccio Ordine, premio Princesa de Asturias de comunicación y humanidades 2023 y autor de un manifiesto sobre “La utilidad de lo inútil”, considero útil todo aquello que nos ayuda a hacernos mejores. Así que, después de meditarlo y disipar mis dudas, creo que soy mejor cuando con mi sola y humilde presencia participo en un acto ciudadano que considero justo.

Somos seres limitados, nuestras opiniones y actitudes tienen, salvo en personas de relevancia social, un efecto exiguo, si acaso concentrado en nuestro círculo más cercano. Pero esa es nuestra condición como seres humanos libres y vivir en plenitud es vivir conscientes de esa fragilidad y debilidad. La debilidad es también fortaleza que nos impulsa a manifestar con humildad, con la certeza de la justicia de nuestros gestos y acciones, nuestra posición ante acontecimientos tan trascendentes como la masacre del pueblo palestino, y mostrar nuestra comprensión hacia los emigrantes y exigir que el tren no falle y llegue a su hora a la estación del pueblo.

Es el anhelo de libertad individual lo que nos propulsa a manifestarnos aún a sabiendas de su aparente inutilidad. Sabemos en lo profundo, que “la fuerza se manifiesta plenamente en la debilidad” (San Pablo dixit) y que es precisamente el ejercicio de la libertad, lo que nos dignifica. La dignitas humanae una vez ligada a nuestra condición de hijos de Dios, encontró en la Italia tardomedieval la voz de Giovanni Pico della Mirandola quien definitivamente la atribuyó al ejercicio de la libertad humana. Creo que no hay razones para el desconsuelo o la renuncia a manifestar nuestras opiniones en los espacios públicos por minoritarias e inútiles que parezcan. En su aparente insignificancia e inutilidad radica su fuerza: ser un testimonio de la dignidad del hombre.

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